jueves, 26 de marzo de 2009

Adoro te devote (VIII)


La sombra de la Cruz está presente en cada verso del Adoro te devote.

Plagas sicut Thomas non intueor/ Deum tamen meum te confiteor…

No veo las llagas, como las vio Tomás; sin embargo confieso que eres mi Dios…

Tomás Apóstol; “el mellizo” lo llama el Evangelio. Otros lo han tildado luego de incrédulo o escéptico, también de empirista. ¡Aquella protesta desafortunada! —“si no veo en sus manos la señal de los clavos y meto mi dedo en el lugar de los clavos”—…; pero no, Tomás no era así.

Si alguna vez os encontráis con un escéptico que alardea de serlo, tened la certeza de que estáis ante un hombre apasionado que ha recibido una herida demasiado profunda y se acoraza en un falso cinismo para no volver a sufrir.

Tomás fue entusiasta, vehemente, exaltado hasta la locura de querer entregar la vida con Jesús y por él:

—¡Vayamos todos y muramos con él!, exclamo poco antes de la Pasion.

Pero cuando la losa del sepulcro se cerró sobre el cadáver del Maestro, se le derrumbaron con estrépito todos sus sueños y aquel corazón impetuoso se enfrió de golpe hasta convertirse en un bloque de hielo.

¡Pobre Tomás! ¡Tenía tanto miedo de volver a empezar!

—Pon aquí tu dedo y mira mis manos; acerca tu mano y métela en mi costado…

Le bastó oír de nuevo aquella voz y el cariñoso reproche de Jesús para que el hielo saltara en pedazos y manifestase su amor y su fe con la vehemencia y la pasión de siempre. Y Tomás —el escéptico— fue el primero que llamó “Dios” a Jesús.

Ahora, al contemplar a Jesús Sacramentado, yo tampoco veo sus llagas, pero recuerdo, como si fuera ayer mismo, que después de hacer la Primera Comunión, siempre que asistía a Misa, durante la elevación de la Hostia y el cáliz, mi madre me susurraba al oído, para que yo las repitiera, las mismas palabras de Santo Tomás:

—¡Señor mío y Dios mío!

Creo que nunca he dejado de decirlas.

4 comentarios:

Isa dijo...

Cuánto cuesta volver a empezar a veces...pero no debemos olvidar aquellas palabras de Cristo: "Te basta ni gracia..." y ¡a recomenzar! pidiendo siempre más y más fe...
Mi madre también me enseñó a decir: "Señor mío y Dios mío" y nunca lo he dejado de recitar en mi interior en la Consagración...
Yo también queiro reconocer, como Tomás, a Cristo como Señor de mi vida, al que debo servir...

Anónimo dijo...

"Si alguna vez os encontráis con un escéptico que alardea de serlo, tened la certeza de que estáis ante un hombre apasionado que ha recibido una herida demasiado profunda y se acoraza en un falso cinismo para no volver a sufrir." D. Enrique, Ud. tiene toda la razón.

lolo dijo...

Toda la razón. Y tenía tanto miedo!

Anónimo dijo...

Ha dado en el clavo.