martes, 15 de abril de 2008

La ventana


Decir que en Miraflores hay flores es casi un pleonasmo, pero reconozco que no me esperaba un alarde de color y de aromas como el que he vivido esta mañana cuando he bajado a la farmacia del pueblo.

Cerca de la plaza hay una ventana enmarcada generosamente en una catarata de geranios de varios colores. Me he quedado un rato contemplándola. He sacado el teléfono del bolsillo para hacer una fotografía y ponerla en el blog, pero, de pronto, al otro lado del cristal, ha aparecido el rostro de una mujer, y yo me he sentido como un intruso.

Machado escribió una especie de proverbio: “el ojo que ves no es ojo porque tú lo veas, es ojo porque te ve”. Lo mismo podría haber dicho de las ventanas. Las ventanas nos ven, nos miran; son los ojos de las casas, siempre vigilantes. Podemos devolverles la mirada, pero no es de buena educación hacerlo con descaro, fijando la vista en ellas demasiado tiempo.

A veces las ventanas están entornadas. En verano bajan los párpados para que el sol no las deslumbre. También hay ventanas ciegas, con vidrios traslúcidos, cansados ya de tanto mirar. Y hay “miradores” —bellísima palabra ya en desuso— que son ojos inquietos que vigilan en las callejuelas de los pueblos.

Regreso a La Acebeda sin la foto (buscaré una en Internet) y, al entrar en el pequeño jardín de mi zona me pregunto si Dios tendrá también una ventana para vernos desde arriba. El nos mira desde el fondo de nosotros mismos y no necesita un “mirador” para conocer hasta el lunar más insignificante de nuestra alma; pero —¿por qué no?— tal vez algunas veces quiera divisarnos desde lo alto, como parte de este paisaje espléndido que yo mismo contemplo ahora.

A mi espalda, Dios me acompaña, cuando sigo a un pájaro con la vista desde mi ventana.



5 comentarios:

Juanma Suárez dijo...

Pues, don Enrique, yo más bien me imagino el Cielo como una gran casa (la del Padre) con un gran balcón desde el que Dios nos contempla, nos vigila y, a veces, como un Padre amoroso, nos grita para que no nos caigamos o no juguemos con aquéllo porque puede hacernos daño.

Una gran casa con un gran salón, donde todos los Santos están siempre de tertulia con la Virgen, que les cuenta cosas (yo siempre he pensado que la Virgen debía de contar unos cuentos increíbles; Tolkien decía que el hombre es el animal que cuenta cuentos, y si la Virgen es la criatura más perfecta creada, siendo mujer, debe ser una contadora de historias genial), o son los Santos los que le cuentan anécdotas a la Virgen...

Y de vez en cuando Dios llamará a alguien al balcón para enseñarle algo: "¿Ves? ¿No te dije que ese hijo mío saldría del bache donde estaba?" o para mostrarse orgulloso de algún otro...

Por supuesto que también La Casa tendrá ventanas, para que Dios pueda entrar a la tertulia con su Madre y sus Amigos sin tener que apartar los ojos de nosotros...

El Cielo debe ser una gran casa andaluza, ¿verdad?

(Lo siento, al final me tiró la tierra propia)...

Nuevepornueve dijo...

Ole ese patio andaluz, Juanma!
Mientras leía tu comentario ... me acordaba de un poema un poquito largo (pero al que no le sobra de ná), sobre la primera "juerga andaluza" que se organiza en el Cielo.
D. Enrique! No se hace una idea de la envidia que me da! Aproveche y descanseeee Ud. un poco!

Enrique Monasterio dijo...

Anda, mándame ese poema, aunque sea largo

Anónimo dijo...

¿A la farmacia? ¿No estará Ud. malito? (Espero que fuera a por hilo dental).
Lo que no entiendo es cómo le da tiempo a percatarse hasta del detalle más pequeño cuando sale a dar sus intrascendentes paseos, con lo ocupada que debe estar su cabeza con los vijes que se pega.
Increible capacidad, preciosas reflexiones.

Sinretorno dijo...

Este blog tienes más de tres mil entradas? Tenga cuidado que hasta los Obispos leen pensar por libre...y aunque las conexiones sean lentas siempre tenemos posts.VIva Kloster.