Es
la distancia exacta que separa Tajamar de la casa de mi madre en Las Arenas.
He
recorrido este trayecto docenas de veces. Conozco cada curva de la carretera,
cada estación de servicio y las distintas especies de aves que puedo encontrar
por el camino.
―Un
café, ¿verdad?
La
dependienta rumana de Boceguillas tiene buena memoria, y aunque es tímida y un tanto
seca con los clientes, a mí me sonríe cada vez que me detengo camino del Norte.
―¿Otra
vez a Pamplona?
―No,
hoy no…
La
dirección general de tráfico anda muy preocupada con mi seguridad, e insiste en
que no me distraiga con incentivos ajenos a la conducción: “Los cinco sentidos
en el volante”, amonesta. No juguetear con el GPS ni con teléfono móvil.
Alcohol, ni probarlo. Y nada de leer los carteles de la carretera. De hecho ya
no quedan anuncios publicitarios; sólo el famoso toro de Osborne, sin rótulos,
que se ha convertido en una especie de icono de España.
Confieso
que desobedezco las sabias advertencias de nuestras autoridades. (Rasgaos las vestiduras, colegas). Durante el
viaje a Bilbao, hablo con el GPS y le planteo problemas para ver cómo los
resuelve; toqueteo el móvil y hago alguna llamada superflua usando el
bluetooth. Cambio de emisora, de disco y de música. No es que me guste llevar la contraria; es que me siento incapaz de
poner al volante los cinco sentidos. Si lo hiciera, me quedaría dormido en
pocos minutos.
Nuestras
amadas y maternales autoridades han convertido la conducción por carretera en
una tarea soporífera. Los decesos por sueño al volante han
aumentado en un 62 por ciento (la cifra es tan falsa como cualquier otra) y los
supervivientes nos deslizamos por el asfalto como muertos en vacaciones.
Por
favor, señores políticos, devuélvanos los viejos anuncios de Ulloa Óptico y de
lámparas Osram; obliguen a los conductores a usar el móvil y el gps y, cuando
nos detengamos en las estaciones de servicio, invítennos a una caña de cerveza,
que tampoco es para tanto. Estoy persuadido de que salvarán algunas vidas y,
sobre todo, podremos disfrutar del viaje.
Me
dice Kloster que nuestros líderes ya han decidido ocultar la catedral de Burgos
para que no se distraigan los automovilistas. No descarto que, por una vez,
tenga razón.
Hoy, gracias a Dios, he superado el sueño
porque llovía a mares en Altube y he navegado en la niebla durante veinte o
treinta kilómetros. Ha sido emocionante. Casi como en los viejos tiempos.
En Bilbao sigue lloviendo. La primavera también
es esto.
10 comentarios:
Con lo que me gusta conducir por carreteta,me ha dado un poco de envidia...
Y encima lloviendo y con una madre al final del camino.
En fin...mañana será otro dia.
yo tambien he conducido mucho,pero ahora los cinco sentidos me parecen pocos.
Me encanta jugar con el Bluetooth del coche! Y que se conecte el tono automáticamente, la música, las direcciones.... Me encanta.
Bienvenido al norte! Y a su primavera!!
Completamente de acuerdo
Completamente de acuerdo!!
Pues a mi esta entrada no me gusta ni un pelo,que quieres que te diga,al volante con sentido por favor...vamos te lo digo por triste experiencia.
Me ha gustado ese viaje, sobretodo el tramo en el que llovía a mares. Me parece imprescindible poner los cinco sentidos cuando se conduce. Yo era incapaz de mantenerlos durante un largo trayecto y dejé de conducir. En defensa propia y de mis prójimos. Gracias por estas letritas de cada día.
Hola acabo de llegar de la calle y me gusta que tenga parada en Boceguillas donde también tengo una familia amiga y he pasado muy buenos ratos con ellos. Entiendo que se sepa de memoria la carretera y el nº de Kmtos de recuerdos a su madre y cuide de ella, se lo merece. Adiosle
Letritas?
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