jueves, 20 de mayo de 2010

La laguna



Llegamos a Alcázar de San Juan a las 11,30 de la mañana.
Primera sorpresa: la laguna ya no se llama “laguna”, sino “complejo lagunar”. La cursilería burocrática es infinita. Además la han cercado a conciencia para que no entre nadie y han puesto unas torretas de observación de aves, que, naturalmente, están cerradas. Nadie sabe quién tiene la llave.
Lo de la cerca metálica no me inquieta gran cosa: seguro que alguien ha abierto un boquete suficientemente amplio para que podamos traspasarla con la conciencia tranquila. En efecto: no es un boquete, es una auténtica avenida. Un guarda me pide que deje el coche en la puerta y mira con curiosidad mis prismáticos:
—Son muy buenos —diagnostica—.
—Por dos mil euros son suyos —le respondo—.
—Sí que los valen, sí…
La laguna está rebosante de vida. Las lluvias del invierno han resucitado los carrizales y el agua se desborda por caminos que estaban resecos desde hace años. Si tuviéramos unas buenas botas de agua… 
Me acompaña Javi, que es especialista en rapaces y quiere introducirse, como yo, en el mundo de las aves acuáticas. Hoy el espectáculo es increíble. Esto no es Doñana, pero se le parece mucho.
Malvasías, porrones, patos colorados, fochas, zampullines, somormujos, garzas, garcillas, garcetas, zarapitos, flamencos, cigüeñas, cigüeñelas, charranes, avetorillos, aguiluchos laguneros, correlimos, chorlitos, carriceros de varios tipos, buitrones, lavanderas, abejarucos, carracas, oropéndolas, tarabillas...
Mientras anoto en un cuaderno algunas de las especies que hemos visto en mi mejor excursión ornitólógica de este año, Javi se echa en la hierba.
—¿Has pensado alguna vez —le digo— que estamos rodeados de maravillas, que están al alcance de cualquiera y casi nadie las ve? Dios creó la belleza para que la contemplásemos; pero hay como una resistencia a la contemplación. Estamos en mayo; el día es inmejorable y tú y yo estamos solos. Supongo que la culpa es del pecado original. El hombre escapó del Paraíso, y tiene miedo a volver.
Javi asiente y añade que lo mejor es el silencio. Yo le hago notar que los pájaros arman una bulla considerable.
—A eso me refiero —contesta—. Ése es el silencio que me gusta.


9 comentarios:

Clara dijo...

Como si hubiera estado allí.
Gracias.

Isa dijo...

Gracias por la descripción y la reflexión; hace falta mucho silencio interior en nuestras vidas, y yo lo prefiero sin pájaros de fondo...lo siento, don Enrique.

Dani Morcillo dijo...

En el Lidl conseguí unas botas badeadoras muy baratitas. Si quiere, ya sabe, por dos mil euros son suyas ;o)

Antuán dijo...

El silencio compartido es lo mas mejor. Yo tambien estuve en las tablas de Daimiel cuando no había tanta agua, ahora está rebosante. Y en las lagunas de Ruidera años antes, bueno por alli cerca a pescar cangrejos o que nos pescaran porque se esconden bajo las piedras y como te enganchen, ves las estrellas. Espero que disfrute, de vez en cuando hay que escaparse a estos paraisos porque si no nos volvemos insensibles a la belleza que Dios nos ofrece. Adiosle.

Samo dijo...

O quizá estaban solos simplemente porque el resto estaba trabajando. Y no tienen unos prismáticos de dos mil euros jejeje ;-)

Pierre Nodoyuna dijo...

No se puede hacer poesía con un Complejo Lagunar. Es que suena a grano....

Enrique Monasterio dijo...

Antuán: no te quejes. Tú vives en otro paraíso.

Unknown dijo...

Me hubiese gustado estar allí, pero con los exámenes finales por delante... Mejor menos apreciar la belleza que pasar la mano por la pared. Quizás en verano.
P.S.
No hizo ningún comentario a los 99 del Barça. Aquello también fue una belleza extraordinaria :-)

Anónimo dijo...

Muy cerquita de Alcazar de San Juan, apenas 30 km. está la laguna de Manjavacas, me atrevería a decir que mejor dotada de aves. Y cerca de la laguna de Manjavacas, la Ermita de la Virgen de Manjavacas, dueña y señora del corazón de los habitantes de Mota del Cuervo