Orden y simetría

 ―¡Menudo desorden, colega…!

Kloster llega como siempre, arrogante e impertinente.

―Te equivocas, amigo. Santo Tomás de Aquino definió el orden como la recta dispositio rerum ad finem, o sea la mejor disposición de las cosas para lograr un fin. Eso que tú llamas desorden es el caos necesario para hacer bien mi trabajo. Chesterton ya explicó que no hay que confundir el orden con la simetría.

―Veamos: dos pares de gafas, una funda vacía, un periódico, un catecismo abierto, un Nuevo Testamento, un cenicero sin ceniza, las llaves del coche, un disco de Harry Potter, una bolsa de pañuelos de papel, dos libritos de teología, un alzacuellos viudo, unos auriculares, el ordenata, el teléfono móvil, un cubilete con lápices, unas tijeras... Lo recogerás todo luego, ¿no?

He expulsado a Kloster de mi despacho. ¿Qué se habrá creído?

Pero sí, al final lo he dejado todo la mar de simétrico.