Hace muchos años, expliqué la parábola del Hijo pródigo, que hoy leemos en el Evangelio, a las niñas de Aldeafuente que iban a hacer la Primera Comunión. Les conté que el hermano pequeño se fue de casa y se lo gastó todo en chuches.
—¿Sabéis cómo se llamaba?, pregunté.
—¡¡¡Pródigo!!!, gritaron a coro.
Aclarada la cuestión, traté de ceñirme al Evangelio y les dije que pasó muchísima hambre, tanta que envidiaba las algarrobas que comían los cerdos:
—¿Qué son las algarrobas?
—Eso. A ver, ¿quién lo sabe?
Silencio absoluto. Entonces, para desbloquear la historia se me ocurrió decir:
—La que me traiga mañana una algarroba se lleva como premio el paquete de caramelos que tengo en la capellanía…
Seguí con la parábola. El episodio del hermano mayor fue el más difícil. A ver quién convence a treinta pequeñajas de ocho años que el que había sido siempre obediente no tenía que haberse puesto de morros al ver que su hermano pequeño se comía el becerro cebado.
No me llaméis "blog". Soy un globo que vuela a su aire, se renueva cada día y admite toda clase de pasajeros con tal que sean respetuosos y educados, y cuiden la ortografía. Me pilota desde hace algunos años un cura que trata de escribir con sentido sobrenatural, con sentido común y a veces con sentido del humor.
sábado, 14 de marzo de 2009
Chuches, algarrobas y el hijo pródigo
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13 comentarios:
Muy bien, padre, muy bien. Eso de que se lo gastó todo en chuches.
Es curioso el orgullo humano, que hasta que no se encuentra uno en el fango y envidiando las algarrobas de los cerdos, no vuelve a casa.
La verdad es que se me antoja verdadero arte apostólico explicar ciertas cosas a los más peques. Aunque. ahora que lo pienso, para los que no son tan peques también hace falta una buena ayuda de arriba.
jeje, a mi me pasaba de pequeño que pensaba que el hijo se llamaba Pródigo y que el rico se llamaba Epulón...
Pues el otro día un sacerdote explicándoles esta parábola a niñas de 9 años les decía que si a alguna le gustaría tener un cerdo en casa y una le contestó
-Yo tengo uno chino y ¡le paseamos con un a corréa por la calle!
¡Cómo han cambiado las cosas!
Las algarrobas...No son bellotas?
No das una "nodoyuna"!
Es mi "cuento" preferido, y también el de los niños. En nuestra versión, el hijo pequeño le dice al Padre: "dáme la pasta que me largo". Y se dedica a gastar y gastar con amigotes. La peste de los cerdos (puaj) y el hambre, le hacen envidiar las famosas algarrobas... En la representación todos los años quieren ser el hijo mayor, hasta que les cuento que "Pródigo", pensando, pensando, decide volver y su Padre sale al encuentro para darle un grandísimo abrazo (y esto lo hacemos real, corriendo desde el fondo de la clase).
No sé si se ciñe al Evangelio del todo, pero hay cola para el abrazo.
PD: Aquí las algarrobas se las ponemos a los camellos para la Noche de Reyes.
La verdad es que yo me preguntaba al leer hoy su comentario porque los "curas" no nos explican tan clarito esta parabola a los mayores como a los niños de primera comunion...cuanto mejor hariamos nuestro examen de conciencia.
Esta parabola es tan rica que deberia ser obligatorio leerla y meditarla todos los dias.
GRACIAS
Se nota la clase de colegio que era. ¡Extrañarse porque no había más hermanos...!
jaja, qué bien se lo dede pasar usted con las niñas y ellas con usted...y qué paciencia la suya...
Ya me imagino a las niñas por las tardes obligando a sus madres a conseguirles una algarroba y a las madres diciéndoles que se dejaran de tonterías, jeje...
¡ Qué pena que el mérito de todo se lo lleven las "algarrobas" !
¡ Ojalá el hermano mayor hubiese ido a buscar al pródigo y a hacerle ver (aunque esto sea imposible)!
¡ Ojalá alguien encuentre un hermano mayor como este que yo digo en Madrid !
Saliendo de mi ignorancia, ya sé qué son las algarrobas. Ahora: hay que tener mucha hambre para comerse eso....
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