Me llama David para decirme que ya le han puesto la televisión digital terrestre en la oficina y que ahora podremos ver más de 40 canales. Lo más razonable será cambiar también la tele y no conformarse con un adaptador: la Grunding que tiene ahora fue estupenda en sus tiempos, pero quizá haya que pensar en una pantalla plana.
Todo lo cual me ha hecho recordar este largo refrito que publiqué en Mundo Cristiano hace diez años y sigue siendo válido hoy. He cambiado un par de cosillas, y aquí está:
“La televisión/ pronto llegará./Yo te cantaré,/ y tú me verás…”
La vocecilla afilada de una tonadillera gritaba está canción en las gramolas de la posguerra. Millones de personas sufrían ya el síndrome de abstinencia de la tele recién inventada. Por eso, cuando al fin llegó, la amaron a primera vista.
Yo la descubrí hace cincuenta años en el comedor de una pensión de Zaragoza. Había ido a examinarme de 1º de Derecho, y fue como un inesperado refrigerio en medio de los sudores de aquellos días.
Empotrada en un mueble de color caoba, tenía una pantalla mínima y abombada, con cuatro botones de baquelita. Tan deslumbrado quedé por su belleza, que no presté atención a la comida ni al programa (un interminable concierto de piano). De vez en cuando trepidaba la imagen, pero la camarera ajustaba el cuadro.
Vimos varias veces el famoso letrero en el que TVE pedía disculpas por la interrupción y suplicaba que permaneciésemos “atentos a la pantalla”. Así nos quedábamos: hipnotizados por el mágico rectángulo, mientras se enfriaban las croquetas. No existía el zapping, ni más alternativa a la crisis que apagar el invento.
Pronto llegaron los telefilms, que ahora se me enredan en la memoria: no sabría distinguir los actores de La Casa de la pradera de los de Bonanza. Y apenas recuerdo a Perry Mason, a Ironside y a unos invasores extraterrestres que no podían doblar el dedo meñique.
Para dar voz a aquellos personajes, alguien inventó un idioma caribeño de laboratorio la mar de gracioso, sin comprender que, con semejante jerga, la poderosa tele iría empobreciendo, hasta dejarlo hecho una ruina, el viejo castellano, que aún se conservaba en los pueblos de España.
No vale la pena lamentarse por algo que nunca tuvo remedio; pero sigo añorando las excursiones que hacía desde Bilbao, con mis amigos, a Burgos o a Valladolid, antes de la catástrofe ecológica televisual. Era fascinante charlar con aquellos campesinos, que hablaban como Santa Teresa, en un idioma insólito y bellísimo. Ellos me enseñaron a amar las palabras. Unos años más tarde ladraban ya como Perry Mason.
Sin embargo las ventajas de la tele superaban a los inconvenientes: vimos las Copas de Europa que se bebió el Real Madrid, la cogida del Cordobés, la llegada del hombre a la luna. Vimos incluso a don Jesús Urteaga y a don Ángel García Dorronsoro. Y descubrimos el tenis, la música de Mozart, los quebrantahuesos, el festival de San Remo y el humor mágico de Tip y Coll.
Y, cada semana, teatro. Millones de españoles comprobamos que Shakespeare, o García Lorca cuentan historias más apasionantes que las de Corín Tellado. Y, aunque los actores eran siempre los mismos, disfrutábamos viendo a Pepe Bódalo vestido de romano o de emperador persa, con acento de taxista madrileño.
Pero la tele comenzó a reproducirse y a invadir espacios vírgenes. No contenta con presidir el salón-comedor, entró en la cocina, se coló en el dormitorio de los padres y en el de los hijos; asaltó las habitaciones de los hoteles y de los mesones; penetró en los aeropuertos y en los restaurantes de carretera; se subió a la barra de las cafeterías; despertó a los niños con dibujos animados, y adormeció a los adultos con selecta basura de medianoche. Ya ni siquiera se podía leer en el tren o en el autobús: la tele te sonreía en colores a pocos metros de la nariz.
Al primero que la colocó en el centro de una biblioteca, deberían haberlo procesado. Desde aquel día, los lectores están confinados en los cuartos de baño.
Luego la tele se hizo portátil: le salió un asa en la chepa y cabalgó a lomos del 600 entre la paellera y la barbacoa. Para entonces los teleadictos ya aguantaban cualquier cosa: Shakespeare fue sido sustituido por Sensación de vivir, y Lope de Vega por Lina Morgan. Los quebrantahuesos y las nutrias se refugiaron en la 2, y camparon a sus anchas los pelícanos y otros pájaros de cuenta.
Pero lo peor no era eso.
Algunos padres de familia descubrieron el valor anestésico del invento. Para que los chicos no diesen guerra bastaba con disecarlos frente a la tele. Ya lo dijo un anuncio de los años 80: cuando los papás salen de noche, los niños sólo necesitan: un canguro, dos vídeos y queso Philadelphia para cenar.
Era inevitable: la tele se convirtió en formadora de los más jóvenes. Como la mayor parte de los colegios ya habían renunciado a educar y los padres estaban desentrenados, la tele ocupó el espacio vacío. Con ella aprendieron los niños lo que significa el amor y el sexo, la vida y la muerte, el placer y el dolor…
Y uno, que trata de enseñar a pensar por libre, se encuentra con que muchos chavales tienen uniformado el cerebro. Y, aunque añorar me gusta poco, pienso en aquella vieja y entrañable televisión con botones de baquelita. Me gustaría volver a verla, y romperle la pantalla de una pedrada, por traidora.
No me llaméis "blog". Soy un globo que vuela a su aire, se renueva cada día y admite toda clase de pasajeros con tal que sean respetuosos y educados, y cuiden la ortografía. Me pilota desde hace algunos años un cura que trata de escribir con sentido sobrenatural, con sentido común y a veces con sentido del humor.
sábado, 7 de marzo de 2009
La tele
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9 comentarios:
Tiene usted toda la razón. La tele ha eleiminado en muchas familias las buenas conversaciones, las tertulias después de comer...Ha quitado en algunos el afán por leer y lo ha sustituido después de comer por las telenovelas con enredoso contenido sin sentido. Y lo peor es que intentan adoctrinarnos a través de ella.
Pero seamos positivos, así podemos disfrutar con las finales de la Copa de Europa del Real Madrid, con Rafal Nadal...Así nos consolamos...
¡Pobre tele! La tv no nos ha traicionado. Somos nosotros los que convertimos a la tele, en profe; al médico, en matarife; al cole, en aparcaniños; a la iglesia, en hiper.
Y a mi que cada vez me gusta menos...
El aparato en sí no tiene la culpa, por eso lo uso cuando quiero, como quiero y muy pocas veces.
Prefiero otras diversiones.
Por cierto le he dejado un premio en mi blog ¡cosas de blogeros!
Cuando tarareo todavía me sale TANTARAN TARARAN TANTANTAN (pongalé música de Bonanza y recuerdo siendo una cría que mi padre nos dejaba ver por la noche las divertidísmas obras de teatro, ¡menudos actorazos teníamos!. Y es que, aunque nos separen unos año, antes se avanzaba muy despacio y las series duraban mucho. Hoy ya ni las series duran, ni las noticias permanecen en los medios de comunicación, a veces cuando se confirman ya no son noticia, han perdido su interés, y, lo que es peor, cuando se desmienten ya habían producido su efecto de noticia.
Si quiere yo me agacho a coger la piedra y usted la tira.
En casa hemos vencido una batalla a la tele (esperemos que no gane la guerra), los Reyes trajeron hace dos años un cañón y una pantalla y cuando alguien quiere tumbarse a ver algo dice "¿ponemos una peli?"; siempre encuentra alguien que se siente a su lado, baja la pantalla y escoge una peli.
Es el cine en casa, la tele ha sido superada por algo mucho mejor.
Un saludo
María Jesús
ja,ja,ja... D. Enrique, qué capacidad de almacenar y sinteizar tanta información!.
Comparto que la TV es una gran enemiga del hombre y de su naturaleza:
- Se ha "cargado" la democracia con tantas dosis de teledocrinamiento programago.
- Ha coratda las "alas" a miles de genios que no desplegaron sus talentos porque su tiempo libre lo "llenó" la tv y ya no tenían que pensar en nada que hacer
- HA reducido el librepensamiento a un exclusivo sector que, generalmente no ve la TV.
- Ha destruído la comunicación en muchas familias.
- Ha "uniformado" las menatlidades. Antes cada uno se cogía el libro que le apeteciía ahora todso vemos CSI.
- Muchas personas mayores se creen que los antihéros y esperpentos vitales de los reallities reflejan la realidad de l juventuda actul y no es cierto...
- Y un largo etcétera de inconvenientes.
Por mi parte voto por un buen vídeo, muchas películas y un monitor o pantalla y que, cada cual ponga la peli que más le mole.
Y para colmo, está comprobado que ver la televisión engorda!!
D.Enrique:
¿Cómo puedo acceder al blog de Kloster?
Gracias
Pues yo creo que con sentido del humor y ganas de estar cerca de la familia, la television es una poderosa arma de educacion.
Un ejemplo.
Mi hija en el instituto, es asediada continuamente por la "MODA", que si hay que vestir como fulanita, de tal serie, menganita de la otra, que si que vestido mas megaideal lleva la protagonista de crepusculo....
Pues bien, yo de vez en cuando, me hago la encontradiza y dejo caer un canal monstruoso llamado Disney Chanel donde todo son adolescentes vestidas de Dior y cuya única obsesión es ser reinas del baile y que las sobe el capitan del equipo de beisbol.
Me rio tanto, y me meto tanto con esas pobres chicas... que cuando vamos a ver ropa mi hija dice "mama, por Dios, que parezco Hanna Montana. con un vaquerito me sobra..."
Lo mismo con los chicos, me troncho de la risa con esa panda de descerebrados.
No se, otros dirian que no debo dejarles ver esas cosas, pero es que no estan solo e la television, asi que prefiero trivializarlo con ellos, dar mi punto de vista con ironia.
Despues cuando veo a mi hija mirar a su compañero Pablito con cara de embobada, solo tengo que decir "oh cielos ha venido Mike!!" y despues le pregunto por su compañero Pablito y me dice "mamá si es que es verdad es clavadito a Mike y cada vez que me habla me da risa de lo ridículo que es"
Conclusion, que si dejas a los niños delante de la pantalla embobarse con ese tipo de programas, evidentemente son terribles. Si se usan para sacar temas de conversacion en familia, me parece que pueden ser geniales
Es verdad. La “mala” no es la tele. Los que la convierten en “caja tonta” son aquellos que se dejan —nos dejamos— “entontecer” por ella. La tele, como muchas otras cosas, no son ni buenas ni malas en sí: lo son en la medida en que nosotros les dejamos serlo.
Personalmente creo que la tele es un invento genial, ¿por qué no? ¿Por qué la tele no puede ser educativa? ¿Por qué la tele no puede servir de nexo de unión en la familia? A lo mejor es porque la hemos sacado de contexto. Si en lugar de estar en el sitio central del salón, donde más y mejor se ve, la tuviéramos en una esquina detrás de unas puertas cerradas que sólo se abrieran para ver lo que nos interesa y para compartir momentos familiares…
A lo mejor es que debemos aprender a ver la tele. Mi abuela me decía que no veía la tele porque se quedaba ciega. Entonces pensaba yo que se refería a que perdía vista. Ahora pienso que no sé si se refería a otro tipo de ceguera.
Recuerdo una serie inglesa de tv "Los Roper", era un matrimonio cáustico, recuerdo una escena que estaban frente al tv y decía el Sr. Roper:
- El problema de la tele es que mata el arte de la conversación ... (luego miraba de reojo a su mujer y continuaba) ... - claro que, cuándo ha sido nuestra conversación un arte?.
Yo, por mi parte ya no leo el periódico, lo he substituído por su blog, me gustan más sus noticias. Las otras son siempre iguales.
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