martes, 13 de agosto de 2019

El frío congeló las lágrimas de San Lorenzo.



 El frío y la luna. Cuando me puse en pie a las tres de la madrugada para mirar al Cielo, el termómetro del jardín marcaba 12 grados; demasiado frío para el mes de agosto y para mis pobres recursos indumentarios. El jersey no pudo evitar mi primer estornudo. Además estaba la luna, redonda, brillante y soberbia como un doblón de oro. Con semejante lámpara no había forma de ver el vuelo de las perseidas. A San Lorenzo se le secaron las lágrimas.
Todos los años me ocurre lo mismo. Unas veces son las nubes; otras, lo que los cursis llaman la  "contaminación lumínica"; el año pasado, los pinos de Valsaín… Ingenuo de mí. ¿Por qué seguiré buscando las lágrimas de San Lorenzo? En el fondo ¿qué importa si el cielo chisporrotea más o menos? Además, "pedir un deseo" con la esperanza de que una estrella fugaz nos lo conceda, ¿no es una superstición un poco tonta?
En eso pensaba yo cuando me metí de nuevo entre las sábanas. Tardé un rato en recuperar el sueño: al menos dos minutos. Me desperté a las 7 un tanto confuso: ¿había soñado mi breve expedición por el jardín? Por un momento pensé que sí; pero el frío de mis pies era demasiado real.
Teníamos retiro, y como siempre volví a salir al jardín para ver amanecer. En esta ocasión, una bandada de rabilargos pasó frente a mí como un rayo azul. No eran perseidas, pero me sirvieron.

 
Rabilargos 

3 comentarios:

Antuán dijo...

Me gusta! Aunque las que yo me se no aparecen en su planetario. La Osa Mayor Y la Menor. El Cinturón de Orión o las tres Marias, Kasiopèa O la W o M según se mire. Las cabrillas que mi padre me enseño una noche levantándome de la cama en la huerta. Y no veía nada a esas horas. ¡La Cruz del Sur! Esa si que me gustaría verla. Pero habré de conformarme con las que tengo en una de mis tablas, donde hay de todo con chinchetas y gomas: el mundo de los sueños. Y otras cosas que cualquier día acabaran en una falla. Pero de momento ahí están, Dice Carmelo que el viene a buscarlas si hace falta. Que las guarde. Otros me dicen que haga un bloc. Pero no. De momento se van llevando gente que conozco. Quiero mandar una a Alemania. Una tabla fina llena de colores. A mi me gusta. También la noche encandila, la verdad. Adiosle

Papathoma dijo...

Hace años que intento ver las Perseidas sin conseguirlo, así que esta vez intenté lo más fácil: salí a la terraza, miré en dirección opuesta a la luna, al punto más oscuro que encontré y...voila. Allí estaban, "cayendo" de vez en cuando, muy rápidas.
No me lo podía creer. A veces lo mejor está al alcance de nuestra mano, sin darnos cuenta.
(Ventajas de vivir en un barrio con poca "contaminación lumínica")

Cordelia dijo...

Nosotros levantamos a las niñas, subimos al monte en coche y vimos caballos salvajes y poco más. Entre las nubes y la luna, el cielo imposible. Gracias a Dios por los caballos