sábado, 26 de enero de 2013

Me meto en un jardín y salgo airoso..., supongo


 San Sebastián
―¿Por qué dices “Lérida” en vez de “Lleida”.
―Porque Lérida es una gran ciudad y Llamarla Lleida, hablando castellano, sería empequeñecerla.
―¡Alto, colega, que te metes en un jardín político…!
―No, Kloster, no. Yo hablo de lo que sé, y de política entiendo poco.
Es evidente que sólo los nombres de las grandes ciudades tienen la correspondiente traducción en todos los idiomas cultos. En castellano, no decimos London o Vienne, sino Londres o Viena. En cambio, las poblaciones insignificantes o menos conocidas conservan el nombre en su lengua original.
Decir "Torino" en lugar de Turín hablando es español es una soberana cursilada. Mi amiga Genoveva, que es una mujer encantadora, cayó en ese error cuando informó a todo el que quiso oírla que había visitado "mogollón de tiendas" en la five avenue de New York.   
En mi opinión, va siendo hora de poner los puntos sobre las íes y el rabo sobre las eñes. Yo, al menos, cuando hable castellano, que es mi lengua materna, no diré Bilbo, Donosti, Girona, New York o Moskvá, sino Bilbao, San Sebastián, Gerona, Nueva York o Moscú. Son demasiado importantes esas ciudades para expropiarles la traducción y convertirlas en aldeas.
Por supuesto si hablara vascuence, no diría “vascuence” sino euskara. Y a Bilbao lo llamaría Bilbo, etc. Convertir este asunto en una cuestión política o nacional da un poco de vergüenza ajena. Y uno conserva todavía cierto sentido del ridículo.
Escribo en la carretera. Voy camino de la Urbe, es decir de Bilbao.


18 comentarios:

Ana Mª Ferrin dijo...

Enhorabuena por su blog, ahí va un recuerdo y saludos.

http://amf2010blog.blogspot.com.es/

Cordelia dijo...

Qué guay! A casa, a ver a su madre, supongo. Y a comer lo mejor del mundo, que siempre es el menú de madre.
En cuanto a esa catetada de Lleida, Ourense y Gazteiz, me voy a contener, porque me pone de muy mala uva y además me embalo.
Mi abuelo nació en un pueblo llamado Puebla del Caramiñal. Hace unos años le cambiaron el nombre, contra la opinión popular (hicieron una votación oficial y todo) y le llamaron Pobra. El cachondeíto de llamarles los "pobres" dura todavía. Y mi abuelo echaba espumarajos de rabia. Panda de palurdos...

Papathoma dijo...

Creo que fue Unamuno, a quien alguien le corrigió su mala pronunciación al nombrar a Shakespeare (lo dijo tal cual se escribe en español, cosa que era costumbre y hasta norma en la época, por cierto)y continuó dictando la conferencia en perfecto inglés.

Almudena dijo...

Pues no lo había pensado, pero ese punto de vista parece más que razonable

Vila dijo...

Que lo pase bien y que disfrute.

A mi parecer no importa cómo llamemos a las ciuedades, lo importante son sus gentes y lo que se vive en ellas.

Aproveche a tope!!

Vila dijo...

Que lo pase bien y que disfrute.

A mi parecer no importa cómo llamemos a las ciuedades, lo importante son sus gentes y lo que se vive en ellas.

Aproveche a tope!!

Dani Morcillo dijo...

Me gusta mucho su punto de vista, no se me había ocurrido. Cuando digo que soy de Gerona o que soy de Girona siempre hay alguien que me recrimina "¿ah, pero no se dice Girona?" (o Gerona, si lo digo con i) A lo que siempre respondo lo mismo: "da igual, no la van a cambiar de sitio por eso".

Vila dijo...

Jeje ¿se ha dado cuenta que casi siempre que va para su tierra se le activa esta vena... como diría yo, de temas "jardinosos"?

Páselo genial!

Anónimo dijo...

¿Cómo era eso de "se puede decir más alto...? Añadiré algo: hoy es necesario demostrar incluso lo evidente.

Antonio dijo...

Pues yo estube viviendo tres años en cataluña o catalunya, el caso es que si allí se teocurria decir Gerona o Lerida te tachaban de ignorante??????????????nunca lo entendí, porque además en ciertos periódicos de la citada comunidad autónoma tenian por costumbre catalnizar los nombres mas variopintos, por ejemplo el Rey lo escribian "Joan Carles I", etc tampoco entendí nunca eso,
Debe ser que tampoco entiendo nada de política ¿no?

Cayo coco dijo...

Una foto preciosa,hoy alli se estan volando.Que viento!

Alberto Secades dijo...

Es un argumento para pensar en él.

En cualquier caso, lo verdaderamente odioso es que alguien se crea con derecho a increparte por cómo llamas a las cosas, incluso aunque lo hagas de forma errónea. Se está extendiendo un sentido invasivo de la libertad que choca frontalmente con su verdadero significado.

Un saludo.

Igo dijo...

No puede decir Bilbo porque tanto en Euskera como en castellano se dice Bilbao :P

Ya sabe, cosas de la RAE vasca...

No obstante, Bizkaia es ya Bizkaia en Sevilla hablando castellano, o en Irun hablando gipuzkoano....básicamente porque se aprobó en el congreso de los Diputados hace 3 años, que Gipuzkoa y Bizkaia dejaban de escribirse en los términos castellanos que se habían rechazado en JJGG en ocasiones varias. Desde entonces no es Álava exclusivamente sino "Álava-Araba" (cuando hubiese sido más lógico emplear una terminación para castellano y otra para Euskera)

Por consiguiente, y en lo relativo al territorio de la "Capi", escribir Vizcaya, es ahora una falta de ortografía similar a escrvir.

Dena den, ONGI ETORRI ETXERA!!!!
(No obstante, y para el que no lo entiendea, Bienvenido a casa)

Iker dijo...

Es fantástico. Los políticos dictan las normas ortográficas. Espero que el Parlamento británico no me obligue a decir London en castellano.
El totalitarismo es insaciable

Clara dijo...

La Urbe...?
Ya te digo...
Y con la foto que ha puesto, "pa más eskarnio..."

Por lo demás, totalmente de acuerdo, aunque me pese...

Igo dijo...

LE regalo una nota acorde a este comentario

http://www.izaronews.info/euskadi/2013/cultura/14984

juas juas

Viator iens dijo...

Querido Igo: la Real Academia Española se limita -o debería limitarse, porque últimamente está desconocida- a reflejar en sus diccionarios, en su Gramática y en su Ortografía lo que la opinión concorde de sus doctos miembros considera el uso culto más extendido de la lengua española. Y esto tiene su mérito, porque el español lo hablamos y escribimos unos cuatrocientos millones de personas en tres o cuatro continentes y alcanzar un parecer concorde con tantas academia correspondientes en puntos tan alejados del planeta de me antoja una tarea ímproba.
Por el contrario, la Real Academia de la Lengua Vasca tiene, desde el día de su ya casi centenaria fundación, la declarada voluntad de tutelar el vascuence, lo que –hay que ser sinceros- en las cuatro o cinco últimas décadas del siglo pasado prácticamente se ha limitado a unificar ese viejo y noble idioma haciendo arqueología lingüística a partir de sus dialectos y variantes existentes. No se ha limitado la Academia de Bilbao a limpiar y fijar esas formas lingüísticas, sino que con mucho y meritorio esfuerzo propio y no poco, aunque menos meritorio, de los políticos que la financian, ha conseguido estandarizar una forma del vascuence que permite su uso como lengua oficial en la administración del País Vasco español. Digo español porque a los franceses vascos este proceso les ha interesado y les interesa realmente muy poco.
Es también cierto que, no obstante ser prácticamente todos sus integrantes harto -pero harto- menos doctos que cualquiera de los de las dos Academias antes citadas, en un auténtico éxtasis de imbecilidad y a propuesta de algunos que en esta última magnitud registran siempre altísimas mediciones, el Congreso de los Diputados decidió en su día cambiar el nombre de algunas poblaciones y provincias de España, lo que en realidad a muchos de nosotros –me refiero a los hablantes del español- nos ha importado poco menos que nada.
Claro está que los funcionarios que quieren ahorrarse reprimendas del mandarín a cargo de la dependencia, sección, unidad o negociado en que trabajan, hacen muy bien en observar escrupulosamente las solemnes declaraciones de las Cortes Generales del Reino y las instrucciones escritas de la superioridad. Pero en mi casa, en mi trabajo, con mis amigos, cuando escribo o hablo en español para otros, a mí no me da la gana de llamar a las cosas como los diputados dicen que tengo que llamarlas. Y es que esto de nombrar las cosas corresponde, después de a Dios, únicamente a los hablantes, y especialmente a aquellos que por hablar o escribir de forma elegante, exacta y comprensible acaban por hacerse merecedores de la estima de sus iguales.
A mí, querido Igo, me admira tu estricta obediencia a las normas que emanan del poder legislativo. No digo que eso esté mal. En absoluto: es algo muy democrático y tal y como se acepta universalmente –ver el manual de Educación para la ciudadanía- nada que provenga de la voluntad soberana del pueblo puede ser malo jamás. En todo caso, si alguna vez los representantes de la soberanía nacional decidiesen llamar “bicicleta” al fruto de la vid, espero de tu inteligencia que concedas a tan estólida norma justamente la trascendencia que nos permita a ti y a mi seguir tomándolas de a docena cada fin de año a la vez que las llamamos por su breve pero sonoro nombre en español. Lo contrario me parecería tontísimo.

pacita dijo...

Buf madre mia hijoV.I:q largo!