martes, 4 de septiembre de 2007

Yo soy escorpio, ¿y tú? III

III

Es claro que el agnosticismo, el relativismo y el escepticismo no han contribuido precisamente a exaltar la razón. Los consabidos tópicos de que “nadie está en posesión de la verdad”, “cada uno tiene la suya”, “lo importante es creer en algo”, "la verdad absoluta no existe", etc. convierten la inteligencia en una potencia frustrada, incapaz de alcanzar nada permanente. Dios queda tan lejos, tan lejos que, aunque exista, no podemos conocerlo ni pensar en Él. Todo lo que digamos sobre su naturaleza será falso, porque el entendimiento humano no sirve para tamaña empresa.

Esta es la postura del agnosticismo. Agnóstico es el que “no sabe”, el que piensa que el intelecto no puede descubrir la Verdad definitiva. A Dios podríamos acceder, en todo caso, por la vía de los sentimientos. La cabeza sirve para otras cosas: para ponernos la boina, para ser ingeniosos y brillantes, para hacer esgrima mental, para resolver sudokus…

Pero el hombre no se conforma con este planteamiento. Es imposible encorsetar su espíritu, ponerle diques o encerrarlo en un estuche para que no moleste. El materialismo no es humano. Todos sabemos que somos mucho más que materia; soñamos con la eternidad; aspiramos a ser felices —no sólo a pasárnoslo bien—, y seguimos buscando el Amor con mayúscula, y la Verdad y la Vida también con mayúsculas. Por eso, cuando se le niega al espíritu esa posibilidad, anestesiando sus necesarias aspiraciones, busca una salida. Y si la razón no le sirve, recurrirá a la magia o a la superstición. Cualquier cosa, incluso lo irracional, con tal de no renunciar a ser lo que es.

Como veis el asunto es serio, y por tanto vale la pena tomárselo a broma: hay que empezar a poner en ridículo a esos vividores que sonríen escépticos cuando se habla de Dios, de los santos, de los ángeles o de los demonios (que también existen), Y van por ahí adivinando destinos, consultando a las estrellas, echando conjuros o curando el mal de ojo como en los mejores tiempos de Camelot y del Mago Merlín.

La fe, paradójicamente, nos dice que hemos de ser mucho más incrédulos que esos agnósticos. “No habrá para ti otros dioses delante de mí”, enseña la Sagrada Escritura. Hay que creer en Dios y sólo en Dios. Sólo el Señor es objeto de fe, de esperanza, de amor y de adoración. Creer ‘’demasiado” (en demasiadas cosas) es tan ofensivo para Dios como abandonar la fe. Ser supersticioso “por si acaso” es tan tonto como no serlo “porque trae mala suerte”.

Al llegar a este punto, cabría hacer un elenco de pecados, tan antiguos como el hombre, pero que vuelven con ímpetu renovado y empiezan a sonar a nuevo.

1. La idolatría. ¿Os acordáis la historia del becerro de oro? Hablaremos de otros becerros y de algunos borregos.
2. El espiritismo, ese extraño juego que inventaron hace un siglo las hermanas Fox, y que ha contribuido a fomentar la histeria entre la población civil.
3. El satanismo, con todas sus secuelas aun más peligrosas, porque el demonio existe, aunque no se dedique a meter miedo a los niños ni a hacer numeritos pirotécnicos con efectos especiales.
4. La magia (y, por supuesto, no me refiero a la de Tamariz).
5. la superstición en general: la epidemia de los amuletos; los gafes, etc.

Para la mayoría de vosotros, todo esto os suena un poco a broma. Y me alegro. La fe contribuye a conservar el equilibrio mental y a no perder el sentido común. Por el contrario, alejarse de Dios lleva con frecuencia a adoptar ritos, creencias, y manías (a lo mejor sólo son eso, manías), que en el mejor de los casos dan risa.

Por eso, recristianizar la sociedad es también ir atornillando cabezas a nuestro alrededor; y olvidarse del zodíaco y de sus signos, descolgar la herradura de la puerta y ponérsela en los borceguíes a algún que otro supersticioso, tirar la pata de conejo, y, en lugar de llevar al cuello un colmillo de gorila, ponerse una medalla escapulario, que es infinitamente más útil.

Y si te pasa como a Nacho, que una niña te dice eso de ‘’yo soy Escorpio, ¿y tú?” Le contestas: “Yo, Felipe “.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

MUCHÍSIMAS FELICIDADES!!!!!!!!!!.

Siempre le tenemos presente, pero hoy le encomendamos especialmente en el día de "nuestro" aniversario.

Como siempre, ¡¡mil gracias por todo!!!.

Familia Corbí Poole

maria jesús prieto dijo...

Por suerte hace años descubrí que ser cristiano es chollo porque lo importante no es conocer el futuro sino vivir en la confianza de que ese futuro depende de quien te conoce y ama infinitamente. Lo importante es no desviarse del Camino. A veces no entiendo nada pero procuro recordar un argumento que mi marido y yo damos a nuestros hijos cuando se rebelan ante exigencias que no entienden y que es: "te exigimos porque te queremos y eso es bueno para ti".

Jesús Sanz Rioja dijo...

Lo que no sabe la mayoría es que ser agnostico es compatible con creer en Dios. Ser agnóstico es desconfiar de que se pueda llegar a Dios con la razón.

Juanan dijo...

Entonces yo me reconozco un poco agnóstico: hasta que no me muera, no conoceré plenamente a Dios, ni la Verdad, que es Él. Es algo de lo que me he dado cuenta hace muy poco, no estoy en posesión de la Verdad. La única Verdad es Dios. Yo solo soy un pobre humano con una inteligencia igual de pobre.

Pero Dios se deja conocer, aunque sea un poquito. Lo suficiente para que le amemos y lo justo para no descandilarnos. Y aunque no estoy en posesión de la Verdad plenamente, la conozco lo suficiente como para usos cotidianos. Y más que me queda por conocer.

Anónimo dijo...

Sin embargo, cuando surge una princesa como Marta Luisa de Noruega, que decide cubrirse de dinero porque asegura a sus clientes que por 3000 euros en un año van a conseguir hablar con los ángeles, en ese caso les parece un timo y se rasgan las vestiduras. Se ve que el timo del plebeyo es más disculpable.

Yo estuve a punto de visitar a una adivina. Se corrió la voz en mi oficina de que había una adivina que adivinaba de verdad. Fueron unas conocidas mias a visitarla y volvían entusiasmadas y pensaban repetir la experiencia. Me salvó mi natural tacaño. Costaba 60 euros la sesión, y como probatina para ver qué había detrás de aquello me parecía excesivo el gasto. El día que una de ellas contó que había cogido un limón, lo había partido a la mitad, le había introducido un papel con no sé qué deseo y lo había introducido en el congelador se me cayeron los palos del sombrajo. A mí que me parecía gente con cabeza... Y me dí cuenta de que lo importante no era lo que había detrás de la adivina, sino delante de ella. Gente crédula. Una confesó que creía en las cartas astrales. Toda mi curiosidad se vino abajo y mi confianza en la racionalidad de las que fueron a la adivina más. Con el tiempo la adivina se olvidó, pero se embolsó varios cientos de euros a costa de que se corrió la voz en el trabajo.
Estoy segura de que continua con el timo, pero... estos timos están aceptados.