lunes, 12 de agosto de 2019

Un paseo


 La llaman Plaza del álamo, pero en realidad hay un olmo que murió de grafiosis hace veinte años

Ayer decidí salir de casa por la mañana. La temperatura era muy agradable y había cesado el viento. Seguro que las aves de la zona darían la cara.
A las 11, con los prismáticos al cuello y, vestido de ornitómano, tomé el camino que baja hacia Miraflores de la Sierra. Fue un paseo muy agradable, y, sí, pude charlar con algún que otro pájaro. Interesante, sobre todo, mi conversación con un alcaudón común (lanius senator) que desde su posadero en una rama se lanzó a tierra y regresó con una pequeña lagartija en el pico.
El alcaudón es una mini rapaz, un pájaro cazador y carnicero ("lanius" significa eso, carnicero) que empala sus presas en los espinos y las deja allí colgadas para devorarlas más adelante. Así son las cosas en la naturaleza: nos comemos los unos a los otros y, gracias a eso, la vida se abre camino.
El caso es que llegué al pueblo, y pronto hubo complicaciones: una amable señora vino a mi encuentro alborozada:
—¡Don Enrique, qué alegría!, ¿Está en la Acebeda? ¿No se acuerda de mí? Hace cinco años…
Yo, que no recordaba nada, puse cara de póquer y me dejé invitar a un refresco con su marido, que también me conocía, y sus tres niños. Me despedí en cuanto pude, y apenas había dado diez pasos cuando apareció una antigua alumna del cole.
—¡Pero qué sorpresa…!¿Sabe con quién estoy aquí…?
Creo que se me dan mal estos encuentros inesperados, especialmente cuando me he desprendido del uniforme y llevo una camisa tropical y un pantalón vaquero. Es cierto que me emociona comprobar que me conoce muchas personas de todas las edades. Es la consecuencia lógica de haber predicado centenares de retiros y pláticas, de haber sido capellán de un colegio durante dieciocho inolvidables años y, en definitiva, de ser ya un viejo inofensivo que se deja asaltar por la calle.
Volví a casa por el mismo camino dando gracias a Dios por tanta gente buena con las que uno se cruza. El alcaudón seguía en su rama oteando el horizonte, pero no me detuve.     
Alcaudón común 

4 comentarios:

Antuán dijo...

Pues yo lo veo bien. Que le reconozcan Eso le pasa por no llevar la capa invisible de Harry Poter. Es imposible no reconocerlo. Es todo un personaje. Y también tiene derecho a ponerse una camisa hawaiana, fresquita y tomarse un refresco con unos amigos. Lo otro sería una falta de educación por parte de ellos. ¡He dicho!... Pero quiero decir algo más: Yo también guardo mis buenos paseos con familiares y amigo/as. Caminando por una ciudad. En un bar de estudiantes: La diligencia o la Flor de América. Por un paseo marítimo hacia el peine de los vientos. ¿A que le gusta? ¿ O por el Gugengai? Ya he ido varias veces. Lo dibuje a lápiz en mi cuaderno en el viaje de vuelta una vez que fui. Un paseo en bicicleta desde un pueblo cercano a al playa de Santander donde ya se trababan las ruedas en la arena pero luego en ella mojada corrían muy bien. Pero un paseo que no olvidare nunca es el que hice alguna noche al seguir a mi padre antes de irse a dormir que se iba a la cerca donde teníamos los animales enfrente de casa a la luz de las estrellas. Y le pregunté ¿Que hace? Acostumbro a dirigirme a Dios al final del día y hacer un poco de examen y rezar mis oraciones y preguntarle si está contento de mi. Y allí sobre unas cajas nos sentábamos a hablar de cosas realmente interesantes. Mi madre también era muy buena. Ella nos enseño a rezar a todos. Pero lo de mi padre era distinto. Empezó más tarde pero nos llevaba ventaja. Y eso. Cuando íbamos al campo hablábamos de todo. Nos enseñaba los nombres de los montes... ¡Que paseos más deliciosos! Adiosle

Enrique Monasterio dijo...

Es un hallazgo lo del “Gugengai“ De ahora en adelante lo escribiré así.

Antuán dijo...

Jajaja!!! Pues no se como se escribe lo siento . Pero ahora me suena a Jau Gran Jefe! Adiosle

Isabel dijo...
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