domingo, 16 de marzo de 2008

Domingo de Ramos



...Y no sucedió nada.


(del diario de Judas Iscariote)

Esta mañana por un momento pensé que el Maestro estaba dispuesto a dar la batalla definitiva para hacerse coronar rey.

No se hablaba de otra cosa en Jerusalén: Lázaro había resucitado al grito de Jesús. El relato de lo acontecido en Betania iba de boca en boca y ya nadie tenía la menor duda de que el Mesías estaba a punto de entrar en la Ciudad santa.

Sólo Caifás, el muy cobarde, tenía miedo. Pensaba que si las autoridades religiosas reconocían al Cristo, los romanos tomarían represalias, acabarían con la revuelta y destruirían el Templo. Por eso quería acabar con Jesús. "Es mejor que muera un hombre en lugar de todo el pueblo", había dicho en el Sanedrín; pero lo cierto es que tenía horror a la lucha, a perder sus privilegios. ¡Pobre Caifás!

Y, en medio de todo, cuando el ambiente estaba más caldeado, Jesús nos dijo que quería entrar en la Ciudad no a pie, como en otras ocasiones; tampoco a caballo, que sería una arrogancia innecesaria, sino sobre un borrico, como rey de paz.

—Maestro —le dije—, me parece una medida brillante y muy adecuada. Así nadie podrá acusarte de provocador. El pueblo estará con nosotros. Yo mismo me encargaré de mover a la plebe.

Jesús me miró en silencio. No sé lo que había en su mirada. ¿Tristeza? Nunca le entenderé del todo.

El sol estaba en lo alto cuando entramos en Jerusalén. ¡Qué alboroto! Fue aún mejor de lo que yo preveía. Cantaban los niños y las mujeres. Los hombres gritaban de entusiasmo y apretaban los puños a la espera de una orden, al menos de un gesto del nuevo rey de Israel.

Los sacerdotes se refugiaron, temerosos, en el Templo sin atreverse a abrir la boca. Todo estaba a punto para dar el paso definitivo. Y entonces ocurrió algo extraordinario.

Ocurrió..., que no ocurrió nada. El Maestro predicó un buen rato y, al caer la tarde, decidió que regresábamos a Betania.

¿Qué pretende Jesús? ¿Acaso quiere que lo maten? No lo entenderé nunca.

Acabo de recibir a un mensajero de Caifás. Quiere negociar conmigo... Hablaremos mañana.


8 comentarios:

Luis y Mª Jesús dijo...

que sugerente perspectiva. Supongo que sea cosa suya D. Enrique,

Enrique Monasterio dijo...

Sí, es cosa mía. Y estoy pensando continuar con el diario. Veremos si tengo tiempo.

Anónimo dijo...

Y es que a veces los hombres "justos" queremos ser más papistas que el Papa....Cuándo entenderemos que la Voluntad de Dios puede no coincidir con la nuestra!!!

Anónimo dijo...

Supongo que muchas veces nos excusamos en el "mal menor" asumiendo un incierto "mal mayor". Supongo que nunca se ha de elegir el mal, aunque sea el menor...

Me llama la atención que haya elegido el diario de Judas...¿Porqué todos somos un poco traidores?. ¿Porque lo que más le duele a Jesús es la traición de sus amigos?. ¿Porqué se dejó engañar por bienes terrenos, se jugó el cielo y nos consta su desesperación al ahorcarse y no acudir a Dios?...

Me siento a veces un poco Judas (unas veces por cobardía, otras porque prefiero bienes que la integridad total o una gerosidad más cristiana y comprometida) sólo que espero no ahorcarme. Algo ya lucho (me consta que poco...)

Por cierto, rece por mí en ese megacurso de retiro. Please :)

Anónimo dijo...

D. Enrique: Gracias por todas sus entradas al blog. ¡Nos tiene muy bien acostumbrados!

Rezaré por usted y por el Curso de Retiro de Riaza.

j.a.varela dijo...

Huele a cosa grande Don Enrique.

juan alberto

Enrique Monasterio dijo...

La verdad, me fastidia que veamos en Judas sólo al malo de la película con el que nunca nos identificamos. Ya sabéis, ése al que apedrean los mozos en las representaciones de la Pasión de los pueblos.
La tentación de traicionar no es algo tan remoto.
No escribiré nada más sobre Judas. Si acaso, una o dos entradas. Me voy al curso de retiro. Los necesito: no sea que yo también me convierta en un Judas.

Anónimo dijo...

D. Enrique, ya tenemos otro niño. Mamen un poco desbordada. Acuérdese de todos nosotros en el curso de retiro. Gracias. Saludos