He salido a dar un paseo por los alrededores y me he detenido para mirar al cielo con los prismáticos. No pensaba ver nada especial, si acaso los consabidos diez o doce buitres que otean el panorama desde la Mujer muerta y, con suerte, alguna que otra rapaz: un águila real, un alimoche...
En efecto, allí estaban los buitres girando en círculo como suelen. Pero había algo más: ajusté los prismáticos, aumenté el zoom y vi la primera águila calzada, inconfundible, que parecía haberse unido al rondó de los carroñeros.
Seguí observando: una segunda calzada, y una más. Al final, más de cincuenta.
Las águilas son aves solitarias, celosas de su territorio, salvo cuando emigran. Y las águilas calzadas -las más pequeñas de todas, con apenas metro y medio de envergadura- viajan siempre por estas fechas y ponen rumbo sur, hacia el centro de África.
Es la primera vez que las veo agrupadas, camino de sus cuarteles de invierno. El espectáculo es precioso y aún lo será más cuando lleguen a Gibraltar y crucen el estrecho con otros cientos de rapaces que se habrán unido a la expedición.
En marzo o abril las tendremos otra vez aquí. Hace años anillé una -un pollo, en realidad- cerca de Soto del Real. Era un ave hermosa pero aún no sabía volar. Yo, que no llevaba los guantes preceptivos para esta maniobra, me lancé a agarrarla y recibí un picotazo junto al dedo pulgar de la mano derecha. Aún conservo la cicatriz.
Valió la pena: un año más tarde regresó al mismo nido que abandonaron sus padres. Con los prismáticos vi brillar el anillo en la pata izquierda.
Supongo que era mi anillo. Por si acaso no hice más indagaciones. Si me reconocía a lo mejor me arreaba otro mordisco.
No me llaméis "blog". Soy un globo que vuela a su aire, se renueva cada día y admite toda clase de pasajeros con tal que sean respetuosos y educados, y cuiden la ortografía. Me pilota desde hace algunos años un cura que trata de escribir con sentido sobrenatural, con sentido común y a veces con sentido del humor.
jueves, 21 de agosto de 2008
La migración de las calzadas
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2 comentarios:
Esto de anillar las aves debe dar una sensación parecida a la que Adán debió tener cuando nombró los animales. No es propiamente reclamar la propiedad sobre el pájaro anillado, sino crear un vínculo entre el animal y la humanidad.
Aunque también podría ser como el código de barras del supermercado. Una anilla es una anilla.
Supongo que todo depende del corazón del que pone la anilla.
Por cierto, en inglés al águila calzada la llaman "águila embotada".
"El Águila con Botas"; sugerente título para un cuento...
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