—Oye, ¿tú sabes cómo me llamo yo?
—No me hace falta, padre. Usted es padre, y basta.
—Ya. El caso es que tampoco sé cómo te llamas tú...
—Mi nombre es muy feo, padre, no vale la pena.
—Seguro que no es tan feo...
—Sí, padre. Me llamo Stalin...
—¿Stalin?
—Sí, pero todos me llaman Manuel.
Justo al lado de mi amigo veo un cartel tan desconcertante como el nombre de mi amigo. Le saco una foto con el teléfono: "bolsas de hielo frío".
Otro día escribiré más. Se está preparando otra tormenta.
6 comentarios:
El nombre de tu amigo ecuatoriano me ha recordado una anécdota familiar: Una tía abuela a quien su padre, comunista, en tiempos previos a la 1ª república bautizó "por exigencias sociales" pero con el nombre de "María Amapola" (lo de María fue para que el cura no se quejara, y lo de Amapola, ya se sabe: por el color).
En cuanto al hielo frío... sin comentarios. Un abrazo, hermano.
¿Qué es eo de la tormenta? ¡Pues habrá que ver qué vende el ecuatoriano! Si yo fuera voceador y tuviera que vender periódicos no se qué haría con los que "no me gustan". Si no los vendo seguro me corren, si los vendo actuaría contra mi conciencia... ¡Qué cosas caray!
Estupenda entrada. La vida misma.
Ja, ja, ja, Stalin vendiendo hielo... y además frio. Se me pone la piel de gallina.
Lo de la tormenta no fue una metáfora, Patzarella. Poco después cayó un aguacero tremendo en el barrio que me pilló de lleno. Tuve que cambiarme hasta los calcetines.
joe... estoy tan espesa que no había pillado lo del hielo frio...
espero que le sacar el nombre a su amigo... llamando por el nombre siempre entran mejor las cosas...
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