domingo, 2 de marzo de 2008

Sufrir, ¿para qué? (y II)

Buscando compañía


IV. Del dolor al sacrificio

Los ejemplos anteriores ilustran cómo puede ponerse el dolor al servicio incluso del propio egoísmo. Pero también es posible —y por cierto bien frecuente— sufrir en beneficio de los demás:

Una mujer joven, a los pocos meses de tener su cuarto hijo, me aseguraba que ella por nada del mundo renunciaría al dolor del parto. Intuía que ese dolor es una forma de entrega al hijo que nace. Por supuesto no estoy diciendo que el parto sin dolor sea menos generoso. Tampoco pretendía decirlo ella, según creo. Me limito a transmitir una experiencia ajena, que me parece respetable e incluso razonable.

En todo caso, todos podríamos poner ejemplos cotidianos de personas que se sacrifican generosamente, quizá hasta el heroísmo, para que otro sea un poco más feliz. Y no les privéis de ese dolor, porque es lo que da sentido a su vida: para ellos no es un mal, sino un tesoro. ¿Hay alguien que no lo entienda?

Edurne era una vieja sirvienta vasca que conocí hace meses. La atendí en sus últimos días de vida, y estoy seguro de que está en el Cielo. Cuando la vi por primera vez estaba sentada en un sillón, con una manta sobre las rodillas y temblando como una hoja. La señora de la casa me puso al corriente de la situación:

—El médico dice que se muere... Y no sabemos de qué. Hasta hace unos meses seguía cuidando a los niños día y noche. Se desvivía. "No sé cómo les aguantas, Edurne, le decía yo... Déjalos estar. No los mimes tanto". Pero ella se quitaba hasta de dormir... Con decirle que, cuando mi hija tuvo lo del riñón...: nada, una tontería... Pero quería ofrecer los suyos por si hacían falta para un trasplante... Figúrese: para trasplantes estaba la pobre... Bueno, pues hace dos meses le tuvimos que pedir que no trabajase más: apenas veía..., teníamos miedo... Sigue viviendo con nosotros, pero se fue apagando. El médico dice que se muere... ¿Usted lo entiende?

V. La Cruz, ¿un dolor inútil?

—¿Y si el dolor no sirve para nada...?

Yolanda tiene la habilidad de hacer la pregunta oportuna en el momento justo.

—¿A quién le sirve, por ejemplo, que yo tenga una enfermedad grave, un cáncer...?

—Y a quién servía —le contesté— todo ese desvivirse de Edurne, cuando ya estaba casi ciega y más que una ayuda era un estorbo, incluso un peligro?

—Supongo que a ella misma... Era su manera de estar viva, ¿no?

Sí. Y sobre todo, era la única forma de amar que le quedaba. Mejor dicho, la única forma de amar que existe.

Jesucristo nos descubrió este misterio. El nos enseñó que el amor es, ante todo, donación de uno mismo. No ama más el que más goza, sino el que vive hasta sus últimas consecuencias ese "te doy mi vida", que tan alegremente decimos como si fuera una pura imagen lírica.

Dar la vida parece una locura; pero los seres espirituales podemos darla y conservarla al mismo tiempo. ("moneda que está en la mano/ tal vez se deba guardar/. La monedita del alma/ se pierde si no se da"). Y la entregamos en cada gesto, en cada renuncia, cada minuto; y siempre, necesariamente, con dolor; porque nuestro ser se resiste a ese enorme "desperdicio" de vida que es el amor. Por eso todos los enamorados del mundo sueñan con sufrir. Jesús hizo realidad su sueño, y nos amó hasta el extremo con su Pasión y su Cruz.

Dios no quiere nuestro dolor...¿Para qué le serviría? Pero nosotros sí lo necesitamos, porque es nuestra forma de amar, de estar vivos, de entregar el alma. ¿Cómo podríamos darla si no existiera el sacrificio?

Si no existiera esa posibilidad de “desvivirse”, el amor del hombre a Dios sería pura palabrería. Jesús de Nazaret, hombre como nosotros, amó a Dios Padre entregándole su vida entera, con dolor, abrazando voluntariamente aquel instrumento repugnante de tortura que era la Cruz: “obediente hasta la muerte, y muerte de Cruz”, escribió San Pablo.

Desde entonces, cualquier dolor, cualquier enfermedad, cualquier sufrimiento puede dejar de ser un castigo o una prueba, para convertirse en un regalo.

El dolor por sí mismo es basura; pero si lo abrazamos, si lo recibimos como un regalo del Cielo, comprenderemos que se nos convierte en una moneda de oro que puede invertirse en amor, en donación de uno mismo, es decir, en alegría.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

"sino el que vive hasta sus últimas consecuencias ese "te doy mi vida", que tan alegremente decimos como si fuera una pura imagen lírica."

Me hace mucha gracia lo de "alegremente". Además es verdad. Así dicho parece super- fácil dar la vida, ponerse a ello es otra cosa.

Siempre he pensado que el amor empieza donde duele. Donde empieza a PARECERNOS que damos más de lo que recibimos, que no se reconoce lo que hacemos, que no recibimos nada a cambio... Creo que hasta que no se llega ahí el amor está "crudo".

El calorcito del horno quema bastante pero si no, no hay quien se coma el pastel.

El tiempo de horno no lo suelo llevar nada bien... Que cosas.

Vamos que creo que el amor no es difícil pero no es para blanditos que no quieran dejar de serlo.

Sólo una opinión desde mi posición de blandita intentando entrar en el horno...

Saludos y disculpe el megarrollo! o´ssssssssssea

c3po dijo...

Siempre he pensado que la aceptación del dolor y, en general, todo aquello que exige tener fe, es algo así como saltar en paracaídas: algo que, en principio, repugna a tu inteligencia. ¿Por qué saltar de un avión en marcha, si funciona perfectamente?

Pero el caso es que lo haces fiado del instructor. Simplemente éso, saltas, y haces lo que te han enseñado.

Pues con el dolor pasa lo mismo, saltas, lo aceptas, haces lo que te han dicho, y empiezas a comprender que el asunto tiene su miga, su por qué. Y cuanto más practicas, mejor. Porque El Instructor no deja de proporcionarte ni su gracia, ni su ayuda.

Lo dicho, es cuestión de fe.

(in my humble opinion, of course)

Hadasita dijo...

Sé que no quiere entrar en debates. Pero yo sigo sin entenderlo. Sobre todo cuando el dolor no es físico, y cuando otros tienen que cargar contigo: es sufrimiento para todos. Y no entiendo que ofrecer el dolor sea la prueba de fuego del amor. Creo que el que ama busca el bien y la felicidad de su amado. Parece que estar contentos, o safisfechos, o alegres, o esas cosas no sirven para nada, puesto que Dios no las promueve...

Son las 9,15 de la mañana. Llevo más de una hora sin poder parar de llorar. ¿A quién naries le sirve eso y para qué?

No se preocupe, D.Enrique. No espero respuestas (ni creo que las haya). No empiezo un debate, tranquilo. Pero sí le pido un Avemaría...

Anónimo dijo...

Bueno, al menos nos sirve para rezar por tí. ;-)

Luis y Mª Jesús dijo...

Hadasita, igual lo entiendes -no se que- cuando desistas de intentar entenderlo y lo aceptes.
Mayor "irracionalidad" que matar a tu único hijo engendrado en la vejez y promesa de numerosa descendencia.... y ahí está Abrahan es nuestro padre en la fe (y con una nutrida descendencia, por cierto).
Me solidarizo de la única forma pensando en mis propios nudos irresolvibles.

Marta Salazar dijo...

"Una mujer joven, a los pocos meses de tener su cuarto hijo, me aseguraba que ella por nada del mundo renunciaría al dolor del parto."

bueno, pero para qué sufrirlo si existe la anestesia peridural!!!

yo guardaría las fuerzas para otros dolores y evitaría ese!

Aquí en Alemania, la mayoría de los partos son sin anestesia! Una amiga mía decía: claro, por eso los alemanes tienen tan pocos ninos!

Ahora en serio: una vez vi morir a una ancianita (hogar de ancianos muy pobre), ella me dijo que no tenía miedo, estaba preparada y se alegraba, porque vería a la Virgen, que estaba esperándola en el Cielo...

Me impresionó mucho (y que conste que yo sí le tengo mucho miedo a la muerte).

Saludos!

Anónimo dijo...

Hadasita: a mi me ayuda a pensar, que gracias a ese dolor puedo comprender a los que tienen un dolor. Te vuelves más humano, más cercano, los entiendes mejor que los que no lo han sufrido. Gracias a tu dolor probablemente puedas ser de ayuda de muchas personas. Porque las sabrás escuchar de otra forma. Te puedes poner en su lugar y ser sincera cuando les dices eso de... Te comprendo. Siempre serás la mejor compañía en esos casos. Tu vales mucho, pero vas a valer mucho más. De todas maneras creo que el dolor es cuantificable, siempre puede venir otro que lo supere y entonces el anterior te parecerá pequeño. Dentro de 10 años probablemente este dolor se quedará en un pequeño agujero del alma pero mi alma la lleno de Eucaristias.Salgo ganando. Respecto a las alegrías ¿quien te ha dicho que Dios no las promueve? Las personas más alegres son las que están cerca de Dios, ya lo creo que las promueve y mucho. "Y vió Dios que era bueno..."