Guardo en mi agenda una colección de titulares antológicos de la sección de deportes de la prensa. Ninguno de ellos dan noticia de nada. Desde hace años los diarios de papel son conscientes de que lo suyo es la literatura, no la actualidad. La actualidad llega por la radio, por Internet o por televisión. A los muchachos de la pluma o el bolígrafo sólo les queda la lírica y la épica.
Hace muchos años, con motivo de una gran victoria de la selección española de fútbol sobre Dinamarca, en la que Butragueño marcó varios goles, la Gazzetta dello Sport tituló a toda plana:
Cuando vola l'avvoltoio, la Spagna diventa spiatata, "Cuando el buitre alza el vuelo, España se vuelve despiadada". Magnífico.
Los “tituladores” españoles son más sintéticos, pero igualmente eficaces. Así, la victoria del Real Madrid sobre el Málaga en el Bernabeu, mereció este gran epígrafe en el ABC: “colocón de Málaga virgen”, y cuando el mismo Madrid se dejó arrebatar un punto por el Español –creo que el partido terminó con empate a 2– el cronista tituló: “Golosina para periquitos”.
La eliminatoria de la Copa de Europa con la Juventus de Turín, mereció toda suerte de metáforas a cual más incomprensible para los no iniciados: “la vieja señora no se deja seducir” (Juventus 2, Real Madrid 1); “Del Piero saca la lengua al Madrid”, y así sucesivamente. Ahora, al releerlas, me viene el recuerdo de un prestigioso catedrático y político ya fallecido, que, al tropezarse con una de esas cabeceras en el desayuno hace muchos años, afirmó:
–Resulta sorprendente. Sé lo que significan cada u

na de las palabras, y sin embargo el concepto se me escapa por completo.
Tampoco era tan difícil, la verdad. La frase que desconcertó al ilustre intelectual decía sólo “el equipo colchonero arranca un valioso positivo del Molinón”.
¿A dónde quiero ir a parar? A la prensa de hoy, naturalmente.
Como es bien sabido, el Cardenal Bertone, Secretario de Estado de la Santa Sede pronunció ayer un discurso en la sede de la Conferencia Episcopal Española sobre “los derechos humanos en el Magisterio de Benedicto XVI”. Como no podía ser de otro modo, asistieron todos los cardenales españoles y cincuenta o sesenta obispos. También hubo autoridades y políticos, sobre todo de la oposición, profesores universitarios e intelectuales en general. Dicen los que estuvieron allí que el salón de actos estaba abarrotado.
Yo imagino que el contenido de la conferencia debió defraudar a algún sector de la prensa. Y es que el número 2 de la Santa Sede sólo dijo, con la mesura y el rigor propios de su cargo, lo que debía decir: que la verdad y la mentira siguen donde estaban, o sea que no dependen del número de votos; que la fe y la moral de la Iglesia no cambian cada legislatura; que los derechos humanos no son una invención de los parlamentos sino una expresión de la dignidad del hombre; que, por tanto, los gobiernos “reconocen” esos derechos no los crean ni tienen la facultad de limitarlos o destruirlos; que existe un derecho a la vida y no a la muerte; que el matrimonio no se inventa, porque es mucho más viejo que las ideologías… O sea, lo de siempre. Gracias a Dios “la buena noticia” que anuncia la Iglesia es buena y grande, pero nunca escandalosa, O sea, que no da titulares desmesurados.
Quizá sea eso es lo malo. Necesitamos titulares.
Con la visita a España del Cardenal, por un momento tuve la impresión de que los cronistas futboleros habían invadido la sección de religión de algunos periódicos. También yo, como el ilustre catedrático del que hablaba antes, me sentí confundido ante tanta metáfora críptica y descabellada. Unos hablaban de “rapapolvo” al Cardenal de Madrid; otros de “luna de miel” del gobierno con la Iglesia; aquél, de humillación de un gobierno laicista ante la Santa Sede…
Y esta mañana, al leer por encima los periódicos, resulta todo lo contrario. “El Cardenal escoltado por 60 obispos ataca al gobierno”. “La Iglesia pretende que nadie gobierne sin el nihil obstat del Vaticano”, etc. etc.
Yo sólo sugiero que leáis
aquí el texto íntegro de la conferencia, que vale la pena.
Y pasad de los titulares.