jueves, 9 de abril de 2009

Adoro te devote (X)



Pie pellicane Iesu Domine,

Me inmundum munda tuo sanguine,
Cuius una stilla salvum facere
Totum mundum quit ab omni scelere.

Señor Jesús, bondadoso pelícano,
límpiame, a mí inmundo, con tu sangre,
Una sola gota habría bastado para liberar
de todos los crímenes al mundo entero.


(La tradición medieval ve en el pelícano una figura de Cristo: esta ave, para dar alimento a sus polluelos, se sirve de la enorme bolsa que le cuelga del pico. Tal vez este modo de actuar y la misma posición vertical del pico hizo pensar que, en efecto, se abría el pecho para nutrirlos con su sangre.)


Es Jueves Santo y estoy en Riaza. Esta tarde concelebraré con varios sacerdotes la Misa “en la Cena del Señor” y estaré en el cenáculo con Jesús. Es un día glorioso y doloroso al mismo tiempo. Cristo, sobre la mesa de la cena pascual, convertirá el pan en su propio cuerpo y el vino en su sangre; se tomará a sí mismo con las manos y representará dramáticamente su muerte, adelantando su sacrificio ya inminente. Los 12 apóstoles, atónitos, serán investidos sacerdotes de la Nueva Alianza y, por primera vez en la historia, comerán la carne y beberán la sangre del Pelícano divino.

Luego llegará la agonía en el huerto, el sueño de los apóstoles, la traición de Judas.

Una sola gota habría bastado… Señor, ¿por qué te empeñaste en sufrir tanto? ¿Por qué tanta sangre derramada? Una gota habría sido suficiente para pagar el rescate. Y ni siquiera eso: una lágrima, un deseo, un minuto de tu trabajo en el taller de Nazaret…

Te excediste, Señor. ¿Por qué? Tú sabías que yo no sería capaz de seguirte: que me dormiría en Getsemaní como aquellos primeros obispos de tu Iglesia Católica. Y es que una cosa es estar dispuesto a morir contigo y otra muy distinta aguantar el peso de los párpados después de una buena cena.

Aquella noche —y todas las noches— sólo Judas fue capaz de permanecer en vela.

¡Haced esto en memoria mía!

Cada día, en tu memoria, repito las palabras que hacen realidad tu presencia sobre el altar. Cada día me alimento de tu Cuerpo y de tu Sangre. Cada día me propongo seguir despierto a tu lado.

3 comentarios:

Isa dijo...

Gracias por su reflexión don Enrique.
Cuánto amor de Cristo por nosotros y qué poco se lo devolvemos a veces...por lo menos yo, que me duermo como sus apóstoles, mientras Él está dando su vida por mí.
Quiero Dios mío estar a tu lado y seguirte muy de cerca toda mi vida, cueste lo que cueste..."Te basta mi gracia..."

Juana la Loca dijo...

Ayer estuve en el cenáculo, celebrando la Ultima Cena con Jesús y los Apóstoles.... y con mi marido y mis hijos y el que viene de camino, y la Virgen...Es verdad que viajé en el tiempo y me quedé con S. Pedro dormida en el huerto....Y hoy espro estar al pie de la Cruz, con los mismos, si no hemos corrido hacia el otro lado.Jesús tu Sangre la beberé directamente de la Cruz, tu Cuerpo lo abrazaré, cuando lo bajen, con amor, y te guardaré en el tabernáculo de mi corazón, hasta que nos sorprendan los ángeles con la noticia de tu Resurrección el Sábado de madrugada.

Anónimo dijo...

Dormida, dormida, siempre dormida,Señor necesito TU GRACIA.

D.Enrique gracias por sus comentarios, a veces me espabilan.