jueves, 27 de marzo de 2008

Emaus (II)


Nada más salir al camino, vimos a María Magdalena y a su grupo, que regresaban alborotadas del sepulcro. Al parecer no habían conseguido embalsamar el cuerpo de Jesús. Los soldados se habían llevado el cadáver, pero ellas insistían en que había ocurrido algo prodigioso.

Tomás, uno de los doce, acompañado por tres o cuatro discípulos, abandonaba en ese momento la casa sin prestar el menor crédito a los gritos de las mujeres. Cleofás y yo tampoco estábamos dispuestos a hacer más averiguaciones, pero aun así nos demoramos un buen rato antes de emprender la marcha.

El camino hacia Emaús iba a ser largo.

—¿Dónde estará la Madre de Jesús?

—Deberíamos habernos despedido de ella, pero nadie sabe a dónde fue. María Magdalena tampoco.

La primavera continuaba fría e inestable. Aún soplaba el viento negro del desierto. Caminamos casi una hora en silencio.

Era inútil tratar de olvidar. ¿De qué íbamos a hablar en el camino? De las veces que recorrimos con Jesús el mismo sendero, de los enfermos que llegaban de todos los rincones de Palestina, de aquel ciego que gritaba en Jericó, de la mujer que llevaba a enterrar a su hijo y Jesús le dijo "no llores". Eran recuerdos dulces y amargos que tan pronto levantaban el ánimo como volvían a hundirlo en el abismo. Todo, todo, todo había terminado ya para siempre. Quizá nunca había empezado.

—¿Te acuerdas de Judas? —preguntó de pronto Cleofás—.

—Nunca hablamos de él ¿Por qué me lo preguntas?

—¿Sigues pensando que Judas es sólo "el traidor", y que dándole ese título hemos sido justos?

La mirada de Cleofás se había ensombrecido más aún. Se quedó callado un rato, se envolvió en la túnica y dijo:

—Olvídalo. Es este viento negro que se mete en el alma.

—Una cosa es cierta —le respondí—: nosotros, como Judas, no vamos a ninguna parte, ya no buscamos nada porque lo hemos perdido todo. Simplemente huimos, nos alejamos. No hay esperanza. Si acaso iremos en busca de un rincón donde morir. Judas encontró un árbol.

Me vino entonces el recuerdo de María, de su mirada, idéntica a la de su Hijo, de aquella sonrisa imposible de olvidar. No sé si lloré porque el viento frío me azotaba la cara. En ese momento oímos una voz a nuestras espaldas:

—¿Qué discursos son esos que os traéis en el camino?

Era una voz vagamente familiar, de alguien conocido en otro tiempo y olvidado casi por completo.

10 comentarios:

Luis y Mª Jesús dijo...

yo iba con un palo deshaciendo las huellas que Vds. dejaban en la arena, era muy crio y mi preocupación descansaba en lo que decidieran los mayores, ....

Nuevepornueve dijo...

D. Enrique! No sea "malo" y no deje para mañana el tercer capítulo, por favorrrrrr.


Ah: Y Feliz Pascua Florida a todos los librepensadores del blog!

Antonia Macaya Fonts dijo...

Los recuerdos siempre están ahi, alborotando la piel del corazón. ¡Que manías tenemos los humanos...!
¿Por qué queremos olvidar tan pronto? Lo único que hay que olvidar son los rencores, los malos momentos, los desánimos.... Después de recorrer los caminos con Jesús es inútil pretender olvidar, aunque sin su presencia física se nos haya hecho un vacío en el alma.

Anónimo dijo...

D. Enrique: ¡Cómo me gustan estas recreaciones de los discípulos de Emaús! Me encanta que recuerde a la Virgen, su parecido con Jesús, su mirada... Me ayuda mucho todo.
¡Qué bonito el tiempo de Pascua!
(Hasta el reloj verde me encanta)

Anónimo dijo...

Resultan muy entrañables y sencillos estos relatos de Emaus , no cuesta nada caminar en medio de ellos o detrás para no ser vista y "disfrutar" con sus comeduras de cabeza , sabiendo que lo mejor está por llegar.

Anónimo dijo...

Ayer, al leer lo de Emaus, me di cuenta de dos cosas: la primera es que sòlo eran siete millas, que en mi opiniòn da para dos o tres horas de camino, no màs. La segunda es que llegan a Emaus al final de la tarde...
Total: no han salido a primera hora, sino que después del mediodìa. Han tenido tiempo de escuchar no solo las noticias, sino también los comentarios, por ej. aquel "Vio y creio" de Juan.
Asì entiendo mejor el reproche de Jesus al llamarles tontos y tardos de corazòn: envueltos en sus pensamientos, no solo no han mirado a la Virgen, sino que tampoco han querido hacer caso al jefe de los Apòstoles, y màs que nada, no han querido escuchar a su mismo corazòn!

Enrique Monasterio dijo...

Mario: los autores discrepan sobre el número de "estadios" qe hay entre Jerusalén y Emaús. Algunos dicen eso y otros, que 30 kilómetros. Yo he procurado ilustrarme un poco, y lo único claro es que nadie sabe dónde estaba esa aldea.
En cualquier caso no pretendo hacer exégesis. En realidad tampoco sé muy bien lo que estoy haciendo...

Enrique Monasterio dijo...

Por otra parte, a juzgar por lo que cuenta San Lucas, cuando Cleofás y su compañero regresaron a Jerusalén, los 11 les comunicaron (entonces y no antes) la noticia de la resurrección y el testimonio de Pedro...
Pienso que los relatos de la resurrección son especialmente confusos precisamente porque cada uno cuenta la historia según la vivió, discrepando, no en los hechos, sino en los estados de ánimo, en la descripción de las reacciones subjetivas de los testigos.

Anónimo dijo...

Supongo que no es casualidad que se haya acordado de Judas. Deja la pregunta en el aire.¿Era sólo un traidor?. De su relato se deduce que los discípulos no hablaban nunca de Judas. Y fue el que entregó a su Maestro. Hay como un pacto de silencio. ¿Por no caer en la murmuración?
Gracias por el relato, D. Enrique

Néstor dijo...

Ups, emocionante, incluso para los de corazón frío.