La Asunción de María

Dentro de unos minutos, desde el presbiterio del oratorio de Molinoviejo, predicaré sobre la fiesta que celebramos hoy: la Asunción de la Virgen al Cielo.

Ayer por la noche ya estaba preparada la Misa. He visto que los ornamentos son de fiesta: la casulla, el alba, la estola... También el cáliz es espléndido, igual que el copón. Y habrá flores frescas en el altar e himnos marianos para acompañar con el canto la celebración eucarística. Todo está dispuesto para honrar a la Santísima Virgen de la mejor forma posible.

Y el sacerdote, ¿qué puede hacer? Saldrá revestido mejor que un rey, porque en el altar es Cristo el que actúa y no él. Pero su voz será la de siempre, la de un cura que se esfuerza por vestir de fiesta las palabras para piropear a su Madre del Cielo en voz alta aunque le dé vergüenza.

Yo voy a hablar de los "rostros" de María. Desde que Dios la soñó antes de la creación del mundo hasta que la recibió en el Cielo con cuerpo y alma y la coronó de estrellas, la Virgen vivió su vida oculta, su ascenso al Calvario y su glorificación, después de haber aprendido a ser Madre de aquellos nuevos hijos que Jesús le confió en la Cruz.

Algunos días es inútil preparar un guión. Seguro que el Señor me lo irá dictando al oído.