He ido a ver a Tony, un chaval de 17 años que está encerrado voluntariamente un establecimiento de rehabilitación para toxicómanos.
Antes le he llamado por teléfono:
—¿Quieres que te lleve algo; un libro, alguna revista...?
—¿Podría comprarme un poco de chocolate?
—¿Chocolate, sin más?
—Sí, por favor.
Al llegar a la clínica he preguntado a la enfermera.
—¿Qué ocurre con el chocolate?
—Lo tienen prohibido. Ni chocolate, ni café, ni coca-cola…
¡Pobre Tony! Lloraba como un crío cuando supo que me habían requisado la mercancía.
He vuelto a casa cansado y triste. No recuerdo haber sentido nunca tan de cerca el sabor de la angustia y la desesperanza. Pero Dios es muy bueno y sacará adelante a Tony. Rezad por él como yo lo hago ahora mismo.
Hay un mendigo en Madrid que esta noche se ha hartado de chocolate.
9 comentarios:
Vaya... qué pena. Pero bueno, mejor para él. Y bravo por usted, y por lo del mendigo que se hartó.
Pero, ¿usted sabe que al hachís se le llama, coloquialmente, "chocolate"?
Sí, Jesús. Hasta ahí llego. Pero, al parecer, tampoco es recomendable el chocolate auténtico para los que están en esa situación.
pobrecillo... tan sólo 17 años y ya curándose de adicciones... qué vida ha tenido que llevar para acabar tan pronto en un sitio así...
además de rezar, que lo haré, ¿hay algo más que podamos hacer por él?
Anabel
Pobrecito. Encima, sin chocolate. Yo que soy adicto rezaré por su recuperación.
Rezaré para que Tony se recupere pronto. Se debe sentir fatal el pobre.
Aurorita
qué injusticia.
Rezaré por él... Gracias por removernos por dentro con estas entradas.
Rezaré por Tony... y por sus compañeros.
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