miércoles, 15 de agosto de 2007

La Asunción




¿Por qué cuando llega este día de la Asunción de Nuestra Señora siempre me viene el recuerdo de aquel poema de Eliot?

“En mi comienzo está mi fin…”

El poeta describe la sucesión de las cosas y de los acontecimientos: todo es semilla, nada nace sin sentido. Lo que muere siempre reverdece:

“vieja piedra para edificio nuevo, vieja madera para hogueras nuevas”.

Hoy pienso en los pintores —Ribera, Zurbarán, Murillo, Velázquez— que trataron de reflejar en sus lienzos el privilegio de la Inmaculada Concepción. ¿Pero cómo puede reproducirse ese primer don que María Santísima recibió en el mismo instante de ser engendrada?

“En mi comienzo está mi fin”

Sólo hay una forma de pintar “Inmaculadas”; contemplar el final de la historia y pintar “Asunciones”. Por eso la Virgen María que aparece en sus cuadros es la mujer del Apocalipsis que asciende al Cielo, con la luna a sus pies y una corona de doce estrellas.

La Inmaculada Concepción es el principio, es la semilla. La Asunción a los Cielos es el final. Aquella semilla germinó en nuestra tierra como un milagro, en medio del estiércol, y llegó a ser flor espléndida. Pero su belleza seguía oculta. Hoy esa flor sube al Paraíso trasfigurada, y su hermosura deslumbra a los bienaventurados. Hoy vemos a la Inmaculada, a la llena de Gracia.

Y es nuestra Madre.

2 comentarios:

Marta Salazar dijo...

fantástico, gracias!

E. G-Máiquez dijo...

Ese homilía de este esquema, cómo me gustaría oírla...