Regresaba a Madrid desde la Sierra y me vi atrapado en un atasco. Yo no tenía prisa, pero sí que hice algún gesto de impaciencia: un toque de claxon innecesario, algún “audaz” cambio de carril…
A la entrada misma de la ciudad en obras, nos quedamos parados. Entonces vi el letrero: en la luna trasera del Ibiza que me precedía había una pegatina roja con letras blancas: no me des la brasa; tú también eres culpable del atasco.
Agradecí el consejo, que está lleno de sabiduría y no solo para la carretera.
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