Salgo del confesonario a las siete de la tarde y me dispongo a llevar la Comunión a Carmen, lo mismo que ayer. Sobre el altar, frente al tabernáculo, ya han colocado el corporal y la “teca”, una cajita redonda plateada, o quizá de plata, donde se guarda la Sagrada Forma para los enfermos. La teca está dentro de una bolsa de seda con adornos dorados que llevaré colgada al cuello con un cordón también de seda blanca.
Abro el Sagrario, hago genuflexión, quito la tapa del copón y guardo una forma en la teca. Vuelvo a cerrarlo todo, me aseguro de que tengo bien abrochada la chaqueta y cerrado el impermeable para que nadie note que llevo al Señor conmigo, y me dirijo a la puerta de salida.
Es Dios quien baja en el ascensor. Ya me lo recordó ayer Álvaro desde sus 9 años y hoy procuro tenerlo muy presente. Debo cuidar los detalles. Es lógico que tratemos con cortesía al Señor; mejor que si fuera el rey de España. Ya que Él se conforma con un borrico para moverse por la ciudad, procuremos, al menos, que el borrico no sea grosero.
En la calle, Jesús pasa entre los clientes de “Mallorca”, una de la mejores confiterías de Madrid. Hay un pequeño incidente, con música de claxon, por culpa de los automóviles que aparcan en doble y en triple fila. Una mujer rumana —la misma de todas las tardes— me pide limosna. Le digo que luego. En el bolsillo de la camisa, junto a la teca donde viaja el Señor, vibra el teléfono móvil en una llamada que no contesto.
Jesús espera a que el semáforo dé paso a los peatones. Dios es hoy un peatón más.
En la Calle de Don Ramón de la Cruz, una antigua alumna que se dirige hacia mí con una sonrisa radiante. Hace años que no la veo, pero le digo la verdad:
—Llevo a Jesús Sacramentado, voy a dar una Comunión…
Un poco confundida, balbucea algo. Le pido que me acompañe —son menos de cien metros— y lo hace muy a gusto en silencio. Yo trato, inútilmente, de recordar su nombre.
Llegamos a casa de Carmen. La ceremonia es brevísima. A la salida, me espera la chica en el portal.
—¿Ya?
—Ya.
Le explico que hace años, cuando las ciudades apenas tenían tráfico rodado, en los países cristianos era normal trasladar al Señor solemnemente, con roquete, velo humeral y con un acólito que tocaba la campanilla para anunciar el paso del Santísimo. Ahora, en cambio, Jesús va de incógnito, salvo en la gran procesión anual del Corpus Christi.
—Es lo que ocurrió cuando la Virgen fue a ver a su prima. Se mezcló con las caravanas de los que viajaban hacia el Sur y pasó inadvertido para todos, salvo para la propia Santa Isabel.
—O sea, como ahora.
De pronto recuerdo que, en efecto, mi alumna se llama también Isabel.
—Lo que pasa es que tú no eres santa, de momento. Por cierto, ¿a qué te dedicas? ¿Te casaste…?
7 comentarios:
pero Vd.... no se despista nunca?. Haber, como consigue ese "estar" cuando todos los sentidos nos llevan en dirección contraria ... Algun secretillo que no haya contado ¿?. Espero no le resulte insolente, es puro agradecimiento.
Despistes? No conozco a nadie más despistado que yo
Llevar a Cristo en el pecho es una de las cosas más impresionantes que forma parte de ser cura, al menos así me lo parece. Recuerdo cuando acompañaba a mi director espiritual a llevar la comunión también: íbamos rezando padrenuestros y avemarías todo el camino. Cuando salíamos de la parroquia, la gente se arrodillaba dondequiera que estuviera.
Sé que no me toca a mí hacer lo siguiente, porque a nadie deberían felicitar por hacer lo que constituye parte normal de sus labores ("Somos siervos inútiles..."), pero en estos tiempos... Por eso lo felicito por hacer genuflexión delante del sagrario. He visto curas que ya no lo hacen, y abren el sagrario como si fuera el botiquín del baño (con perdón).
¿Nunca se le ha ocurrido alguna "picardía"? ¿No tiene anécdotas de su intimidad con el Señor? Recuerdo que el Cura de Ars en una ocasión, sosteniendo la hostia en la elevación, le decía a Jesús: "Si no me dejas entrar al Cielo, no te suelto" (no recuerdo si le pedía entrar al Cielo o al Infierno, que el tipo, llevado por su concepto de humildad, creía que eso se merecía).
Un abrazo.
Su texto de hoy me ha conmovido, don Enrique. Gracias por este blog. No sabe el bien que hace. Gracias.
Gracias Don Enrique. La oración de Acción de Gracias que aprendí de las alumnas de Aldeafuente nos ayuda a todos después de comulgar: Creo que estas presente dentro de mí, con tu cuerpo, con tu sangre, con tu alma y con tu divinidad, y LO CREO MAS FIRMEMENTE QUE SI LO VIESE CON MIS PROPIOS OJOS. Y conmueve oírselo repetir a los niños. Gracias.
GRACIAS D. ENRIQUE POR ESTE TESTMONIO TAN PRECIOSO Y QUE NOS RECUERDA QUE TENEMOS QUE TRATAR MUY BIEN A NUESTRO HERMANO JESUS Y A SUS SACERDOTES, AL PASAR POR UNA IGLESIA VISITARLE O SANTIGUARNOS O DECIRLE UNA JACULATORIA,... REZAR POR SUS SACERDOTES, Y ABRIRLE NUESTRO CORAZON EN LA MESA PASCUAL JUNTO A LOS DEMAS HERMANOS CATOLICOS O NO.
OTRA VEZ, ENHORABUENA POR SU BLOG (SI PUSIERA PUBLICIDAD, YA SERIA ARCHIMILLONARIO, JEJEJE.) PERO ENHORABUENA POR SER POBRE PARA DARNOS AL DIOS AMOR, Y ENSEÑARNOS A DAR AMOR AL NO AMADO.
Hoy ha sido mi cumpleaños y descubrir este blog ha sido un gran regalo, muchas gracias.
Ya está puesto en "mis favoritos", ya tengo en internet un sitio enriquecedor, algo para conocer más a Dios e intentar ser mejor.
Pensar en "Llevar a Cristo en el pecho" me ha hecho pensar, todos los días me dejas que te lleve, me das esa oportunidad y he ido a misa para poder llevarle.
Muchas gracias.
Publicar un comentario