miércoles, 20 de abril de 2011

Desde la Cruz (VI)

La sed


No tengo nombre. He pasado por el Evangelio como una sombra. Juan, que puso por escrito mi primer encuentro con Jesús, no quiso infamarme revelando mi identidad. Quizá pensó que era mejor hablar del pecado sin mentar al pecador, y yo, bien lo sabe Dios, fui una gran pecadora.
Ha pasado mucho tiempo. Escribir ahora mi nombre de pila no añadiría nada a lo que he sido. Llamadme sólo “la Samaritana”; así me conoce todo el mundo. Con este apelativo genérico, quienes lean mi historia pueden imaginar que no soy nadie; si acaso, un una alegoría, un género literario o un espejo donde cada uno puede ver reflejado su propio rostro.
Dos años después de mi primer diálogo con Jesús, decidí abandonar la tierra de mis padres para buscar a Cristo. Recorrí en vano toda la provincia de Galilea; regresé a Samaria; supe que había estado en Perea, y, al fin, cerca de Jerusalén, en la aldea de Betania me dieron la peor de las noticias: el Señor había sido condenado a muerte e iba a ser crucificado en la colina del Gólgota.
Subí al Calvario deshecha en lágrimas. Jesús, colgado ya del madero, con los ojos abiertos, nos miraba. También a mí, la más despreciable de sus seguidoras.
―Tengo sed! ―exclamó―.
Un soldado le acercó a sus labios resecos una esponja humedecida en vinagre, como suele hacerse para aliviar la sed de los crucificados; pero Jesús la rechazó. ¿Qué significaba, entonces, aquella queja?
Me vino a la memoria nuestro primer encuentro en Sicar. También entonces Jesús dijo tener sed. Yo había acudido al pozo y me pidió un vaso de agua, que no bebió. Al contrario, apeló a mi propia sed, ésa que no la sacia ningún manantial de este mundo y que yo sentía desde años atrás: sed de amor auténtico, de pureza, de una vida fecunda. Me habló del agua viva, de un torrente que salta hasta la vida eterna. Y acabé pidiéndole un vaso de aquella agua.
En el Gólgota se repitió la historia. Jesús tenía sed de mí y me invitaba a aplacar mi propia ansiedad bebiendo del agua que manaba de su costado abierto. Así entendí que la Cruz de Cristo no es sólo un instrumento de tortura y de muerte, sino una fuente inagotable capaz de calmar la sed de la humanidad entera.
¡Venid al Calvario; no tengáis miedo! Esta pecadora sin nombre ni apellido os asegura que vale la pena ser valientes y mirar a los ojos al Crucificado, que sigue teniendo sed.

9 comentarios:

Antuán dijo...

¡Bingo! hace dos dias pene lo mismo adelantandome a estos dias porque partire dentro de un rato.
"Tengo sed" a Jesús ya nada le sabe a nada, no quiere agua a pesar de tener la boca acartonada. Yo tambien tengo sed. pero es distinto: sed de amor, de un corazón puro, de frutos de verdad. No entran los cobardes en este maratón, porque ¡madre mia! la que has organizado Jesús. Nadie puede quedar indiferente; ante este espectaculo del hombre Dios que da la Vida por esta marabunda de gente que no sabe lo que quiere.
Yo tambien tengo sed, y sim embargo dejo tanto que desear. Jesús estará contento conmigo?.Quisiera amarte menos. Es un decir de una canción... pues sabes que no es así. ¡Hay tanto por hacer! Adiosle

Cordelia dijo...

Madre mía! Entre don Henry, Antuán y el blog de Miriam (Caminar con rumbo; no os lo perdáis, está muy inspirada estos días), esto es una pasada
Gracias a todos

yomisma dijo...

Si conocieras el don de Dios....

Anónimo dijo...

Menudo sprint el de Antuan! AC

Vila dijo...

Otra vez K.O y fuera de juego. Creo que es San Agustin quien dijo algo asi cómo: mi alma no dejara de estar intranquilidad hasta que descanse en TI.

Mirar la Cruz de frente y tomarla siempre es mas facil de ls mano de Nuestra Madre la Virgen. Sin Ella, yo al menos, no puedo.

Gracias mil de nuevo.

Anónimo dijo...

que es dificil entender la cruz.¡¡que vea Jesus que hay que queer la cruz para acompañarte y consolarte de tanta indiferencia y tanta falta de abandono que tenemos¡¡¡
Gracias por seguir escribiendo que necesitamos rezar más y dar en el clavo(en el buen sentido de la palabra) al actuar.

Bernardo dijo...

Esto es hacer nuevas todas las cosas, creo yo.

Anónimo dijo...

"Jesús tenía sed de mí y me invitaba a aplacar mi propia ansiedad bebiendo del agua que manaba de su costado abierto"...

Si lo pienso detenidamente es una pasada: que Dios mismo tanga sed de mí, que me necesite, que me invite a seguirle, que me de este regalo tan grande de elegirme..., es alucinante y es para marearse.

Solo pido a la Virgen que me ayude en este camino durante toda mi vida para no defraudar a su Hijo.

Y sí estoy segura/o que vale la pena. No se si es valentía o insensatez, pero de seguro que vale la pena (incluida la espera).

AguascalientesBonaterra dijo...

¿Cuántas veces habremos sido samaritanas de hecho, de palabra o de pensamiento? Sólo Dios y luego nosotros lo sabemos bien a bien y ahí estamos cada vez que nos acercamos a la Confesión (ojalá con el alma totalmente desnuda) ante Dios que es todo perdón, ternura y exigencia. Espero que esta Semana Santa sea de verdad una Semana de verdadera conversión y que lo mejor del samaritano que llevamos dentro aflore para dar de beber el agua de nuestra vida a Jesús que está ávido de ella, por poca que sea su calidad, Él la quiere