jueves, 17 de enero de 2013

Portazgo, línea 54


―A estos tíos te juro que yo les pegaba dos tiros.
El presunto homicida tendrá dieciséis o diecisiete años. Es un chaval pequeño y regordete, lo menos parecido a un delincuente convencional; pero es indudable que está muy enfadado.
Su colega, algo mayor que él, viste una chupa negra con el escudo del Atleti y se peina con aspiradora y gomina. Luce un pendiente distinto en cada apéndice auricular y tres arandelas al norte de la oreja derecha.
―Bueno, tío; yo me bajo aquí. ¿Vendrás luego con los colegas?
El gordito se queda solo y yo aprovecho para ocupar el asiento vacío que ha dejado el otro.
―¿De verdad les pegarías dos tiros?
El pistolero no parece sorprenderse por mi intervención. Visto de cerca parece aún más joven. Me mira y remacha:
―O tres.
―¿Qué te han hecho?
―A mí nada; a mi hermana.
El autobús va perdiendo pasajeros a medida que nos acercamos a mi destino. Quizá por eso, en vista de que no nos oyen, el chaval se desahoga y cuenta con una historia terrible de drogas, violencia y algo más. 
―¿Cuantos años tiene tu hermana? 
―Catorce.
―Si te decides a darles dos tiros ―le digo―, llámame y te acompaño.
Antes de ponerme en pie para salir, le entrego la última tarjeta de visita que me queda. El crío me mira hacia arriba y me pregunta cuál es mi iglesia.
Vuelvo a sentarme. Total, puedo bajarme en la siguiente parada.
Es majo el chico. Se llama Iker, es del Madrid y quiere ser mecánico.
Ya en la calle, y como despedida, me suelta un extraño elogio:
―Para ser cura, eres bastante normal.
En casa me preguntan si me encuentro bien. Parece que no tengo buena cara.

 
 

15 comentarios:

Antuán dijo...


Holaaaaa! esta bien eso de meterse, digamos intervenir oportunamente en las conversaciones, yo tambien lo hago, llamemosle descaro y sobre todo en un cura debe descolocar un poco y resulta simpatico. Portazgo me trae buenos recuerdos, yo me bajaba tambien en esa parada de metro, hay familias de mi pueblo que se fueron a vivir ahí y cuando no conocia a casi nadie me iba a verlos. Luego caminaba por la avenida de la albufera, otras veces iba al Fontarrrón y poco más. ahora me queda un poco lejos. Bueno espero que Iker le responda. Adiosle

yomisma dijo...

Será el corte de pelo

Altea dijo...

Para ser una historia normal es bastante divertida.

Anónimo dijo...

¿le va a ayudar con los tiros?

Asumpta dijo...

Hombre...dos tiros,dos tiros....suena hasta mal,pero bueno si se trataba de eso,casi mejor romperle las dos piernas...igual en el periodo de convalecencia reflexionaba un poco,no le parece...

Papathoma dijo...

Es una historia triste la de la niña, no me extraña la reacción del chaval. Espero que pueda echarle usted un cable. Rezo.

Miriam dijo...

¡es usted un crack de las conversaciones improvisadas¡¡
Yo soy más bien de las que mete la pata, aunque eso también tiene su lado divertido
Por cierto, la anécdota me ha encantado

manuela dijo...

Vaya historia.. estos chicos son la mar de majos pero no saben como lo tienen que hacer. rezaremos

Anónimo dijo...

Vaya... no es la primera vez que le consideran un cura "normal"
Parafraseándole, le diría que qué grande es ser cura, y mucho más ser un cura normal (según manda la norma)

Marita

Anónimo dijo...

La verdad es que el encuentro es bastante dramatico,no me extraña que le encontraran con mala cara al llegar a su casa,pero debiamos meditar mucho y reflexionar sobre lo que nos ha contado. ¿Que juventud estamos "construyendo"?Espero que su "normalidad" haga pensar al chico y elegir un camino correcto,Gracias T.S

Anónimo dijo...

Finalmente el que uses sotana o rasophoro, no implica que no tengas sentimientos, ni dejes de ser humano.

Rocky Balboa dijo...

Qué fuerte!! Me ha parecido muy bonita la "anécdota", y aún más pensando que es real...
Aunque a lo mejor bonita no es la palabra...

Mercedes dijo...

Siempre me admira con qué desparpajo inicia usted conversación con las personas. ¡Me da una envidia!
La sotana sé lo que es, pero ¿qué es un rasophoro?

Anónimo dijo...

D.Enrique,cada día me conmueven más sus historias y me gustaría que más gente pudiéramos ayudar tanto...
Lucía

Historias del Metro dijo...

Me encanta. Si todos nos metiéramos con esa naturalidad y discreción en la vida de los demás... quizá otro gallo cantaría