martes, 29 de marzo de 2011

El Papa y la Confesión


El Papa Benedicto XVI dirigió el pasado viernes unas palabras a los participantes del Curso sobre el Fuero Interno, promovido por la Penitenciaria Apostólica. Por su gran interés, reproduzco aquí una buena parte de su alocución 

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Deseo detenerme con vosotros sobre un aspecto que quizás no se ha considerado suficientemente, pero que es de gran relevancia espiritual y pastoral: el valor pedagógico de la Confesión sacramental. Si es verdad que siempre es necesario salvaguardar la objetividad de los efectos del Sacramento y su correcta celebración según las normas del Rito de la Penitencia, no está fuera de lugar la reflexión sobre cuanto pueda esto educar la fe, tanto del ministro, como del penitente. La fiel y generosa disponibilidad de los sacerdotes en la escucha de las confesiones, sobre el ejemplo de los grandes Santos de la historia, desde San Juan María Vianney hasta san Juan Bosco, desde san Josemaría Escrivá a san Pío de Pietralcina, desde san Giuseppe Cafasso a san Leopoldo Mandić, nos indica a todos nosotros como el confesionario puede ser un “lugar” real de santificación. 
¿De qué modo educa el Sacramento de la Penitencia? ¿En qué sentido tiene su celebración, un valor pedagógico, antes que nada para los ministros? Podríamos comenzar desde el reconocimiento de que la misión sacerdotal constituye un punto de observación único y privilegiado, del cual, cotidianamente, se da la contemplación del esplendor de la Misericordia divina. Cuantas veces en la celebración del Sacramento de la Penitencia, el sacerdote asiste a verdaderos y propios milagros de conversión, que, renovando “el encuentro con un acontecimiento, con una Persona” (Enc. Deus Caritas est, nº1), refuerzan su misma fe. En el fondo, confesar significa asistir a tantas “professiones fidei” cuantos son los penitentes, y contemplar la acción de Dios misericordioso en la historia, tocar con la mano los efectos salvíficos de la Cruz y de la Resurrección de Cristo, en todo tiempo y para cada hombre. No raramente nos colocamos ante verdaderos y propios dramas existenciales y espirituales, que no encuentran respuesta en las palabras de los hombres, pero que son abrazados y asumidos por el Amor divino, que perdona y transforma: “Aunque vuestros pecados sean como la escarlata, se volverán blancos como la nieve” (Is 1,18).
Conocer y, en cierto modo, visitar el abismo del corazón humano, incluso en los aspectos oscuros, si por un lado pone a prueba la humanidad y la fe del mismo sacerdote, por el otro lado alimenta en él la certeza de que la última palabra sobre el mal del hombre y de la historia es de Dios, y de su Misericordia, capaz de hacer nuevas todas las cosas (cfr Ap 21,5). Cuanto puede aprender el sacerdote de penitentes ejemplares de su vida espiritual, de la seriedad con la que conducen su examen de conciencia, de la transparencia en el reconocimiento del propio pecado y por la docilidad hacia la enseñanza de la Iglesia y las indicaciones del confesor. ¡De la administración del Sacramento de la Penitencia podemos recibir profundas lecciones de humildad y de fe! Es una llamada muy fuerte para todo sacerdote a la conciencia de la propia identidad. ¡Nunca, sólo por la fuerza de nuestra humanidad, podremos escuchar las confesiones de los hermanos!. Si estos se acercan a nosotros es sólo porque somos sacerdotes, configurados en Cristo Sumo y Eterno Sacerdote, y capaces de actuar en su Nombre y en su Persona, de hacer realmente presente a Dios que perdona, renueva y transforma. La celebración del Sacramento de la Penitencia tiene un valor pedagógico para el sacerdote, con respecto a su fe, a la verdad y pobreza de su persona y alimenta en él su conciencia de la identidad sacramental.
¿Cuál es el valor pedagógico del Sacramento de la Penitencia para los penitentes? Debemos comenzar diciendo que esto depende, antes que nada, de la acción de la Gracia y de los efectos objetivos del Sacramento en el alama del fiel. Ciertamente la Reconciliación sacramental es uno de los momentos en los que la libertad personal y la conciencia de uno mismo están llamadas a expresarse en un modo particularmente evidente. Y quizás también por esto, en una época de relativismo y, por consiguiente, de una conciencia atenuada del propio ser, se debilita también la práctica sacramental. El examen de conciencia tiene un importante valor pedagógico: educa a mirar con sinceridad la propia existencia, a confrontarla con la verdad del Evangelio y a valorarla con parámetros no sólo humanos, sino tomados de la Revelación divina. La confrontación con los Mandamientos y con las Bienaventuranzas y, sobre todo, con el Precepto del amor, constituye la primera gran “escuela penitencial”.
En nuestro tiempo caracterizado por el ruido, la distracción, la soledad, el coloquio del penitente con el confesor puede ser una de las pocas, sino la única ocasión de ser escuchado de verdad y en profundidad. Queridos sacerdotes, no dejéis de darle el espacio adecuado al ejercicio del ministerio de la Penitencia en el confesionario: ser acogidos y escuchados constituye también un signo humano de la acogida y de la bondad de Dios hacia sus hijos. La confesión íntegra de los pecados, además, educa al penitente a la humildad, al reconocimiento de la propia fragilidad y, al mismo tiempo, a la conciencia de la necesidad del perdón de Dios y a la confianza de que la Gracia divina puede transformar la vida. Del mismo modo, escuchar las advertencias y de los consejos del confesor es importante para el juicio sobre los actos, para el camino espiritual y para la curación interior del penitente. ¡No olvidemos cuantas conversiones y cuantas existencias realmente santas comenzaron en un confesionario! La acogida de la penitencia, la escucha de las palabras “Yo te absuelvo de tus pecados” representan, finalmente, una escuela verdadera de amor y de esperanza, que guía a la plena confianza en el Dios Amor revelado en Jesucristo, a la responsabilidad y al compromiso de la conversión continua.
Queridos sacerdotes, que experimentar nosotros primero la Misericordia divina y ser humildes instrumentos de ella, nos eduque a una siempre fiel celebración del Sacramento de la Penitencia y a una profunda gratitud hacia Dios, que “nos ha confiado el ministerio de la reconciliación (1Cor 5,18).  

13 comentarios:

DAVID DIAZ CRIADO dijo...

Mantengo la opinion de que en la celebracion de la Eucaristia es donde el sacerdote demuestra que ama a Dios sobre todas las cosas, mientras que en la celebracion del sacramento de la penitencia es donde demuestra que ama al projimo como a si mismo...¿que os parece?

Anónimo dijo...

Maravilloso, es cierto nuestra confesión nos hace sentir con toda la Gracia, la felicidad y la Paz que se siente, gracias a nuestros santos sacerdotes ministros de Jesús, nos consuela y reconforta de tal manera que en ésos momentos EL AMOR DE DIOS NOS INVADE, CON SU ESPIRITU SANTO Y CON JESUS QUE NOS ACARICIA Y NOS DICE YO TE AMO QUÉ MÁS PODÉS PEDIR? Y NACEMOS DE NUEVO A LA VIDA, a la verdadera y única! GRACIAS, GRACIAS. soy elisa

Ariel dijo...

Que alegría que tuve la posibilidad de conocer al papa, fue grandioso!
Saludosssss

Antuán dijo...

¡Gracias! d. Enrique por estas palabras del Papa. animan un motón. Es verdad que llaman el Sacramento de la alegría? Si, claro pero después de haber experimentado la malicia del pecado, el mio, de haber llorado por todos los del mundo. Cada vez tengo más necesidad de ir a descargar el fardo de miseria. me alegro que ustedes esten tan optimistas pero a mi me abruma. Anoche busque la oración que consegui sonsacarle a mi madre de por las noches y la pase a ordenador para mi hermana tambien y la verdad esque con lo que nos dice aqui y la oración te animas: "Israel espera en el Señor porque en Él está la Misericordía" Mañana si Dios quiere podré confesarme. ¡Duf! que peso me quitaré de encima. ¡Que alegría más grande! Adiosle

yomisma dijo...

Good timing: hoy hace mi hijo Lucas su primera confesión oficial. Y está nervioso como debe ser.

Vila dijo...

Menudo Papa tenemos. Y yo que no me he dado cuenta hasta este año que me lo ha mostrado usted... que burrica que soy.

D.Enrique tras este post falta decir lo que usted dice con tanto orgullo : !! Es grande ser cura !!

Felicidades por su vocación, seguiré rezando por usted para que sea muy santo, pues les necesitamos a todos ustedes muy santos.

Gracias por estar ahí.

Vila dijo...

Felicidades Yomisma y felicidades al chaval.

Al menos estas noticias te darán el calor interior que no acompaña con la temperatura exterior. !!Mucho ánimo!! pronto os llegará la primavera también. (Mientras tanto abrígate mucho...)

Cordelia dijo...

David, me parece que has dado en el clavo exacto. Qué bonito. Nunca lo hubiera visto así.

yomisma dijo...

Nada Vila, tengo las manos secas y los labios con pupas del frío seco de este pueblo. Este año hasta la coronilla del tiempo. Como pesque a los del calentamiento global....

Papathoma dijo...

Gracias!!!
Recuerdo una de las primeras veces que se confesaba mi hija mayor, entonces de 8 años: salía feliz y me dijo "mamá, es verdad: cuando te confiesas es como hablar con Jesús".

Nico dijo...

Hay confesores defensores que se ponen de parte del penitente, pero también hay confesores acusadores que se ponen en su contra.
Hay confesores simpáticos, con los que es una gozada confesarse, pero también los hay ariscos y la penitencia es confesarse con ellos. Hay confesores que buscan salvar al pecador, hay otros que parece que buscan condenarle. Hay confesores que van a buscar al pecador y hay otros que no se mueven. Unos quieren cumplir junto al pecador la penitencia y otros no se sabe. Unos te ayudan, otros no. Todos perdonan lo mismo, pero qué distintos son.

Diego dijo...

Este papa sera inolvidable!!

estudio contable dijo...

sabias palabras