jueves, 12 de marzo de 2009

Adoro te devote (VII)


In cruce latebat sola deitas;
at hic latet simul et humanitas.

Ambo tamen credens atque confitens,
peto quod petivit latro poenitens.
En la Cruz se escondía sólo la divinidad, pero aquí también se esconde la humanidad. Creo y confieso ambas cosas, pido lo que pidió el ladrón arrepentido.


Entre todos los personajes presentes en el Calvario, el autor del “Adoro te devote” elige a uno: al que hemos llamado siempre “el Buen ladrón”.

Compartir el mismo tormento crea una camaradería única, rocosa y duradera como ninguna otra en el mundo. No hay compañerismo más auténtico ni más fraternal que el de los soldados que luchan en la misma trinchera o el de los que sufren idéntica condena. Cuando dos reclusos padecen juntos esa tortura legal que es la pérdida de la libertad, pueden llegar a odiarse o convertirse en amigos hasta la muerte, en hermanos de prisión y de sangre. Y si uno de ellos es inocente o si está a punto de salir porque ya ha cumplido con la ley, el otro tiene derecho a gritarle: “acuérdate de mí cuando estés en tu casa”.

Desde ese momento, el que queda en prisión sabe que no estará solo nunca, que le espera un hogar, un lecho y un amigo que no lo traicionará.

Mi corazón está muy cerca de ese bandido. También porque es la única persona canonizada en vida por el mismo Dios:

—“Hoy estarás conmigo en el Paraíso” —le respondió Jesús—. Hoy, esta tarde, a las tres en punto. Espera un poco. Aguanta conmigo este tormento de la Cruz y llegaremos juntos a casa. Allí estarás a salvo para siempre conmigo.

Ahora, cuando miro a Jesús en la Eucaristía, al recordar los sufrimientos —¡tan pequeños!— que he padecido en mi vida, no me cuesta nada repetir las palabras de mi colega el ladrón:

—Yo estoy en la Cruz con toda razón, pues sólo recibo el justo pago de lo que he hecho. En cambio tú eres inocente. ¿Qué haces aquí, en mis manos, con tus llagas abiertas? ¡Señor, acuérdate de mí cuando estés en tu reino! Yo sé que tú eres el Rey, el Dios escondido; es nuestro secreto, el que tú me confiaste en confidencia de amigo cuando estábamos juntos en la misma prisión.

7 comentarios:

Isa dijo...

¡Hasta enfermito nos escribe estas cosas! muchas gracias.
Yo todos los días le pido a Dios que me lleve a su Reino cuando Él quiera, pero que me ahorre el purgatorio...
Pero para eso también me hace falta la confianza ciega del buen ladrón, ¡qué cariño y abandono hacia Cristo! qué ejemplo...
¡Ah! cuídese y haga caso al médico en todo...

CRIS dijo...

Hola D.Enrique.

Espero que esté mejor.

El lunes falleció el párroco de los Carmelitas de la C/Ayala, José Luis, no sé si le conocería.

Tenía 55 años y un cáncer fulminante se lo ha llevado en un mes.

El martes por la tarde, rezamos vísperas junto a su capilla ardiente instalada en la parroquia...yo las recé dos veces, porque antes tuve otra celebración. En las primeras leímos al azar el Evangelio del buen ladrón...en las segundas vísperas, nos salió el Buen Pastor.

A mi me impresiona como la Palabra de Dios da siempre en el clavo y va directa al corazón de quienes la escuchan.

Hoy su post me ha recordado ese momento tan reciente, doloroso en lo humano, porque para mi era alguien muy querido y especial, pero reconfortante en lo espiritual.

Un abrazo, le deseo que se recupere pronte bronquitis.

Anónimo dijo...

Gracias D.Enrique,cuando se tiene un corazon enamorado no hay quien resista a los virus.
Me encanta meditar la pasion de nuestro señor,me ayuda mucho...
El buen ladron me conmueve y la "veronica" me produce una santa envidivia
Cuidese.....dejese cuidar, mejor dicho

Anónimo dijo...

Espero que siga mejor D Enrique. Gracias por ayudarnos con esos comentarios. Quien tuviera su inspiracion para contagiar a los demas de ese inmenso amor y fe ciega en el Señor.
No se olvide de pedir por todos los que le seguimos.
Que se recupere

Lucía dijo...

Cuando Le tenga en sus manos, dígale que también se acuerde de mí y de los míos.Gracias.

Anónimo dijo...

D. Enrique , me emociono...
Cuando tenga al Señor en sus manos, encomiende a los ladrones que entramos en su blog.
Gracias , por ayudarme a acercarme al Señor.

Anónimo dijo...

Me doy cuenta de que en mi vida espiritual voy pivotando entre los dos ladrones. ¿Cuánto tendré yo, Señor, de “ladrón malo”? Lo que tienes que hacer es salvarte Tú, y de paso me salvas a mí. ¿Cuántas veces te exijo que te comportes como yo quiero, como yo espero de Ti? No, Tú no sabes hacer las cosas, no. Las cosas se hacen como yo quiero, y Tú te tienes que adaptar a mí. ¿No esperarás que sea yo el que me adapte a Ti? Cuando veo este panorama, lo único que me queda es dar gracias por las veces que he sido “ladrón bueno”. Abandono, confianza, humildad,…