jueves, 14 de abril de 2011

Desde la Cruz (I)



Desde lo alto de la Cruz Jesús habló en 7 ocasiones. Tenía la voz rota, la garganta reseca y los pulmones exhaustos al borde de la asfixia; pero seguía siendo el Señor y, aunque apenas se entendieran sus palabras, los evangelistas las anotaron cuidadosamente.
El Mesías había iniciado su vida pública en el monte de las bienaventuranzas con un discurso esperanzado y provocador. Otro monte ―la colina del Gólgota― fue la tribuna de su último pregón. Sólo contiene 7 sentencias, pero el eco de estas palabras tiene que llegar hasta el último rincón del mundo.
No sé lo que escribiré estos días. Debo ser breve, y no me siento capaz de ajustar mi comentario a un esquema. Esta página puede ser un borrador que iré corrigiendo con vuestra ayuda.
Empiezo ahora.



Los clavos

He crucificado con mis manos a más de un centenar de hombres, y nunca me ha temblado el pulso al hincar en sus muñecas los hierros que debían sujetarlos al madero. He oído sus súplicas y sus gritos de horror. He visto cuerpos jóvenes y robustos bañados en sangre, mordidos por el látigo implacable de los flageladores. He asistido impávido a su muerte y he quebrado las piernas de los cadáveres mientras espantaba las aves carroñeras que acudían en bandadas para darse un buen festín. He comido y bebido junto a las cruces de los sediciosos, y he contado chistes obscenos a los demás soldados de la guardia mientras los enemigos de Roma agonizaban a pocos metros de distancia.
Nuestra misión consistía en evitar que se aproximaran a las cruces los cómplices o los parientes de los ajusticiados. Una tarea sencilla, ya que nadie lo intentaba. El olor de la sangre y los lamentos de los moribundos bastaban para alejar a la multitud. Sólo las mujeres, las madres o las esposas, tenían el valor de acercarse, y nosotros se lo permitíamos. No eran un peligro.
Así de simples fueron las cosas, hasta aquel día.

Cuando llegó el Nazareno al Calvario había una singular expectación. Yo mismo clavé en lo alto de poste vertical de la cruz el letrero con la causa de su condena: "Jesús, Nazareno, Rey de los Judíos". Era una especie de insulto dirigido a aquellos fanáticos hebreos que no acababan de someterse al Cesar. ¡Éste es vuestro rey!, les decíamos. Pero cuando agarré su brazo izquierdo y puse el clavo en el punto exacto, sentí algo imposible de describir. Noté por un momento que millones, cientos de millones de manos cómplices aferraban el mismo clavo y el martillo que iba a golpearlo.
Quise soltar el martillo. ¡Aquella carcajada! De verdad que la oí con toda claridad. Jesús entonces me miró en silencio, sin un reproche, casi con ternura. Y yo hice mi trabajo. La sangre del Nazareno me salpicó el rostro.

11 comentarios:

Anónimo dijo...

Si la Sangre le salpicó, puedo pensar que la Sangre lo redimió. Si es así, ¿Qué límites tiene Dios para perdonar?
Si está mal mi coclusión, corríjame: los límites del perdón divino son los que yo ponga.
Entonces el verdugo hace su trabajo, se compadece, no quiere seguir, pero el deber lo llama y ahí es perdonado.
Vaya si la Misericrdia es infinita, entonces canto oh felix culpa!

LAH dijo...

No hay que corregirle nada porque es una descripcion perfecta.
Hasta mañana.

Anónimo dijo...

Maravilloso! Nunca lo había reflexionado así, me toca totalmente, a quién no?. Cuántas veces lo hicimos y lo hacemos, y ojalá ésta imagen nos haga hacerlo cada vez menos!
Pero también me sumerjo en la INFINITA MISERICORDIA, y me reconforta y consuela tanto AMOR DE DIOS, y tan grande e inmenso PERDON!Gracias al ESPÍRITU SANTO, que utiliza su cerebroacorazonado y sus manos...para mandarnos a decir lo que quiere! que dejemos de hacernos los distraídos.
soy Elisa de Argentina. publico como anónimo porque no tengo cuenta en google.

gilca dijo...

Sublime!

D. Enrique no le pega nada este fondo de blog.
Gilca

Anónimo dijo...

Siga escribiendo , por favor Don Enrique ,se lo pide una que necesita rezar mucho esta Semana Santa

Relicary dijo...

Me ha gustado el relato. Me recuerda en cierto modo al estilo de algún trozo que leí de "El Belén que puso Dios".

Dado que es bueno rezar un ratito... Pues mira, dado que usted o Kloster escriben temprano, matinamente puedo rezar unos minutos :)

Antuán dijo...

Cray se explayao e gusto. Si la sangre del crucificado es lo que nos purifica como en el Antiguo testamento se rocia al pueblo con la sangre del sacrificio. O con agua bendita, un poco distinto el feretro del que ha muerto. El salmo 50 dice que a Dios no les satisfacen los sacrificios de machos cabrios... ya. Y Jesús viene a ofrecerse: me has dado un cuerpo... para eso. ¿que ofrezco yo? Dicen al explicar el sentido de ecar unas gotas de agua junto con el vino en el caliz de la Misa que ese poco es nuestra participación, la unión don Jesús en su muerte. En su vida. Adiosle

Pollo con almendras dijo...

Coincido con anónimo...

¡Ánimo con el 2 y el 3! A mis estudiantes les digo que la mitad de la respuesta está en la pregunta... desde ahora aplicaré su frase también para motivarlos.

Saludos desde Chile

Su conciencia más crítica dijo...

Tengo que reconocer, que hace días pensé, que era poco probable que superase sus entradas de los diarios de los personajes de la pasión del año pasado.

Creo que me he equivocado, esto promete!!. ¿Ha publicado ya o nos da tiempo a meter esta selección?

Gracias por ayudarme a rezar.

GAZTELU dijo...

GRACIAS

Anónimo dijo...

Uauuuuuu