viernes, 13 de marzo de 2009

Meterse en política




—Tú,
por si acaso, no te metas en política.
Eso me ha dicho esta mañana un amigo ateo de la vieja escuela. Le he agradecido la advertencia, no porque vaya a hacerle caso, sino por darme un tema para este artículo.

“Meterse en política” siempre ha sido una aventura peligrosa, poco aconsejable para quien quiera pasar por el mundo libre de ansiolíticos y antiácidos. Teniendo en cuenta, además, el evidente descrédito que se ha ganado a pulso nuestra clase política, es natural que nos prevengan contra la tentación de entrar en ese mundo infestado de alimañas.

—Hijo mío —amonestan las mamás a sus retoños (y retoñas)—, abrígate que hace frío; no te muerdas las uñas, no te metas el dedo en la nariz, cruza por los pasos de peatones, no hables con desconocidos y, sobre todo, no te metas en charcos ni en política, que luego te me resfrías.

Sin embargo aseguran los propios políticos, y con razón, que el suyo es uno de los oficios más nobles. Servir a la comunidad, a la patria chica o a la patria grande, aportando ideas, dedicando tiempo, esfuerzo y talento en beneficio del conjunto de la sociedad, merecería el aplauso de todos. Uno conoce a algunos hombres y mujeres dedicados profesionalmente a esta tarea por puro afán de servir y también por dignificar la lucha política eliminando la basurilla que encuentran a su paso.

—Bueno, eso está muy bien, pero tú, por si acaso, no te metas en política.

Hace muchos años un chaval de primero de Derecho que veraneaba allá por Levante vino a charlar conmigo al terminar la Misa que celebré en su pueblo y me acompañó a desayunar. Como me pareció un tipo despierto, y sensato le pregunté por sus estudios y sus proyectos.

—Yo lo que quiero es ser presidente de gobierno.

Ni por un momento pensé que era una tontería. Recuerdo sólo que le advertí:

—Es una oposición difícil… ¿Por qué quieres serlo?

Aunque he olvidado su respuesta concreta —no su cara, que luego fue bien conocida—, sí recuerdo que me dio unas cuantas razones generosas e idealistas, propias de su edad. Le aconsejé entonces que las repasase de vez en cuando y que no cayese nunca en la tentación de sustituirlas por otras menos generosas.

—Vale —insiste mi amigo—, pero los curas y los obispos sois ganado aparte. Tú no te metas en política.

—De acuerdo. Claro que hablar del matrimonio, de la familia…

—Eso es precisamente entrar de lleno en la política.

—¿Y de la vida humana? Podré hablar del respeto a la vida de los no nacidos, ¿o no?

—Tampoco. Hay leyes aprobadas democráticamente por las Cortes y tú, como clérigo, no debes entrar a calificarlas.

—¿Y la educación de los niños…?

—Política, todo política… ¿Ves cómo sois los curas? Y no se te ocurra hablar de sexualidad, que te veo venir. No pensáis en otra cosa. Sois unos reprimidos crónicos. Ya nos encargamos nosotros de ese asunto, y en la tele daremos clases prácticas.

—O sea que si digo que en el Génesis se explica la distinción entre hombre y mujer…

—Pues le dices a ese tal Génesis, a quien no conozco, que no se meta en política.

—¿Y de justicia social? ¿Podemos denunciar los abusos, pelotazos y demás…?

—Eso depende. Pero mejor no. Para eso están los sindicatos y la prensa.

—¿Ya. Entonces, de qué deberíamos hablar los curas?

—De liturgia, el Rosario, la Misa. Ya sabes, hay que dar al César lo que es del Cesar y a Dios lo que es de Dios. Lo dice el Evangelio.

—El problema, querido amigo es que desde hace cuatro o cinco siglos el César no ha parado de engordar y últimamente su bulimia es insaciable: quiere devorar a los niños nacidos y a los no nacidos, a los viejos y a los moribundos; inventar el matrimonio y la familia, la vida y la muerte, la lengua, el sexo, el género, el número y el caso. Se ha zampado la moral y la ética. Y de paso, se lleva los euritos del personal. Si el César se convierte en un okupa, habrá que echarlo a golpe de…

—¡Golpista, más que golpista!

—de libertad, colega, de libertad.



17 comentarios:

Isa dijo...

Qué bueno su comentario don Enrique.
Ya veo que su amigo lo quería mantener bien calladito, qué poco le conoce, ¿no?
Por supuesto que deben hablar de aborto, eutanasia, matrimonio...porque es es defender la vida, la familia... y no lo debe regir un politicucho de tres al cuarto; ni uno ni cientos.
No podemos, los católicos, mantenernos al margen ni callarnos.
Viva la libertad.
Por cierto, muy ingeniosas las fotos que ha puesto...jiji

Anónimo dijo...

Los curas tienen que hablar de la vida, los políticos también.
¿Dónde está la diferencia?
¡Que manía de encerrarles en las sacristías!Con lo que les necesitamos en la calle.

Anónimo dijo...

Vivimos en sociedad, y somos parte de ella. Los cristianos no podemos ni debemos callarnos ante las injusticias. El problema está en la forma en que a veces damos nuestra opción de vida: a cristazo limpio.
Creo que la verdad y la misericordia se tienen que dar la mano.
Y para eso, necesitamos humildad.
Un abrazo.

Viator iens dijo...

Pues yo a su amigo, Don Enrique, le diría que los cristianos tienen que hablar de política. Tenemos que hablar mucho de política. Pero mucho. Y hay que hacerlo sin complejos, sin miedos. Hay que meterse en los charcos.

Soy cristiano y soy español. Y soy ambas cosas a la vez todo el rato. Recuerdo que cuando en 1983 pisé por primera vez los Estados Unidos de América me pareció rarísimo que en una ubicación discreta, a uno y otro lado del altar, estuviesen las banderas de los Estados Unidos y de la Santa Sede en casi todas las iglesias que visitaba.

Luego averigüé que eso tenía una explicación histórica que no es del caso, pero lo que me parece interesante de esas banderas es que entonces, como ahora, simbolizan la profunda convicción de los estadounidenses de que no existe conflicto entre ser católico y ser un buen ciudadano. Al contrario: me di cuenta de que a ellos les parecía que lo propio del buen católico -¡y del buen ciudadano!- era aprovechar la libertad para defender la verdad.

En eso tenemos mucho que aprender los católicos españoles de nuestros hermanos estadounidenses.

Mola su blog.

Sinretorno dijo...

Bravo, de verdad. Publíquelo en Mundo cristiano.

Enrique Monasterio dijo...

Por supuesto estoy de acuerdo en lo que dices, querida Victoria; pero no veo por estos lares a nadie que vaya "a cristazo limpio". Quizá en otra época.

De un tiempo a esta parte el problema no es ése. Yo encuentro muchos más cristianos emboscados, católicos a la defensiva, aconejados, agazapados en sus madrigueras. Y va siendo hora de que salgamos del armario de la sacristía para hablar, no con arrogancia, pero sí con claridad, sin pedir perdón cada vez que abrimos la boca.

Vivimos en medio del mundo y utilizamos el lenguaje de la calle sin insultar, sin agredir, pero con desvergüenza. San Pablo hablaría de "parresía", que significa precisamente eso: claridad, vehemencia y valentía.

Yo sé que no es tu caso, pero conozco también a algunos cristianos cobardes que jamás han dado la cara para defender a la Iglesia y envuelven su miedo con el siempre prestigioso celofán de la tolerancia.

Anónimo dijo...

¡¡ Vale Dn Enrique !! Pero si hablan los que más saben, que saben explicarlo muy bien y se publica, nos manifestamos, rezamos, firmamos manifiestos... y todo esto nuestros políticos se lo pasan por el forro de yo que se qué....
¡¡¡ que %&$/*es lo que nos hace falta !!!

Anónimo dijo...

D.Enrique, veo que ya está recuperado de la gripe, menos mal.
Me ha encantado este comentario, sobre todo la alusión a los que estamos en política. Yo, mientras me quede fuelle, seguiré luchando por que tengamos una representación política digna.
Según su amigo, aquí no puede hablar ni Blas, vaya a ser que se meta en política.

Anónimo dijo...

MUY BUENO!!!!
GRACIAS

Yuria dijo...

Me ha dejado pensando en que la misión de los curas hoy en día es poner a dieta al "César".

Por cierto, D. Enrique, obbbservo que ha salido muy fuerte y reconstituido de la gripe.

lolo dijo...

Políticos, curas, maestros...¡que sean buenos, por favor!
Tres preciosas vocaciones que son más necesarias que nunca.
Muy tentadoras, eso sí. Y muy arriesgadas.

Don Enrique, me alegro de que esté mejor.

Anónimo dijo...

¡Vaya post! Parece que ya tiene menos fiebre ¿no?
Es verdad que la política es —o debe ser— una de las actividades más nobles del ser humano. La pena es que a menudo se convierte en la más ruin. Un político suele ser una persona con bastante poder, y en esa situación, si no se tiene las ideas muy claras, si no se está pendiente de servir a la sociedad más que de servirse de ella, te deslizas por la pendiente casi como sin darte cuenta, y cada vez la bola de nieve se va haciendo más grande. Cuando no se tiene al Dios como norte de tu vida, es muy fácil perderlo (el norte de tu vida, digo).
Por otro lado, la relación entre Iglesia y Estado no tiene por qué ser difícil. Pienso que está claro para todos que la Iglesia no debe ejercer funciones de gobierno. Pero no por ello debe de dejar de opinar. Aunque a muchos no les guste, a millones de ciudadanos les importa y mucho lo que diga la Iglesia, y esperan que la Iglesia diga lo que tiene que decir. A lo mejor se deberían plantear por qué les molesta tanto que la Iglesia opine. En un Estado secular no se impide para nada la existencia de religiones. Ahora bien, la sensación que se recoge en nuestro país ¿es la de un Estado laico, o la de un Estado laicista? Es muy distinto.
Y por último, creo que es verdad que los cristianos tenemos que “salir del armario”, perder esos respetos humanos.

Altea dijo...

Ya, pero ya sabe que a la Iglesia, con sus métodos represivos de educación y de adoctrinamiento que ha tenido siempre, no se le permite para nada hablar de libertad, porque es la menos indicada.
Por lo tanto, que se calle, y que la vida virtuosa y ejemplar de los cristianos convencidos sea reducida al silencio o salpicada con la calumnia, no sea que alguien se termine enterando de que lo que predican es la pura verdad.
Es la estrategia satánica de toda la vida.

Conrad López dijo...

Me temo que su amigo tiene razón en la mitad de lo que dice: todo es política (si entendemos la política de verdad como hay que entenderla, como la concibe un cristiano).

Y dicho esto, tengo que decir que su amigo se equivoca en la segunda parte: en política se tiene que meter cualquier cristiano, sea laico o no.

Precisamente porque hay que darle a dios lo que es de Dios y al Cesar lo que es del Cesar.

un saludo, pater.

Bernardo dijo...

Caramba, parece que ha leído usted el artículo de Carmen Iglesias en El Mundo del viernes 13.

Posdata: ruego encomienden a una tía abuela mía, monjita, que se está muriendo.

Adaldrida dijo...

Nos quieren calladitos, que estamos más monos. Y se olvidan de que somos tan ciudadanos como ellos, ¡conciudadanos!
Cuando los políticos no se metan en la religión (entendida como la vida entera), los católicos dejaremos de meternos en política (entendida también como la vida entera.)

Anónimo dijo...

Sencillamente genial.