viernes, 26 de junio de 2009

Un adjetivo perdido


En el centro del pinar de Valsain, junto al camino Schmidt, a 2000 metros de altura, se me cruzó un arredajo que volaba como suelen los de su calaña: silenciosa y cautelosamente. Quizá me confundió con un árbol cuando pasó a menos de un metro de mi nariz.

Inmediatamente me vino a la cabeza un adjetivo para aquel vuelo. ¿Cómo era, Dios mío? Debí haberlo apuntado, pero me pareció evidente. Ahora sé que lo he perdido para siempre. ¡Estaba yo tan contento con mi adjetivo!

Para mi vergüenza, esta mañana he vuelto a distraerme durante la Misa tratando de recordarlo. Maldita literatura que me aleja de lo único importante.

Pero, ¿cómo era? ¿Furtivo, engañoso, desconfiado...?

No tengo arreglo.


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Elevamos oraciones a La Santísima Trinidad por todos los sacerdotes, en especial por los sacerdotes queridos de La Obra de Dios, por intercesión de San José María Escrivá en su día.

Orisson dijo...

Felicidades, don Enrique, por ayer.