miércoles, 24 de octubre de 2007

Ser viejo (II)




Ser viejo es recordar la propia vida en las vidas de los demás. Es vivir de repaso.

Es disfrutar y sufrir como se disfruta y se sufre con una película ya vista, en la que, a pesar de todo, siempre se afloran matices nuevos.

Al viejo nada le sorprende, pero sabe estrenar sus emociones cada mañana y sentirlas con más intensidad la segunda vez, igual que nos ocurre a todos cuando releemos una gran novela.

El viejo quizá no recuerde bien la película. Sabe que lo que está viendo u oyendo ya ocurrió en otra época, pero el tiempo oscurece la memoria y difumina las imágenes.

Por eso no siempre sabe cómo va a terminar cada aventura; pero puede intuir el camino, adivinar el paso siguiente, prever los obstáculos, e incluso presentir el desenlace.

El viejo sabe, sin embargo, que sería insensato intervenir en el desarrollo de la trama. Siente la tentación de imponer su experiencia a los que empiezan a vivirla, pero esa misma experiencia le aconseja que no lo haga.

El viejo sabe que los más jóvenes tienen que aprender a ser viejos como él. Esa es la asignatura más importante, y sólo se aprueba caminando con los propios pies y abriendo caminos vírgenes.

Por eso es sabio. No recurrimos a él porque tenga todas las respuestas, sino porque conoce cada una de las preguntas.


4 comentarios:

Historias del Metro dijo...

En Mozambique, (pero creo que sucede igual en otros países africanos), cuando el sacerdote lee el Evangelio, la gente, en vez de levantarse, como aquí, se sienta.
Se sientan por respeto, y porque cuando el jefe del pueblo o el anciano del lugar quiere contar algo, todo el mundo se sienta alrededor a escucharle con veneración. De la misma manera, simbólicamente, escuchan la palabra de Dios, porque el Señor, el más sabio, habla a su pueblo.
Así que, viejos del mundo, no dejéis de contarnos cosas aunque penséis que debemos cometer nuestros propios errores... ;-)

Juanan dijo...

Es curioso cómo se ha pasado de la veneración a los viejos por su experiencia y sabiduría a apartarlos de la sociedad ensalzando la juventud como valor absoluto, punto de partida de la más absoluta libertad.

Aunque sí que es verdad que los viejos de hoy en día ya no son como los de antes (aunque está claro que yo no estuve para comprobarlo). ¡Como usted quedan pocos!

Ludmila Hribar dijo...

Yo no puedo decir que como usted quedan pocos porque no lo conozco, pero le aseguro que disfruto de sus escritos y para nada me importa la edad.
Y además ahora me ha "conquistado" con la foto de un "viejo" santo, querido y venerable con un corazon siempre joven y valiente hasta sus ultimos momentos y que ha sabido no solo gozar con los jovenes los mejores momentos de su vida admitiéndolo sino también plantar en el mundo la inquietud por buscar la verdad, respetar la dignidad de toda vida y vivir en la verdadera esperanza.
Gracias por ser usted como es.

Anónimo dijo...

Precioso, de verdad. Siento decirlo tanto, pero no puedo evitarlo!!! Se nota que Vd. está muy cerca del "Dios que alegra mi juventud", como el salmista. Un saludo, con todo cariño y gratitud.