Sociedad Anónima
Debo pedir perdón a mis habituales lector@s y comentador@s más o menos anónimos. Este artículo no va por vosotr@s. Vuestro anonimato es inocente y transparente. Pero en MC me han pedido con urgencia un artículo y sólo se me ha ocurrido éste:
―Estamos convirtiéndonos en una sociedad anónima.
Kloster, que llevaba toda la mañana metido en Internet, lo dijo con cierto tono de resignación.
―No sabía que te interesaba la economía ―respondí―.
―Y no me interesa. Lo que digo es que la sociedad europea y mundial está poblada de ciudadanos voluntariamente anónimos, de tipos enmascarados, con capucha o antifaz. El anonimato se ha puesto de moda y es una moda muy peligrosa.
Antes de proseguir con su exposición, Kloster decidió tomar carrerilla atizándose un buen trago de Rioja, crianza del 2004.
―En otro tiempo sólo los delincuentes y los nazarenos ocultaban su rostro con un capirote. Los cacos de toda la vida iban con su antifaz reglamentario o se embutían la cabeza en una media para no ser reconocidos. También dieron mucho juego el embozo de la capa española y las bufandas invernales para no dar la cara en determinadas correrías indecentes. Sin embargo, en todos estos casos, el anonimato voluntario era algo vergonzante, síntoma de cobardía o de conciencia culpable.
―¿Y ahora, no…?
―¿Recuerdas la gripe A? ―me interrumpió Kloster―. La venta de mascarillas se disparó hasta el infinito. Dijeron que era para protegerse del maldito virus que iba a acabar con media humanidad, pero no. Al personal le gustaba ir enmascarado. Japón entero parecía una fiesta de disfraces. Los nipones vendían mascarillas de colores, decoradas con dibujos imaginativos. Yo mismo me compré una para pasar delante de las mil cámaras de seguridad que filman nuestros pasos cada día por la ciudad.
Ya para entonces se habían encapuchado los policías para no ser reconocidos por los delincuentes, que ―ellos sí― actuaban a cara descubierta. ¡Fantástica paradoja! Y la televisión, para proteger el anonimato, inventó esa técnica de “pixelizar” los rostros de los que no debían ser publicados.
―Me parece que estás sacando las cosas de quicio.
―¿Tú crees? Antes los anónimos iban directamente a la papelera; ahora…, entra en Internet. Todas las páginas que admiten comentarios de los lectores llevan una escolta de parásitos anónimos que, en el mejor de los casos, firman con un nombre imaginario, con un nick, para poder insultar a diestro y siniestro sin más argumentos que los derivados de sus fobias políticas, religiosas o deportivas.
―Supongo que tienes razón. Hay mucha gente extraña…
―¿Extraña? No creas: la mayor parte, son tipos corrientes: adolescentes ociosos, que alimentan su pavo chateando con los coleguis; funcionarios con pocas ganas de currar, amas de casa ociosas que buscan aventuras de mentira, registradores de la propiedad o parados en crisis, que disfrutan creándose una segunda vida en la red; una vida virtual (que no virtuosa) con la que huyen de sus pequeñas frustraciones cotidianas o se desahogan poniendo por escrito lo que nunca se atreverían a decir fuera del armario.
En ese armario se insulta, se calumnia, se vocifera con razón o sin ella; se descompone la propia dignidad en el fango de las perversiones más extravagantes, y, sobre todo, se disfruta. ¡Qué gozada, qué estupendo y democrático es todo dentro de la red! Aquí nadie enseña el currículum ni el DNI. No importa el apellido ni la clase social. Aquí somos todos iguales. ¡Somos la opinión pública!
Terminado su discurso, Kloster calló. Yo le dije que ese gusto por el anonimato quizá sea sólo un modo de protegerse contra las agresiones “tontalitarias” (sí, he dicho tontalitarias) del Poder, que no cesa de entrar en nuestras vidas sin pedir permiso. Un nick, puede ser una buena arma defensiva.
De todas formas, es peligroso vivir siempre en el armario. Hay que dar la cara. Hay que perder el miedo a pensar por libre mirando a los ojos de nuestro interlocutor. Y ante Dios, fuera capuchas. Él nos quiere transparentes, sin miedo a mostrar nuestras heridas y debilidades, para llamarnos ―y amarnos― por nuestro nombre.
Mi amigo no respondió. Tal vez porque Kloster es sólo un nick.
13 comentarios:
Pedazo de artículo... A mí me encanta ser anónima pero esque soy tímida y también me pasa como a los antiguos delincuentes: que me averguenzo de mí. Sin embargo me encanta la libertad que tengo con Dios que lo sabe todo... pero, claro, es distinto. Dios nos ama de todas formas. Si la sociedad fuera/fuéramos algo parecidos a Dios, no habría tanto deseo de anonimato. (perdón por el discurso)
A mi me gusta comentar anonimamente...
¡Ay!, ahora que hago??????????
Y aunque no lo hagamos de forma anónima, ¿no es cierto que al "hablar" en el ciberespacio nos atrevemos a decir lo que quizá de viva voz callaríamos?
Yo pienso que es verdad lo que dices, para mi es mas fácil escribir que hablar.
Me gusta mucho el final del artículo, no tengamos miedo a expresar nuestra verdad.
Gracias,
Antes uno perdía el tiempo con psatiempos,matarratos...ahora se enciende el ordenador . San Sebastián es mejor que Bilbao, cara a cara, sin retorno.
Sinretorno, no le des vueltas: San Sebastián siempre será un barrio precioso del Gran Bilbao.
Caray con el mapa mundi de Bilbao, ja ja ja.
Pues yo sinceramente escribo con u pseudónimo que me encanta y del que no me pienso apear.
Hace un año y medio fuí atacada de tal manera en otro foro por expresarme con libertad pero con respeto y cariño que no me compensó el disgusto e incluso miedo que pasé, desde entonces firmo como GAZTELU, pero no me siento nada anónima en este globo, sino muy a gusto en él y cuando ha sido conveniente no he tenido ningún problema en dar mi e-mail para contactar con gente de buena fé.
Internet tiene sus grandes ventajas pero tambíen el peligro de la gente que hace mal uso de él y lo convierte en un arma de "destrucción masiva", yo he sido testigo de como han destrozado a personas por comentarios MORDACES al igual que he sido testigo de conversione e historias maravillosas.
dos reflexiones:
-es muy saludable tomar de vez en cuando una copita de Ribera de Duero
- Que le ocurre con los registradores de la propiedad, mi padre lo és, me dejo usted "mosca"
GRACIAS
Yo nunca firmo como anónimo.
Venga, no os deis por aludidos que ya nos lo aclaró de antemano -y nada menos que pidiéndonos perdón-.
Yo no me había dado por aludida y acabo de caer en la cuenta de que tampoco firmo con mi nombre sino con el apellido de mis hijas (el de mi marido lleva una "s"). Es una costumbre, que en mi tierra no me protege nada, pero si a mi familia (a mi madre no le suele gustar nada lo que escribo en los periódicos...y eso que lo he hecho en contadísimas ocasiones!! Por respeto a mis padres no firmo con el apellido familiar).
Está claro que el artículo va de otra cosa. Por mi parte hace tiempo que he salido del armario silencioso, mi trabajo me cuesta pero merece la pena, supongo.
La crítica más dolorosa que he recibido no han sido los insultos, sino la advertencia seria de una buena amiga mía que piensa que no me conviene en absoluto tanta "crítica social" como lo llama ella.
Qué más da! Lo importante es lo que aporten y el respeto que muestren. AC
wou que entrada mas estupenda!! ya tenia mucho de no comentar pero siempre las leo. lastimosamente no solo en la red se ven encapuchados, tambien estan en la vida cotidiana. quienes te muestran sus diferentes caras. Dios nos ayude a salir del aramario y como bien lo dice mi estimado Henrique mostremonos tal cual somos.
un abrazo
Leili Chupin.
Ya podemos escondernos detrás del anonimato que nuestro ADN al escribir, nos delata. Y D. Enrique que tiene ojo, sabe quienes somos "Los Globeros Anónimos Asociados al Pensamiento Libre". Probablemente nos haya puesto su Nick propio.
D. Enrique, me ha encantado este artículo.
En mi caso, el anonimato ha sido una consecuencia. Por lo menos así, puedo mostrarme tal y como soy.
Como me imagino que ya sabe quien soy, decirle que le debía un "Gracias".
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