viernes, 21 de mayo de 2010

Propósito


Me cuentas que te encontraste por casualidad con una antigua amiga. No os habíais visto desde muchos años antes, pero no necesitaste demasiados preámbulos para llegar hasta el fondo: al conocer su situación y su alejamiento de la Iglesia, le hablaste de Dios y de Esperanza.

Unos días más tarde te enteras de que tu amiga acaba de fallecer inesperadamente, y me dices muy conmovida:

-Ojalá mis palabra le hayan servido. Ahora estoy pidiendo al Señor que ninguna de mis amigas se muera sin que les haya hablado de Dios al menos una vez.




3 comentarios:

Isa dijo...

Cuánta responsabilidad tenemos, don Enrique; no nos damos cuenta a veces que mucha gente a lo mejor nunca conocerá a Jesús si no se lo presentamos nosotros. Me ha dado que pensar. Gracias.

DAVID DIAZ CRIADO dijo...

ahhh...las omisiones mias...ufff.

Pollo con almendras dijo...

Es verdad lo que dice el Padre José Kentenich: "Lo que hagamos o dejemos de hacer repercute en la santidad del otro"... lo llama solidaridad de destinos. Ojalá siempre estuviéramos conscientes de ello...