domingo, 15 de febrero de 2009

Jesús y el leproso


Siempre ha habido enfermedades malditas. También ahora, mal que nos pese. En tiempo de Jesús la lepra era peor que una maldición. Los leprosos eran la escoria de la sociedad. Expulsados de las ciudades y de los pueblos vivían una muerte lenta y sin esperanza. "El que haya sido declarado enfermo de lepra —dice el Levítico— andará harapiento y despeinado, con la barba tapada y gritando: ¡impuro, impuro! Vivirá solo y tendrá su morada fuera del campamento”.

El Evangelio de hoy nos cuenta que en cierta ocasión un leproso quebrantó gravemente la ley. Al ver a Jesús que pasaba, corrió a su encuentro y se hincó de rodillas ante él:

—¡Si quieres, puedes limpiarme!

Los que acompañaban al Señor sin duda retrocedieron horrorizados. ¿Cómo se atrevía a acercarse así al Maestro un pecador maldecido por Dios?

Pero la reacción de Jesús fue aún más extraordinaria: los tres evangelistas que relatan el milagro subrayan que “extendió la mano y le tocó”.

¿Somos capaces de imaginar el terror de los apóstoles? Jesús podía haber curado al leproso a distancia —ya lo hizo en otra ocasión— con sólo expresar un deseo; pero esta vez quiso poner sus manos en la herida y hacerse maldito con el maldito.

Nuestro Dios no pasó por el mundo sin contaminarse, como un rey en su carroza de oro, despegado del suelo, para no embarrarse con el estiércol de los caminos. En el huerto de los Olivos se echó encima toda la lepra de los hombres y estuvo a punto de flaquear. San Pablo lo escribe con gran crudeza: “nos redimió de la maldición de la ley haciéndose maldito por nosotros. Porque está escrito: maldito el que pende de un madero”.

Y yo, que debo ser para los demás Cristo que pasa, ¿no deberé abrazar también a los leprosos, y besar sus llagas? Y yo, que soy también leproso, ¿por qué me avergüenzo de enseñar mis úlceras? Así nunca lograré que Jesús me toque y me sane.



11 comentarios:

Estaesnuestracasa dijo...

D. Enrique: con su permiso, hemos tomado la reflexión de hoy para nuestro blog.
Sencilla, breve, pero profunda y de Buena Noticia.
Un abrazo.

Isa dijo...

Gracias por su reflexión, don Enrique.
Qué importante es la virtud de la humildad y el dejarnos ayudar, para que nuestra "lepra" quede limpia.
También qué importante es el amor al prójimo, sin exclusiones, viendo a todos como hijos de Dios que son, viéndolos con los ojos de Cristo...
Gracias de nuevo.

Yuria dijo...

Jesús toca la herida del leproso, come en casa de Zaqueo, se invita solo,cura en sábado y defiende a la pecadora. Jesús es un hombre abierto, un Dios abierto.

Con El lo tenemos todo: un modelo, un médico, un hermano. Qué suerte tenemos.

eligelavida dijo...

Los mayores leprosos hoy en día son los no nacidos. “fuera, porque no es el momento”, “fuera, porque somos muy jóvenes”, “fuera, porque no estoy preparada para ser madre”, “fuera que total, aún no es viable”, “fuera porque viene con una malformación”, ¡impuro! ¡maldito!

Anónimo dijo...

Parece que el sacredote de la misa a la que acudimos los domingos le ha leído a usted antes o al contrario,no sé.Coinciden y ayudan mucho para luchar durante la semana.Le gustaría conocerle.Seguro

Anónimo dijo...

En la Santa Misa, al escuchar esta lectura, irremediablemente me he acordado de su artículo sobre los mendigos.
Pretendiendo ser apostoles de Jesus, no deberiamos dejar de tener miedo a estos "leprosos modernos" y acercarles el ejemplo y la palabra de Jesus mediante nuestras acciones?

Anónimo dijo...

Son tantas las lepras del siglo xx
incluso peores que la lepra de la epoca de nuestro señor.
A mi este evangelio siempre me ha encantado y me hace meditar mucho,me da para varios dias,siempre le digo lo mismo: "sr quitame todas las lepras que tengo en mi corazon",son tantas pero especialmente, como decia MADRE TERESA, todas nuestras FALTAS DE AMOR. Eso si que es una enfermedad mortal
GRACIAS Y BUENA SEMANA

Anónimo dijo...

Todos tenemos algo de leprosos. Ojala tuvieramos la humildad para reconocerlo y la generosa entrega para ayudar a los mas débiles. AC

Anónimo dijo...

Dios no existe... vean la pelicula d zietgeist y dejense d mmdas...

Enrique Monasterio dijo...

¿Y tú crees, amigo anónimo, que sólo con ver una peli nos curaremos?
Por cierto, qué hace uno como tú, que no sabe dar la cara, en un blog como éste?

Anónimo dijo...

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