A
Cristóbal Colón
Querido
Almirante. Te escribo desde el siglo XXI, mientras contemplo en una pequeña
pantalla luminosa una de las muchas estatuas que los hombres han levantado en
tu memoria: la del puerto de Barcelona.
No
te quejarás: hay esculturas tuyas repartidas por medio mundo: en Madrid, Nueva
York, Puerto Rico, Buenos Aires, Génova, Santo Domingo, Sevilla, Valladolid… ¿Y
qué ciudad europea o americana no te ha dedicado un paseo, una plaza o un
monumento más o menos significativo? Tu fama es tan universal que incluso se
disputan tu linaje. La mayoría de los historiadores sostienen que eres genovés,
pero también te pretenden en Cataluña, en Portugal, en Galicia y en Castilla la
Vieja. Tú y yo sabemos la verdad: eres de Bilbao y los de Bilbao nacemos donde
nos da la gana.
El
caso es que descubriste un continente. Supongo que ahora ya lo tienes claro. Es
cierto que tú sólo querías abrir una nueva ruta hacia las Indias y que cuando
tus tres carabelas llegaron al Caribe, pensaste que lo habías conseguido. Luego
hiciste cuatro viajes más, y te fuiste de este mundo sin saber que habías llegado
a América.
Es
natural que te equivocases. Ni tú ni nadie estaba preparado para recibir una
sorpresa tan enorme, y menos así, de sopetón. América surgió por casualidad,
como la penicilina, el microondas o el café que me estoy tomando ahora mismo.
Espero
que no te ofendas porque te compare con el inventor del microondas o con el del
café expreso. Te aseguro que tienes bastante en común con ellos.
Piensa,
por ejemplo, en Alexander Fleming. Como tú, era un gran explorador. Él no
quería llegar a las Indias, pero trataba de abrir otra ruta igualmente difícil:
buscaba un remedio contra la gripe. Como
muchos sabios, Fleming era bastante despistado, y dejó que un moho azul-verdoso
infectase una placa y matara al estafilococo que había estado cultivando.
Acababa de descubrir la penicilina, un medicamento que ha salvado millones de
vidas en todo el mundo.
Y
¿qué me dices del microondas? Imagino que nada. No tienes ni idea de qué estoy
hablado, ¿verdad?. Se trata de un horno casi milagroso, que calienta alimentos
en un minuto sin que el calor afecte al recipiente que los contiene. ¿No te lo
crees? Tampoco se lo creía Percy Spencer, quien, en 1945, sólo quería crear un
radar utilizando un generador de ondas de baja frecuencia. Un día decidió tomar
un descanso y comerse la onza de chocolate que llevaba en el bolsillo; pero al
sacarlo descubrió que el chocolate se había derretido.
Decidió
entonces probar con otros comestibles: un huevo y un puñado de palomitas de
maíz. Las colocó en un recipiente junto al generador…, y se olvidó del radar.
Acababa de inventar un electrodoméstico revolucionario que ahora mismo me va a
servir para recalentarme un pincho de tortilla.
Entiéndeme,
amigo. No pretendo quitarte méritos. Todo lo contrario. Llegaste a América por
casualidad; pero las casualidades hay que merecerlas. Y tú te merecías ser el
descubridor del Nuevo Mundo, igual que Fleming se mereció el Premio Nobel de
Medicina, y Spenzer, los millones que acumuló con el dichoso horno.
Lo
malo es que el mundo está repleto de conformistas aletargados, de gentes sin
ambición que nunca se han propuesto luchar por una empresa grande y hasta
dejarse la vida en el empeño. Esos no se merecen “la suerte” de descubrir
América.
No
están de moda los héroes, amigo. Ahora privan sólo los “superhéroes”, esos
seres grotescos dotados de “poderes”, que se disfrazan de rata o vuelan por el
espacio con una capita colorada. Tú no fuiste de esos. Eras un tipo normal, más
o menos como yo, sin medios, sin partida de nacimiento, sin más papeles que tu ambición.
Me
dijo una vez un santo que los que se entregan al servicio del prójimo, hasta el
punto de jugarse la vida en la aventura, siempre encuentran mucho más de lo que
buscan. Quizá no lo sepan, pero tienen a Dios muy cerca, y Dios no se deja
ganar en generosidad: Él nunca da gato por liebre, sino liebre por gato.
O
sea, lo mismo que tú: los que buscan las Indias y acaban encontrando América.
15 comentarios:
Plas, plas, plas.
Hola d. Enry he tenido el valor de leerme todo lo que nos cuenta, valor porque hace unos dias nos preguntaba cuando usted sabe más que todos. Por cierto Hoy estuve leyendo para prepararme, si ya se que ya voy con retraso: A la sombra de la cruz. Y tuve que salirme a la terraza porque me espanta que me vean llorar... cuando dice en boca de Lázaro: ¿por qué me cuentas esas cosas? Hablándole de su próxima muerte. y es que dice que Jesús también necesitaba alguien con quien confiarse. Y eso. ¡Gracias! Adiosle
Bien Pater bien(la estatua de Barna) pero no le había escrito ya a Colón? o yo me he despistado?
Genial!!!
" los de Bilbao nacemos donde nos
da la gana" :-)
Me ha dejado aluciná.Me parece que usted padece una intoxicación de alta autoestima.
Lo primero de todo,desde cuando un microscopio se parece a una carabela?
Que parecido tiene un conquistador con un investigador?
Por qué los de Bilbao pueden nacer en cualquier sitio,no les parece bastante guay nacer en sú tierra?
Buff!no entiendo nada.Pero seguro que si hubiera nacido en Bilbao lo tendria claro!
¿Se está tomando un café con un pincho de tortilla?????
Más parece un San Pancracio, con el dedito estirado... Catalán, fijo!
What? Lo siento esto del post-recontra-modernismo para expresar una buena idea no acabo de apreciarlo.
anónimo tenías q ser!Bon día
Y el café expreso? Quién lo inventó y cómo?
Pacita, no es anónimo, es "PEDAZO de anónimo", que no es lo mismo.
No me acuerdo de quién decía aquello de "la inspiración te ha de sorprender trabajando", pero viene al pelo.
Ah, y en el puerto de Bristol se yergue orgulloso un tal James Cook, en cuyo pedestal se pavonea de ser el descubridor de América continental. Por lo visto, para los ingleses lo de Colón fue sólo una tontería de archipiélago de nada.
Aunque les ha salido el tiro por la culata, porque no se ven por ahí muchas estatuas ni calles ni plazas dedicadas a este explorador. Claro, como no era de Bilbao...
Perdona pacita, acabo de ver que sí hay un Anónimo. Yo me había quedado con el Pedazo. Es lo que tienen las prisas...
Toda una lección de Historia muy interesante. Ha valido la pena esperar.
Colón no se merecía no ser de ningún país y ahora entenderá por qué tantos vascos quisieron acompañarle en sus hazañas y descubrimientos.
Sólo me asalta una duda: ¿qué hubiera encontrado el Almirante si en vez de anclarse a la voz de "¡Tierra!", hubiera seguido adelante?
Gracias por sus letritas; vuelvo a creer en las casualidades.
(Padre, ¿querrá compartir con los globeros la respuesta?)
Anónimo: cualquier parecido con San Pancracio es pura imaginación. Fue la primera estatua que me presentaron mis padres a los pocos días de nacer (yo iba tan ricamente en un cochecito) y durante muchos años nos saludábamos casi a diario. Un día yo tuve que dejar Barcelona pero él sigue allí sin mover ni el dedo (nada de dedito, la estatua es muy proporcionada)).
Luego conocí a San Pancracio y es otra historia.
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