martes, 11 de marzo de 2008

Mi amigo el "apóstata"



—¿Me autorizas a escribir un artículo con lo que me contaste ayer?

—Si le sirve a alguien…

—Yo pienso que sí.

—Adelante, entonces.

—No te preocupes. Seré discreto. Esto fue lo que me dijiste:

“Cuando murió mi hermano pequeño de cáncer, abandoné toda práctica religiosa. Fue una decisión firme y fría. No estaba dispuesto a volver nunca más a la Iglesia. Supongo que eso es lo que llaman una apostasía. No perdí la fe. Era demasiado soberbio para pensar que había estado equivocado durante años. Por eso mi rencor hacia la religión y hacia Dios era más fuerte. Le dije a mi mujer que Dios no se merecía que yo creyera en él.

Menuda barbaridad. Ahora, al recordarlo, me parece diabólico. Marta me dijo que estaba volviéndome loco, que eso no tenía ningún sentido; pero a veces el dolor te hace perder la cabeza.

Lo malo es que mi locura duró quince años. Hace cinco o seis, Marta me habló de un matrimonio amigo, de Luis y a Teresa. Usted ya lo sabe, porque la maniobra fue suya. Pero, bueno, funcionó. Luis tiene la risa más alegre y contagiosa que he conocido. Me cayó bien. Me habló de Dios casi enseguida y yo le escuché por eso, porque me caía bien. Luego, sin darme tiempo para encontrar una buena excusa, me invitó a una conferencia sobre la Semana Santa.

El conferenciante habló del mal ladrón, que compartió con Jesús el suplicio de la Cruz y sólo le sirvió para blasfemar. Comprendí entonces que estaba hablando de mí. Luego se refirió al buen ladrón, que supo aprovechar el mismo sufrimiento para robar el Cielo en el último golpe de su vida.

Yo veía que los asistentes estaban todos de acuerdo, y hasta se reían. Se me ocurrió por un momento que se reían de mí, que habían montado aquel tinglado sólo para que yo oyera aquellas cosas. Como ve, seguía siendo un vanidoso estúpido.

No dormí en toda la noche. Al día siguiente le dije a Marta, que me separaba de ella; que me había traicionado contando mis problemas a un cura e inmiscuyéndose en mis asuntos sin tener el menor derecho.

Lloró tanto la pobre… Ya lo sabe usted. Terminamos los dos abrazados, llorando a lágrima viva. Me confesé…, y hasta ahora.”

No debo dar más datos, y bien que me gustaría. Concluyo con la misma frase de otros días: es grande ser cura, de verdad.


11 comentarios:

Kike dijo...

Estimado tocayo:

Grande, sí, pero es más grande aun para nosotros los laicos poder recurrir a un cura que lo sea de verdad. Lamentablemente hay tanto esperpento suelto... Recuerdo la historia de la conversión de Scott Hahn: cuando su corazón le reclamaba volver del más férreo protestantismo al cálido regazo de Roma, fue a contárselo a un sacerdote, quien le dijo que no era buena idea, que desde el Concilio Vaticano II aquello de "convertirse" no era ecuménico, y que tratara de ser un buen protestante.

¿Cómo dicen los jóvenes españoles hoy en día para estos casos? Oh, sí: "¡ains!"

Altea dijo...

Para que luego digan que llorar es una cursilería inmadura. Mira para lo que sirve. Hasta para retener al marido.

Anónimo dijo...

Querido amigo,me alegro por ti y por Marta y enhorabuena por tener un buen amigo como Luis.

Anónimo dijo...

Kike. Me sabe mal lo que explicas. Hubiera preferido que no lo hubieras contado. Cuando suceden cosas así, será que la gente reza poco por los sacerdotes.

Una historia estimulante. Gracias. A mí me ha servido mucho.
Sunsi

Nuevepornueve dijo...

D. Enrique: Me gusta que se cuenten estas cosas reales, porque ayudan. De verdad que sí ayudan. Déle las gracias al prota.
A Kike: no sin pena, tengo que darte un poco la razón en lo que dices. Por eso es tan importante que se rece mucho por los curas, por que busquen su santidad y promuevan la de los demás, desde la buena doctrina; que nos importe que estén bien preparados, y que los valoremos y tratemos con respeto. Deberia preocuparnos siempre, pero justo estos días lo tenemos "a huevo": dentro de poco será el Día del Seminario. Y quede claro que no es peloteo al anfitrión.
Y, ya que estamos, aunque no venga a cuento, aprovecho: no dejemos de recordar a todo el mundo (especialmente a nosotros los laicos que cita Kike) lo importante de formarse y formar a los que uno tiene cerca. Me parece a mí que la responsabilidad es personal, no de quien aconseja, aunque este último tenga su propia responsabilidad. Creo que es posible que muchos "me lo dijo un cura" escondan detrás aceptar cosas que "rascan" la conciencia sin tomarse la molestia de consultar o mirar el catecismo. Y ojo: que a veces, entre los "formados" también se reparte responsabilidad, xq a veces puede que, conociendo esas "lagunas" no les digamos nada. Corregir al que yerra ... Mmm...no era una de las obras de Misericordia? ¿Nos suena?

PD. UNA VEZ MAS: PERDÓN POR ENRROLLARME TANTO...NO SE SINTETIZAR...

Anónimo dijo...

Pues desde aqui pediría oraciones por apóstatas, sin comillas, de verdad y con papeles. Estos también tenemos que conseguir que "quieran" ir al cielo. Es muy doloroso tenerlos a tu lado y ....que no quieran. Gracias D. Enrique por lo que nos cuenta y por el permiso dado del protagonista.

Benjamondeyork dijo...

Le sigo desde hace años. Me había propuesto mandar un comentario de enfado porque últimamente en Mundo Cristiano sólo leo de usted quejas por lo mal que está todo, y con todo el respeto, pero parece usted un abuelo cascarrabias. Y a mi eso no me vale, no me basta. Lo único que me mueve es la grandeza que hay en la vida, todo aquello que despierta mi humnanidad... y me alegro profundamente leer "Mi amigo el 'apóstata'", que desborda realidad y humanidad por los cuatro costados. Deseo que su próximo artículo en Mundo Cristiano sea algo como esto(como minimo, porque no me conformo con menos). Un abrazo

Luis y Mª Jesús dijo...

hay q razonar desde todos los ángulos, benjamin

Anónimo dijo...

Mis amigos apóstatas son varios, que yo sepa. Y me gustaria que leyeran este artículo, aunque por otro lado me da miedo la reacción.... Qué pensais que debo hacer?

Kike dijo...

Oh, por favor, pido disculpas sinceramente si herí la susceptibilidad de alguien; en verdad no fue mi intención hacerlo ni crear polémica ni nada parecido.

Por el contrario, comprendo bien la mortificación. Decía san Agustín que la corrupción de lo mejor es lo peor. Tal vez por eso nos choca tanto cuando vamos a buscar a un sacerdote, y esperando encontrar a un "hombre de Dios", como decía san Josemaría, uno se encuentra con un tipo que está más loco que uno, tiene más problemas que uno o sabe menos que uno. Eso realmente frustra.

Es cierto: recemos por todos los sacerdotes, para que sean lo que deben ser.

Muchas gracias, don Enrique, por publicar esta historia. Y si vuelve a ver al protagonista, dígale que desde el Perú le han mandado un abrazo y una oración.

Enrique Monasterio dijo...

O sea, querido Benjamín, que quieres quejarte de mí como un viejo cascarrabias, porque interpretas que el viejo cascarrabias soy yo.
Bromas a parte, mi deseo es seguir pensando por libre, criticando (siempre con buen humor) lo que no me guste. Por suerte, los años me van haciendo más comprensivo...
No recuerdo haber emitido "quejas por lo mal que está todo". Supongo que habrá sido Kloster.