lunes, 1 de junio de 2015

Pasear por Riaza

Pasear por Riaza es una forma de revivir viejos recuerdos y dejarme llevar por la imaginación. Han cambiado pocas cosas desde que vine aquí por primera vez hace más de treinta años; hay un supermercado nuevo, alguna terraza remozada en los bares del centro y poco más.
En la farmacia recuerdan la medicina que compré hace más de seis meses; en la plaza saludo a un carnicero que siempre me llama por mi nombre.
—¿De qué nos conocemos?
—Usted a mí no me conoce, pero yo a usted sí desde que vino aquí con sus padres hace un montón de años. Su padre estaba enfermo, ¿verdad?
Luego me dirijo a la droguería para saludar a Tini —me parece que su nombre es Constantina—, que trabajaba en la casa de convivencias allá por los años 80. Entonces era una chavala muy joven, la mar de lista, guapa y espabilada. Un día se nos casó con el droguero y ahora tiene dos hijos estupendos, grandes como dos torres.
Después de piropearnos mutuamente  ("para usted no pasan los años", "pues anda que tú…", etc.) ponemos al día nuestros recuerdos y me intereso por los chicos: el mayor está en Madrid, es policía nacional y se dedica a los antidisturbios. El pequeño terminó Magisterio y anda buscando trabajo.
—No para de mandar currículos y de buscar en Internet…
—Dile de mi parte que no gaste papel en balde; que vaya él en persona con el curriculum en la mano y hable con los que pueden darle trabajo. Así verán que el chaval vale la pena.
—¿Usted cree…?
Entro en la iglesia, que tiene las puertas abiertas de par en par.
—Padre, ¿sabe si hay Misa? —me interroga una señora muy anciana—.
—Yo estoy de visita como usted, pero he visto en la puerta un cartel que anuncia una boda para las 12 y media. Se casan Javier y Nereida; ¿los conoce?
—No sé…, a mí se me olvidan las cosas…
Veo también en la puerta que el equipo parroquial, compuesto por dos sacerdotes, debe hacerse cargo de 18 pueblos. Y, a juzgar por los horarios de Misas, se multiplican de forma increíble.
—¿Usted confiesa aquí?
—A ti, por supuesto que sí. ¿Cuántos años tienes?
—Voy a cumplir catorce…
—No tengas prisa, chaval. Seguro que los cumples cuando toque.
A la salida de la iglesia, me tropiezo…, ¿con quién? Es una señora a la que he visto mil veces, pero me resulta imposible recordar dónde ni cuándo.
—¿Qué, en el albergue otra vez?
—Ya ves…
Me monto en el cochecito y vuelo hacia la ermita de Hontanares. Aún no he saludado a la Virgen y me lo puede echar en cara.


3 comentarios:

Fernando M Díez Gallego dijo...

Me ha gustado esta entrada.
Tomo nota, para mis alumnos y profesores noveles, de lo de llevar el currículum en persona.
Un abrazo desde Granada.
Fernando

Anónimo dijo...

Evidencia de que la amistad es algo más real que los idílicos poemas que en su nombre se escriben.
¡Qué maravilla poder saludar a tanta gente que en el fondo muestra una cosa, cariño!
Y lo de los curricula, pues sí: la tecnología es medio, no fin

Papathoma dijo...

Se me ocurría esta mañana al leer su entrada, que con estas historias cotidianas, podía escribir todo un manual de Pastoral para curas jóvenes.