martes, 22 de abril de 2008

"Para su seguridad"


Llamo por teléfono a un departamento de la Administración del Estado (Gobierno de España) con la legítima intención de informarme de algo que no diré, salvo en presencia de mi abogado.

Una voz femenina ligeramente metálica me invita a pulsar el uno, luego el tres, a continuación el uno de nuevo y los ocho guarismos de mi DNI. A partir de ese momento la máquina me tutea y me llama por mi nombre de pila a pesar de que no hemos sido presentados.

Yo, que aspiro a conversar con un ser humano de carne y hueso, voy superando todas las pruebas que se me proponen y, cuando ya no me piden nada más, veo con agradecimiento que no necesitan saber mi grupo sanguíneo ni mis antecedentes penales. Al final, he logrado mi objetivo.

—Buenas tardes, mi nombre es Loreto, ¿en qué puedo servirle?

—Buenas tardes, Loreto, mira yo querría saber…

A Loreto, de pronto, le da un espasmo administrativo, pone voz de gaviota y dice:

—Para su seguridad, esta conversación está siendo grabada automáticamente.

Cuelgo el teléfono de golpe y me oculto detrás del sillón. Miro en todas las direcciones en busca de cámaras de video. ¿Me estarán filmando también “para mi seguridad” o se limitarán a registrar mi voz sin pedirme permiso?

En la calle me encuentro con Kloster y le cuento mi aventura telefónica.

—No me extraña, colega —me responde—: yo he llamado al banco y me ha pasado lo mismo. Sólo que la telefonista se llamaba Rocío. Me ha pedido todos los datos “para mi seguridad” y ha grabado la conversación entera.

—¿Y tú que has hecho?

—He aprovechado la grabación para hacer unas declaraciones filosófico políticas y he pedido a Rocío que me diera ella sus propios datos —edad, color de los ojos…, nada especialmente ofensivo— por si valía la pena invitarla a tomar unas copas. Lamentablemente ha rehusado.

—Lo que no comprendo es qué tiene que ver esto con tu seguridad.

—Absolutamente nada. Es la seguridad de ellos la que importa; pero, como vivimos en una época de decadencia y canguelo colectivo, la apelación a la seguridad vende más que cualquier otro valor. Con el pretexto de nuestra seguridad, se ha instaurado el Estado nodriza, que va limitando nuestras libertades hasta convertirnos en corderitos lechales a quienes amamantar.

Siempre ocurre lo mismo: Kloster se me pone radical y hay que cambiar de tema; pero sospecho que, en este caso, tiene algo de razón. Parece cierto que somos capaces de admitir cualquier restricción de nuestros derechos con tal de que nos digan que así estaremos más seguros.

Creo que fue en Suecia donde hicieron una especie de encuesta sobre “libertad y seguridad”. En la duda, los suecos optaron siempre por la seguridad.

—La libertad ya no vende —apostilla Kloster—. También aquí nos quedamos con la miserable libertad del lactante, que sólo pide su mamandurria para ser feliz. Y llegaremos al Estado-UVI; o sea, anestesia y cuidados paliativos para todos.

Salgo del colegio un tanto deprimido por las palabras de mi amigo y regreso a casa caminando. Son cuatro kilómetros y medio que me sirven para comprender que necesito hacer ejercicio con más frecuencia.

A la altura de Arturo Soria, una cámara de vídeo instalada en el portón de un chalet privado, me apunta descaradamente y me sigue por la acera. Vuelvo sobre mis pasos, y, en efecto, la cámara se ha encariñado con mi apuesta figura. Debo estar agradecido: es por mi seguridad. Lo dice un letrero situado junto a la cámara.

Si uno no tuviese este aspecto tan venerable, haría como Kloster: me instalaría frente al objetivo para leer un manifiesto libertario.

Al llegar a casa, leo en la prensa gratuita los últimos adelantos que utilizará el municipio para evitar la delincuencia. Nos grabarán en video cuando subamos y bajemos del autobús y del Metro. En los semáforos habrá cámaras con memoria para atrapar a los que crucen en rojo. En las entradas de los grandes edificios, las cámaras “barrerán” hasta quinientos metros cuadrados de acera…

Miro al Cielo en busca de auxilio, pero rectifico enseguida: probablemente los satélites de Google me estarán observando.

Esta noche he dormido mal. Soñé que, al salir de casa, un inspector controlaba la suela de mis zapatos para ver si estaba homologada, y me obligaba a ponerme otros de goma para protegerme de la lluvia.

—¡Y quiero verle con bufanda, que hace frío!

Traté de protestar, pero el inspector apostilló sonriente:

—No se queje: es por su seguridad…

17 comentarios:

Kike dijo...

Me dio mucha risa aquello de "espasmo administrativo", ¡ja, ja, ja! Yo comenté el mismo tema, padre, aquí .

Yo no creo que haya que ir hasta el tema del Gran Hermano, el Estado controlador y demás. Para mí es simplemente la mediocridad y cobardía de las empresas de atención al cliente, que buscan blindarse y tener la sartén por el mango:

1) Sus operadores se aprenden de memoria un manual que no cubre ni el 10 % de la casuística, pero con el que están obligados a cubrirla al 110 %... y en cierto límite de tiempo.

2) Saben que su tasa de ineficiencia es muy alta, y que esto puede generar malestar. Por ello se blindan de distintos modos: está prohibido hablar dos veces con el mismo operador, está cuasi-prohibido que el operador dé sus datos (se reofenden), graban la llamada para intimidar al reclamante...

Lamentablemente he de confesar que cada vez que llamo al centro de atención al cliente de algún lado, en el 90 % de los casos (no exagero) he de terminar confesándome. Sí, aprendí cómo hacer para que la susodicha grabadora no me intimide y poder, digamos, expresar cierta libertad lingüística en cada caso.

(Por cierto, tengo para mí que no todas las llamadas son grabadas, sino solo una selección al azar).

Anónimo dijo...

Un cuñado mío, cuando tenía que presentar alguna queja, o simplemente preguntar alguna duda a alguna compañía, siempre empezaba diciendo: Soy Fulano de Tal, abogado, y esta llamada se está grabando para asegurar mi integridad.
Le trataban bastante bien desde el otro lado de la linea.

c3po dijo...

Yo hago como Kloster. Cada vez que me llaman de una Operadora de Móviles preguntándome si soy el titular de la línea, paso al ataque y empiezo a pedirles que se identifiquen. Me dicen que son de la Operadora Tal o Pascual. Insisto en que eso lo puede decir cualquiera, y que puede ser un caso de estafa porque siempre llaman con número oculto; acto seguido les amenazo con denunciarlos por acoso y les digo que estoy grabando la conversación porque mi móvil puede hacerlo. Indefectiblemente, se acongojan y cuelgan.
Es divertidísimo. Haced la prueba.

Juanma Suárez dijo...

Jajajaja. No puedo por más que reirme esta vez con los comentarios de esta entrada. Por mor de las casualidades, ahora mismo, y espero que de forma pasajera, yo trabajo en uno de esos "servicos de atención al cliente" de una empresa de internet que no revelaré (por si me están grabando estas palabras).

Lo que dice KIKE es más o menos cierto, salvo que, en mi caso, por ejemplo, al tratarse de conexiones a internet y de líneas personales, sí se le piden a los clientes el teléfono de la conexión y el DNI del titular (fundamentalmente por acceder a los datos del cliente). Sólo en el caso de tener que facilitarle algún dato confidencial al interlocutor (dígase la contraseña de su conexión) se suele pedir algún dato de más para comprobar que realmente sea el cliente o alguien cercano al que le vamos a ofrecer esos datos (y reconozco que aún así tampoco es muy fiable ésto).

Lo de "estar prohibido hablar con el mismo teleoperador" no sé hasta qué punto es real: las llamadas suelen entrar en cola, y los operadores no pueden dar paso a unas u otras. Si con un operador se pierde la conexión, esa llamada vuelve a entrar de nuevo con el operador que esté libre en ese momento. Por si sirve de algo, algunos días yo he podido hablar hasta tres veces con el mismo cliente (en ese caso creo que habría que pedirle que nos rellenara una Primitiva, porque seguro que es una persona con suerte, es cierto).

Por último, (y creo que me estoy pasando con este mega-comentario, lo siento don Enrique), y por defender a mis compañeros de profesión (está claro que muchos no están cualificados, e incluso hay gente muy cualificada que no sabe tratar a los clientes; la universidad está llena de gente así: muy buenos profesionales y doctores, pero nulos para dar clase), cuando se llama a un servicio de atención al cliente, quien responde la llamada es una persona. ¿Qué quiero decir? Que también nos molesta que nos insulten, que nos digan que somos unos ineptos, que nos busquemos otro trabajo... Por lo general, los clientes que "entran" de forma intempestiva suelen generar cierto distanciamiento, o sea, "tú sigue gritando que ésto te lo voy a arreglar yo, seguro" (dicho de forma irónica)...

Bueno, esto da para mucho. Prometo hacer algo para comentar todos los aspectos "del otro lado del teléfono" en otro sitio. Don Enrique, espero que no se enfade conmigo por esta parrafada. Sigo por aquí...

Anónimo dijo...

Yo nunca contesto cuando la llamada es oculta. Y tampoco cuando es privada. Por experiencia sé que quieren vender algo o realizar una encuesta...y te hacen perder el tiempo.
Gracias por el comentario, Juanan. Yo era de esas que arremetían contra los que, después de pulsar mil teclas, por fin se ponían al teléfono. Pero has de reconocer que es una pesadilla llegar a contactar con una voz humana.

El artículo es buenísimo, Don Enrique. La situación la clava.

Kike dijo...

Me disculpará el padre mi tocayo que le convierta el blog en un foro, pero no quería dejar de decir esto: que discúlpame, Juanma, que no pretendí ofenderte ni ofender a nadie que se dedique a lo que te dedicas. Me alegra, más bien, que lo hayas tomado a bien. En tu nombre pido disculpas a todas las personas que trabajan en lo que tú a las que traté mal.

Y dices bien, son personas, y a veces tienen que enfrentarse a gente como nosotros. Ejemplos (muy graciosos, por cierto) de eso encontrarán si buscan los blogs de gente como Llave Allen, Leandro Anonymous o el desaparecido blog de Aresius.

Algunas veces llamé al SAT y me hice violencia para ser amable todo el tiempo, y aun así he recibido malos tratos. Como bien dices, amigo Juanma, hay de todo. Salud.

Juanma Suárez dijo...

Es verdad, don Enrique, espero que nos disculpe esta intromisión en SU BLOG para convertirlo en un mini foro, pero prometo TRATAR de no volver a hacerlo (jejeje):

KIKE, no te preocupes. No me ofendiste en absoluto. Mis padres me enseñaron que hay que saber ponerse en la piel del otro y, al menos, yo trato de hacerlo cuando cojo una llamada. El problema de los teleoperadores es que a menudo tropezamos con el muro de la empresa y estamos atados de manos a la hora de tratar de ayudar a alguien.
SUNSI, es cierto que a veces, estamos en una sociedad tan macanizada, hablar con un ser humano por teléfono, y más en empresas grandes (y el Estado lo es) es una misión casi imposible. Y eso enerva. Yo tampoco contesto a números ocultos, NUNCA; porque además, conociéndome, y conociendo mi dificultad para decir "no", en una llamada de estas soy capaz de hacerme socio de la "fundación pro defensa de la alimentación con caviar para el caballo lipizano".

En fin, don Enrique, de nuevo, LO SIENTO, y gracias por soportar nuestras conversaciones en su blog.

Nuevepornueve dijo...

Pues... como no se me ocurre nada que no se haya dicho ya...Solo diré que me he sonreido MAS que el resto, porque yo me llamo Loreto. Y nunca nadie usa ese nombre para poner ejemplos o contar una historia. Y... qué narices! Me ha gustado, D. Enrique.

Anónimo dijo...

Esta frase quizá esté incompleta: "—Lo que no comprendo (es) qué tiene que ver esto con tu seguridad."

No me gusta que se meta con los suecos.

Enrique Monasterio dijo...

Gracias por la corrección. El dato de los suecos es exacto. Y no me meto con ellos; los comparo con los españoles y digo que estamos igual. ¿Es eso ofensivo?

Néstor dijo...

Tantas cosas se hacen en nombre de nuestra seguridad, que yo ya estoy dispuesto a renunciar a mi parte alícuota, para que me dejen moverme con tranquilidad.

Enrique Monasterio dijo...

Nestor, eso era exactamente lo que yo quería decir. ¡Viva la libertad!
Y, sí, Loreto, puse ese nombre en tu honor.

Juanan dijo...

Qué alegría de blog, que la gente tiene tanto interés en que no se convierta en un foro. Me da usted envidia, don Enrique. En el mío la gente se pone a tirarme trastos a la cabeza, aunque yo también tengo parte de culpa porque respondo...

A mí esto del Estado Nodriza sí me preocupa. No creo que haya un control personal ni que lo vaya a haber tal y como van las cosas, pero sí que el Estado cada vez controla más cosas de la sociedad de las que le corresponde. No entiendo yo qué es lo que entiende por "ser liberal" un gobierno que nos come la cabeza con que las uniones homosexuales son matrimonios normales y corrientes y nos tacha de homófobos cuando nos resistimos.

Enrique Monasterio dijo...

Juanan: tu blog va muy bien precisanmente porque respondes. Eres un peleón. Estás en la edad, y eso sí que es envidiable.

Anónimo dijo...

No pienso que a los suecos les guste que les comparen con lo españoles.

Enrique Monasterio dijo...

Querido anónimo sueco: a los españoles tampoco nos gusta que nos comparen con los suecos. De o que cabe deducir que los dos pueblos compartimos un mismo grado de ombliguismo mental.

Anónimo dijo...

Sí, don Enrique, tiene usted razón: los suecos, los españoles y el resto de los humanos tenemos el mismo grado de obliguismo mental.
(Me gusta la palabra ombliguismo).