martes, 24 de septiembre de 2019

Salve Regina (I)




Comienzo estos torpes comentarios en el día de la Virgen de la Merced. Quiero hablar de la Salve, que siempre ha sido mi oración predilecta dirigida a la Santísima Virgen.
Se trata de una oración muy antigua, quizá del siglo X, anterior a la primera cruzada. Franceses, españoles y alemanes se disputan su autoría, pero es evidente que la compuso un gran poeta, cortés, galante, tierno y enamorado de nuestra Señora.
Leeremos el texto original en latín.
Salve, Regina, Mater misericordiae, vita dulcedo, et spes nostra, salve.
Es el inicio, solemne y sencillo. "Dios te salve" no es, en mi opinión, una traducción correcta al castellano actual. Prefiero decir simplemente "Salve", que es como los antiguos romanos se saludaban entre sí. El comienzo de la oración es, por tanto, un saludo respetuoso y solemne que empieza y termina con la misma palabra: Salve.
Salve, Reina, Madre de la Misericordia, dulzura de la Vida, Esperanza nuestra, Salve.
Para hablar con la Virgen es natural que empecemos con un rosario de piropos. Quiero atraer su mirada y ganarme su atención. Es lo que los latinos llamaban captatio benevolentiae, una introducción obligada para cualquier discurso. Al rezar en castellano, procuro ceñirme al texto original. Y me gusta pensar que, con tantos requiebros, María se ruboriza como ocurrió en Nazaret cuando el Ángel la llamó "Llena de Gracia" y Ella "se turbó". Yo le digo ahora Reina, porque lo es. Y Madre de la Misericordia, porque, con palabras de Francisco, "la misericordia del Dios invisible se ha hecho visible en Jesús, que es el Hijo de María". A continuación hago una pequeña trampa: debería haber dicho "Vida, dulzura, Esperanza…", pero me gusta pensar que hace muchos siglos alguien cayó en una errata: no quiso escribir Vita, Dulcedo, sino Vitae dulcedo, es decir dulzura de la vida.
Así es. La vida de cualquier cristiano es áspera, dura, está llena de peligros y de dolores. María Santísima no evita esos escollos, pero nos enseña a sonreír, a abrazarlos sin miedo y convertirlos en Gracia, en un regalo del mismo Dios, que nos invita a llevar la Cruz.
Esperanza Nuestra… ¡He citado tantas veces a Peguy, el poeta de la Esperanza! Me gusta recordar aquel verso:
"La Esperanza es una Niña, que me da cada mañana los buenos días".
María Santísima es esa Niña. Sin Ella no sería capaz de levantarme con una sonrisa.

11 comentarios:

Anónimo dijo...

Hace casi dos años que de vez en cuando me da una arritmia, fibrilación auricular le llaman los médicos. Siempre va precedida de una pesadilla y un despertar taquicárdico, con el corazón redoblando. Si no lo controlo acabo en el hospital y a las horas irremediablemente me lo quitan con una cardioversión,eso de las pelis que ponen las palas y das un bote en la camilla.
¿Cómo lo controlo? ( No la arritmia sino el antes para que no derive en ella)
Desde el minuto cero rezando una salve con otra,no me sale otra oración. Haciendo unos ejercicios respiratorios y tomando un ansiolítico. Es la Virgen quien me acompaña, ya no despierto a nadie, y es Ella quien me acaba durmiendo siempre.
Otra cosa tal vez demasiado mundana, no sé de quién lo aprendí: cuando algo se pierde, rezo una Salve a los ojos de la Virgen, y si está, aparece.
También cuando mis hijos salen, sobre todo cuando viajan, le pido que los cubra con su Manto divino y lo acompaño de otra Salve.
De las dos Salves me gusta más la sencilla.
Las "Salve Madre" es particularmente bonita, sobre todo el final.
Todos los piropos a nuestra Madre son pocos.
Alejandra.

Antuán dijo...

Ni que decir tiene que yo también tengo algo que añadir. Acabo de llegar del pueblo. Ya os dije que me iba de entierro. En este valle de lágrimas... Pero cuando la pena se comparte. Cuando nos agarramos del brazo del abuelo y hacemos familia.¡Lo que puede pasar en dos días! ¡Os podría contar! (cOMO DICE sERRAT) Y desde luego gracias a esto pudimos encontrar a Nuestra Señora del Socorro en el pueblo con sus mejores galas vestida de blanco reluciente con manto incluido y brocados de oro, ojos azulados y cara sonrosada y tímida... o es que estaba demasiado alta. En la comunión coincidí con mi hermana en el reclinatorio; mientras el sacerdote iba a por más formas consagradas porque eramos muchos. Y me dice por lo bajo: me parece que los pendientes que lleva son los de mama. Y allá que me fui para verla más de cerca. Sin poder apartarme de ella. Me restregué varias veces, intentando disimular. Al final bajo el sacerdote con Isi, el sacristán y cantamos la Salve popular. Con un remate al final: ¡Viva la Virgen del Socorro!. ¡Viva Nuestra Madre! ¡Viva Nuestra Patrona! Dice el cura lo podéis decir aunque no lo diga yo. Mi madre dejo sus pendientes con un donativo para que los enriquecieran porque eran de esos de aguela. Adiosle

Carmen dijo...

-Gracias,D Enrique.¿Lo va a poner por escrito en papel en algún sitio?(Para poder rezar con él con más calma,pero si no lo procuraré aprovecharlo muy bién así)

Enrique Monasterio dijo...

No sé lo que haré, Carmen. Ni siquiera estoy seguro de que llegue al final. Cada tres o cuatro días pondré un breve comentario, con lo que buenamente me salga de dentro

Pablo dijo...

Gran apertura de veda, Don Enrique, pero, para los curiosos ¿podría usted poner el nombre de la advocación de la foto de arriba cada día? Gracias de antebrazo

Enrique Monasterio dijo...

La imagen es de la Virgen de la Merced, patrona de Barcelona

Carmen dijo...

Gracias!

Cordelia dijo...

Gracias. Lo ha vuelto a hacer.

Pacita dijo...

SiiiiPatrona de Barcelona!,vuelve a nosotros esos tus ojos......a los de aquí y a los de alli

Isabel dijo...

La vida es dura para todos sin excepciones.¡¡Saludos!!!

Amalia dijo...

A mi el Salve Regina me recuerda al cole, rezarlo cada tarde en clase, casi siempre con prisa, teníamos que salir pitando. Siempre me llamó la atención su letra. Un poco más mayor entendí lo especial que es. Desde que me fui a la universidad lo eché de menos, el ponernos todas de pie, mirando el mismo cuadro, con más o menos atención nosotras, Ella mirándonos a cada una con toda la suya...
En mi boda decidí que no se cantaría ninguna pieza especial al final, apuntamos la letra de la Salve en un cuadernito y al terminar, mirando a la Virgen pude reconocer algunas voces de algunas personas cantando la Salve entusiasmadas... varios me dieron las gracias. Según me dijeron les conmovió porque les transportó en el tiempo varios años atrás, rezando a la Virgen sin más, “a su Virgen”...
Esta anécdota me recuerda a algo que nos dijo usted hace mucho tiempo... “no importa lo lejos que vayáis... lo que importa es que sepáis el camino de vuelta, y de ese ya se encarga la Virgen”