domingo, 30 de septiembre de 2007

—“El traidor se la pega contra un muro”.


Acabo de oír estas palabras por la radio. El comentarista se refería, irónicamente por supuesto, a Fernando Alonso, que acaba de estrellar su bólido en Japón y se ha despedido del mundial de Fórmula 1.

Mi interés por este ruidoso deporte es nulo. Me importan más las palabras, y cuando he oído “traidor” me he llenado de nostalgia. “Traidor” es una palabra arcaica, anticuada, moribunda. Para traicionar es preciso haberse comprometido del todo.

Los maridos traicionaban a sus mujeres, o viceversa, cuando faltaban a sus promesas matrimoniales y cambiaba su cónyuge por un apaño. Los soldados traicionaban a su patria cuando incumplían el juramento a la bandera. Y así sucesivamente.

Pero ¿quién habla hoy de traidores o de traiciones? Cualquiera diría que lo importante no es ser fiel, sino “auténtico”. Y la autenticidad, seamos sinceros, es virtud ambigua de difícil definición.

Así, por ejemplo, si un cura abandona el sacerdocio y se busca una pareja complaciente, nadie dirá que es un traidor; lo más probable es que se alabe su autenticidad, su coraje para romper con el pasado y seguir la llamada del corazón. Si una esposa renuncia al hogar conyugal a cambio de un Ferrari con un bípedo rubio al volante, dirán que tiene derecho a “rehacer su vida”. Si un político de sólidas y utópicas convicciones, siente la llamada de la Patria y cambia sus quimeras más profundas por una dirección general, no lo llamarán traidor. Afirmarán que ha madurado.

Y, si un empleado cambia de empresa, ¿por qué no llevarse en un pen-driver algunos secretillos?

—¿Traidor yo? No, por Dios. Soy fiel a mí mismo. Vivo en presente. Nada me ata. Soy libre.

PD. Conste que no tengo ni idea si éste es el caso de Alonso. Como digo, la Fórmula 1 me aburre casi tanto como el golf.

5 comentarios:

Hadasita dijo...

Estoy de acuerdo en general. Sólo un comentario... Cuando la decisión original es incorrecta, rectificar no es traición: es conversión. A veces es en nuestras decisiones originales donde nos traicionamos a nosotros mismos o al plan de Dios sobre nuestras vidas. A veces recomenzar de cero sí es de valientes. Y cuesta, ¡vaya que si cuesta!.

Anónimo dijo...

Bueno, supongo que todo depende de la óptica y del "correctismo" imperante. Qué mal suena la palabra traidor, pues si no nos gusta lo que hace, llámemosle "tránsfuga"...
Ocurre lo mismo que con la "fidelidad". Se prefiere hablar de "lealtad". Sin duda, el negocio es aligerar la carga de verdad de las palabras.

María dijo...

si, estoy de acuerdo, pero pienso que para calificar de "traidor" o "traidora" no basta con "Observar" el acto, hay actos que pueden parecer de traidores y en realidad no lo son... bueno, es dificil de explicar así en abstracto, lo que es importante para no ser un traidor es ser muy sincero con uno mismo y orientar todas nuestras decisiones a la búsqueda del Bien... uy qué filósofa me he levantado esta mañana...

Anónimo dijo...

se puede entender de muchas formas

Anónimo dijo...

Realmente, la mejor forma de ser auténtico es ser leal. Eso sí, la mayor lealtad es la lealtad para uno mismo, pero no entendida como conveniencia, sino como dignidad. Sería la lealtad del político que abandona a un jefe de filas corrupto o tiránico, o de la mujer que abandona a un marido que sólo le pega y la insulta, por poner dos ejemplos. Perfectamente de acuerdo con usted en eso de la moral chicle que hoy se ha construido a base de autenticidad.