El muro

Esta mañana la he visto con la misma carita triste. Desde que le dieron la nota del bachillerato está así. Un 7,2 no es una mala calificación, pero ella está empeñada en hacer Medicina y piden más de 8 para entrar en la Facultad.

El lunes pasado lloraba junto a la puerta de la Capellanía y una amiga trataba de consolarla:

—No seas tonta. Apúntate a cualquier otra carrera, ¿qué más te da?

Eso es lo malo, pensé yo entonces, que a algunos les da lo mismo todo: Publicidad, Moda, Derecho, Empresariales…

Me senté a su lado y me enseñó las notas. Se ve que es una chica lista y estudiosa, pero le habían dado un aprobadillo en historia. Sentí un deseo enorme de estrangular al profe responsable.

—¿Has pensado ya en qué te vas a especializar?

—Pero si no puedo…

—¿Qué habías pensado? —la interrumpo—.

—Geriatría.

—¡Estupendo! Eso es lo que yo necesito. Como cuando termines yo ya estaré hecho un asquito, tú serás mi médica.

Esta mañana la he visto a la salida de clase. Los alumnos están preparando el examen de selectividad. La nota de ese examen es importante, pero habría que sumarla a la del bachillerato y sacar la media.

—¿Cómo te va?

—No sé para qué estudio. Esa nota es como un muro imposible de saltar. Ya no me importa nada.

—¿Sabes una cosa? —le digo—. He soñado que sacabas 9,5.

Al fin sonríe un poco. Me dice que “eso es mentira” y yo protesto falsamente airado.

—O sea que no te fías de mí…

—De usted sí, pero de sus sueños…

—Trataré de soñar mañana que te dan el premio Nobel.