lunes, 17 de enero de 2011

La campana



Con ocasión de la próxima beatificación de Juan Pablo II, he recordado este artículo que escribí frente a la televisión, mientras sonaba la campana que anunciaba el fallecimiento del Romano Pontífice. 

Dentro de tres meses y medio, esa misma campana y todas las de la Basílica de San Pedro marcarán el ritmo a millares de campanarios del mundo entero, que repicarán felices cuando el Papa más querido quizá el más grande de la historia moderna sea elevado a los altares.  



Hace una hora se nos ha muerto Juan Pablo II. Mientras escribo, oigo el tañido de una campana de la Basílica de San Pedro en el Vaticano que, gracias a la radio y a la televisión, llega a todos los rincones de la Tierra.
Esa campana anuncia que el Papa ha dejado de sufrir, que nuestro amigo del alma ha recuperado la sonrisa que nos desarmó desde su primera aparición en 1978; que vuelve a brillar en sus ojos la chispa cómplice de los primeros años; que su voz es otra vez la de entonces: el vozarrón que cantó O sole mio acompañado por un coro de doscientos mil napolitanos y la que retumbó en la Plaza de San Pedro, al comienzo de su pontificado, ante jefes de Estado y presidentes de gobierno de todo el mundo:
—¡No tengáis miedo! —les dijo—, ¡abrid de par en par las puertas a Cristo!
El Papa en su penúltimo libro lanza otro grito, el mismo que Jesús dirigió a los apóstoles que dormitaban en el Huerto de los Olivos:
—¡Levantaos, vamos!
Había una cierta ironía bienhumorada en ese título: mientras animaba a los cristianos a caminar sin miedo hacia la cruz, aludía a su propia incapacidad para ponerse en pie. Hoy, sin embargo, la campana proclama que Juan Pablo II se ha levantado ya de la silla de ruedas; que está dispuesto a caminar con nosotros, para seguir viajando por el mundo. Regresará a los países en los que estuvo durante los últimos años y también a los que no pudo visitar porque no le dejaron. Llegará por el Cielo, como siempre. Y, de rodillas besará la tierra en cada aeropuerto, y abrazará a los niños, hablará con las autoridades, cantará con los jóvenes, predicará en cien lenguas y entrará, delicadamente, pidiendo permiso, en el corazón de los que quieran recibirle.
Esa campana dice además que el Papa ya no tomará el avión de vuelta a Roma. Esta vez se queda en cada uno de los pueblos de los cinco continentes. También en la vieja y decrépita Europa, tan amada por él, aunque en los últimos años adopte ademanes de adolescente insurrecta y parezca rebelarse contra sus padres e ignorar las raíces que la hicieron fecunda.
Todo esto, lo sabéis muy bien, no es una forma de hablar, una consideración vagamente “espiritual” en ese sentido ilusorio con el que algunos se refieren al espíritu humano. Juan Pablo II no vivirá “en nuestro recuerdo”, porque en los recuerdos no se vive: allí se embalsaman los afectos y, por muy intensos que sean, acaban por diluirse en pocos años.
El Papa está realmente en el corazón de millones de hombres y mujeres de todo el mundo. ¿Es que somos capaces de imaginarlo lejos de aquí? Está con Dios, por supuesto, y precisamente por eso está también donde siempre ha querido estar, con los suyos. No ha habido un Papa más universal ni más cercano.
La campana sigue sonando. La televisión ha dejado su tañido como música de fondo para esta noche. Ahora una voz femenina explica que las campanas tienen nombre y ésta se llama Sant’Andrea, y se reserva para los días más solemnes.
Ya comprendo que no es momento de sugerir cambios; pero en esta hora, cuando los columnistas se sientan frente al ordenador tratando de encontrar con urgencia una frase, unas palabras que expresen el dolor y al mismo tiempo lo contengan para que no se desborde, a mí sólo se me ocurre que habría que cambiar de nombre a esa campana. La llamaría “Juan Pablo II”. Y es que desde hace una hora se me ha metido en la cabeza la letra de aquella sevillana que cantaron al Papa en su primer viaje a España y que él mismo solía corear con los chicos del univ en las convivencias de Semana Santa:

“No te vayas todavía,/ no te vayas, por favor,/ no te vayas todavía /porque la guitarra mía/ llora cuando dice adiós”.
Pero no es la guitarra la que llora. Es la campana, que se me ha puesto flamenca y sigue el ritmo de la copla. Y hasta me parece oír la voz del Papa que nos tranquiliza:
—No os preocupéis; estoy aquí y seguiré siempre con vosotros.

10 comentarios:

GAZTELU dijo...

Gran artículo de nuestro querido Juan PabloII.

Muchos de sus lectores estarán encantados de ver la prontitud con que satisface sus deseos: una entrada con motivo de la beatificación de Juan Pablo II.

La campana, me gustó mucho el título del mismo, tengo debilidad por ellas; uno de mis grandes placeres es ecucharlas, en casa de mis padres en muestro pueblico, desde la cama, en mis noches de insomnio o durante el día.

Me recuerdan que debo mirar al cielo cuantas más veces mejor al cabo del día; solo desde arriba, se pueden esperar grandes cosas.

GRACIAS

Anónimo dijo...

Precioso D.Enrique, muchas gracias!

Anónimo dijo...

Me ha gustado muchísimo este artículo. Y cuando he vuelto a leer, yo diría casi a oir: !No tengáis miedo!!Abrid ... me ha dado un vuelco el corazón.

Cuando lo oí por primera vez era casi una preadolescente; pero ahora, siendo ya una joven cuarentona, hoy me está haciendo pensar... y mucho, sobre mi grado de compromiso con Jesús.

Recuerdo muy bien el día de su muerte, yo estaba luchando en la cama para sacar adelante un embarazo muy complicado, y !Dios!... cómo le rece a JPII para que saliera adelante. Al final Dios siempre sabe más y a nosotros sólo nos queda reconocerlo y aceptarlo.

D. Enrique, ayer me propuse no darle las gracias tan amenudo, pero debo de reconocer que me vuelve a dejar fuera de juego y me ayuda a rezar, a ser mejor, y... a plantearme cosas que sí que dan miedo. Gracias por ello.

Hoy toca no firmar.

Antuán dijo...

Esta pero que muy bien, siento no haber llegado antes, tenía cosas que hacer, de veras como decía Juan Pablo en el Bernabeu que lo he visto varias veces: esto me emocionó... Ahora será tema de mi oración. La otra noche como llevo tanto desorden no me dormia y en vez de musica xq empiezo a darme cuenta que lo que hace falta es rezar más rosarios me dice mi hermana. me enchufe una homilia y salió: Vocación cristiana y te suelta la voz misteriosa: "un día no quiero generalizar (a ver si lo digo bien) ponte en la presencia de Dios y cuéntale tu historia..." ¿a Dios? pero si ya la sabe, ¿que le voy a contar? Pues si todos sabemos mucho del Papa y no lo sabemos todo. Dios quiere que le hablemos de nosotros, de los demás. Eso es lo que voy a hacer ahora. He dicho. Adiosle.

Marisa dijo...

La humanidad de Juan Pablo II era tan asombrosa y palpable que, pienso que podría pasar a la Historia con el sobrenombre de El Humano.

Preciosa entrada.

yomisma dijo...

Hoy me ha pedido una amiga que rece por un milagro. Y viniendo de ella que no tiene a Dios en el centro de su vida precisamente, va a tener que ser uno bien gordo. ¿Hay huna oración especifica a Juan Pablo II para pedir gracias y favores?

Anónimo dijo...

Muy buenos los comentarios, y la entrada. Gracias. AC

Vila dijo...

SI yomisma, si la hay. JPII tiene una estampa con su oración de intercesión.
Yo le he prestado la mía a mi suegra para que le rece todos los días por la curación de mi suegro. Y !está saliendo de la leucemia!, aunque estos días tiene una infección rara que le da fiebre y no conseguimos salir del hospital, !pero se está curando!.

Busco en casa otra estampa, te la escaneo y te la paso a través del correo de D.Enrique.

melina dijo...

muy bueno su articulo D Enrique yo en ese momento no lo habia leido ( porq no lo conocia) pero la verdad me ha llegado al corazon q alegria cuando volvamos a escuchar esas campanas pero ahora para decirnos q Juan Pablo II ya es beato :)

yomisma dijo...

Gracias Vila, ya la he encontrado en internet. Google es amazing!