martes, 23 de junio de 2009

Tinta y cálamo

Mi pluma es una Waterman que me trajeron los reyes hace años y tiene por tanto poderes mágicos. A veces —sólo a veces— se desliza sobre el folio en blanco más veloz incluso que el pensamiento. Yo querría sujetarla, pero ella sabe muy bien a dónde va y qué palabras debe escribir. Todo le nace a la pluma tan sin querer que no puedo atribuirme la autoría de lo que ella emborrona; lo mío es contemplar el espectáculo. De pronto le surge una frase, una oración, una imagen feliz, un chiste o un llanto, y me convierto en el primer lector de algo que nunca me ha pertenecido. Aunque mi firma figure al final y los rasgos de la escritura sean míos, yo sé que fue la pluma, solo ella.

El bolígrafo en cambio no ha aprendido a escribir conmigo. Su bola de acero me tira de la mano, me arrastra y se desboca como un caballo salvaje. Trato de embridarlo con fuerza, pero jamás he logrado que deje una huella coherente sobre el papel. Todo lo más, monigotes, caricaturas o trazos pueriles.

¿Y el rotulador? Aún menos. El rotulador fue creado por un demonio geómetra; por eso no escribe: dibuja lentamente vocablos sin vida.

Frente al teclado y la pantalla todo parece distinto. No se me desmandan las palabras ni se deslizan por el folio sin control. Ellas saben que puedo eliminarlas con un gesto. Y se someten resignadas. El resultado es un texto sin erratas, limpio, homogéneo, pero ajeno a mi pulso, a la sangre alborotada que lo concibió. Por eso lo olvido e incluso lo repudio.

Ayer traté de escribir una breve historia. La idea era buena, pero la pluma tenía otros planes y no permitió que la utilizara; el bolígrafo se rió de mí; el rotulador estaba cansado. Y cuando abrí el ordenador, comprendí que era inútil: hasta las letras estaban contaminadas. Si yo escribo “amor” pongamos por caso, necesito estrenar cada letra, marcarla de forma diferente, dejarla flotando levemente sobre el folio o grabarla a fuego con mi pluma mágica. Pero estos caracteres informáticos, idénticos siempre a sí mismos, a saber que porquerías habrán escrito.

Con ellos no se puede hacer carrera.

13 comentarios:

Orisson dijo...

Es el eterno sacrificio de algo en beneficio de otro bien: el teclado es definitivamente inhumano, pero permite una distribución y un alcance que rara vez tuvo la pluma. Ahora bien, es el momento de sopesar si merece la pena, si lo escrito es fiel a lo querido, si el ordenador nos permite escribir lo que queremos aunque no sea como queremos.

¿Y sabe qué? Como lector creo, don Enrique, que al menos en su caso el teclado sí cumple la función de reflejar su pensamiento. Ya nos dirá usted si es así o no.

Un saludo

ROSA dijo...

No tengo pluma, lo mio es el rotulador. Aunque últimamente por eso del e-mail ya no compro sellos de correo. Pero he conseguido que mis sentimientos fluyan a través de mis dedos y aunque me resulta mas frío que la calidez de la tinta, no se si por necesidad o por qué cuando llegas en esa raya que te rebasa, mi dudas, mis sentimientos salen a la luz y recorren, ya no manos de cartero sino ondas, espacios hasta llegar a su destino. Pero siempre de una forma u otra espero de vuelta esas palabras amigas.

Isa dijo...

¡Yo quiero una pluma así!
Don Enrique, pues si las teclas de su ordenador a veces escriben porquerías, ¡benditas porquerías que nos hacen pensar, rezar a veces y acercanos más a la Verdad!
No las abandone, por favor...

Bernardo dijo...

Los ordenadores ya nos superan en caligrafía. Y en algunos casos en ortografía y gramática. ¿Escribirán poesía algún día? ¿Qué ocurriría si un premio Nobel de literatura desvelase que su obra era en realidad fruto de un programa informático?

Posdata: Waterman hace plumas estupendas, lo sé porque lo dice mi papá.

Enrique Monasterio dijo...

Bernardo, no me seas tan..., ingeniero. No hay programa informático capaz de crear siquiera un chispazo lírico.
Y tiene razón tu padre: las "waterman" son las mejores plumas, y no las más caras.

Juanan dijo...

Tenga cuidado con lo que la pluma escribe por usted. Mire lo que le pasó a este cómico que escribió el chiste más gracioso del mundo. Advierto, está en inglés. Pero la risa se entiende en todos los idiomas:

http://www.youtube.com/watch?v=hsW9DO1k5-s&feature=related

Unknown dijo...

Hace poco que me asomo a este blog, Dn. Enrique esta escritura hecha con un teclado le puede resultar mas dificil pero sepa que a los demas al leer este blog sus mensajes no llegan y nos calan igual que los realizados con pluma y letra redondilla. A partir de ahora tendran mas merito para mi.

Yuria dijo...

Dice William Faulkner que el buen escritor, antes de empezar a escribir ya sabe desde la primera palabra hasta la última.
Por lo que nos cuenta, D. Enrique, es su plumano usted, que ya sé que no le gustan los halagos, no va por usted ni por su amigo o su psiquiatra Kloster; digo que esa pluma es la escritora y que tiene magia. No la pierda, que si no,... qué vamos a poder leer, nada de nada.

lolo dijo...

Yo creo que con la pluma disfruta más el que escribe.

Pero llegar, lo que se dice llegar, basta con la intención y las ideas.
Y el que tiene estilo al escribir, traspasa el teclado. Da igual el soporte.

Enrique Monasterio dijo...

Juanan, te echaba de menos. Veo que tu blog anda también un tanto atascado, y lo entiendo. Espero que cuando te den todos los sobresalientes que esperas este curso, vuelvas a tu antro con la frescura de siempre

Anónimo dijo...

Don Enrique: Creo firmemente que los Reyes Magos le han hecho una muy buena jugada. A mi hermana le pasa algo parecido cada año. Es tan solo permitir que el Espíritu actúe.
Diana
¿Ha recibido el cd de las aves?
(San Blas)

Anónimo dijo...

Mi padre me regaló una Parker y la verdad es que ha sido mi compañera y lo sigue siendo desde hace unos años... Me siento más a gusto escribiendo con ella que con un boli.
Me hace sacar aquello que no me atrevo a decir (se desliza tan finamente....)
La Paz

Anónimo dijo...

¡cómo puede hablar así del rotulador!

De acuerdo en que el rotulador grueso sirve para lo que su nombre indica, para rotular.

El rotulador fino es otra cosa.

El rotulador fino no resbala solo, lo dirige uno donde quiere. Ofrece la justa resistencia para que la letra no sea un instinto ininteligible, sino un signo bello con un significado preciso, que se puede comprender y contemplar.

Me he pasao, pero ahí queda.

Y la pluma Rotring es genial.