Acabo de descubrir en la biblioteca de Molinoviejo a Jaime García-Máiquez. He dicho Jaime, no Enrique. Es su hermano, por supuesto, y tan grande como él.
Como son las ocho y media de la tarde y yo estoy en el jardín y el sol ha empezado a encender en rojo el horizonte, copiaré este poema, y esperaré unos minutos para vivir esos momentos que describe el poeta.
Mi hora
Entre el crepúsculo y la noche
hay algún tiempo en que la luz no cede
a deslumbrar o a derramarse en sombra,
que no golpea sino que rodea
la materia, la abraza con un amor platónico.
Y al quitarle a las cosas su contraste
de tosco claroscuro,
las perdona de no sé qué pecado
mezquino, las absuelve
volviéndolas más ellas,
y embelleciendo a todo el que las mira.
Es esta luz con la que Dios ve el mundo.
Otro Cantar
7 comentarios:
Mirar como Dios mira las cosas ... ¡qué propósito! Recuperar la esperanza, consolidar la certeza, ahuyentar el miedo, qué falta nos hace.
Descubrirle cada día para oírle decir, con voz segura, 'non abbiete paura, spalancate le porte!
Cuánto bien y cuánto cuesta.
Hermoso poema, sí señor.
Para que no quede mal del todo que yo aplauda este poema, recordaré los ilustres ejemplos de Caín y Abel y de Rómulo y Remo. Ahora sí que puedo decir, descontando el cariño fraterno que, a veces, lo carga el diablo, que efectivamente es un poema estupendo. Gracias por colgarlo.
Precioso. Gracias
Precioso. Y con ese atardecer de Molinoviejo, parece que tiene m'usica y todo...
Es hermoso el poema. Es increíble cuanta belleza puedes encontrar uno en internet sin querer. Gracias.
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