martes, 21 de abril de 2009

En el 4º aniversario de la elección de Benedicto XVI.


Eran las seis menos diez de la tarde del martes 19 de abril de 2005 cuando apareció en el cielo de Roma la esperada fumata blanca. El cónclave había comenzado sólo un día antes. A las 17,25 del lunes 18, el arzobispo Piero Marini, tras la ceremonia del juramento de los 115 cardenales electores, había pronunciado el “extra omnes” en la Capilla Sixtina del Palacio Apostólico Vaticano.

Veinticuatro horas más tarde, el Santo Padre Benedicto XVI, precedido por la Cruz, se asomó a la loggia exterior de la basílica para saludar a la multitud e impartir la bendición apostólica a la ciudad y al mundo.

Antes, el nuevo Pontífice dirigió estas palabras a los fieles:

Queridos hermanos y hermanas: Después del gran Papa Juan Pablo II, los cardenales me han elegido, a mí, un sencillo y humilde obrero de la viña del Señor. Me consuela el hecho de que el Señor sabe trabajar y actuar incluso con herramientas insuficientes, y sobre todo me confío a vuestras oraciones. En la alegría del Señor Resucitado, confiados en su ayuda permanente, prosigamos. El Señor nos ayudará y María, su Madre Santísima, estará a nuestro lado. Gracias.

Los que conocían a Joseph Ratzinger sabían bien que llegaba a la cátedra de Pedro una de las cabezas más lúcidas de Europa, un teólogo de enorme talento, un pastor abnegado y trabajador, un sacerdote fiel y humilde, un espíritu sensible, acogedor y dialogante. Y, sobre todo, un hombre de fe.

Joseph Ratzinger siempre pensó con ilusión en su retiro. Suponía que, tras la muerte de Juan Pablo II, al fin podría regresar a su tierra para descansar, gozar de la música, estudiar y concluir la obra de su vida: el “Jesús de Nazaret”. Pero Dios tenía otros planes.

Desde entonces han ocurrido muchas cosas. Yo querría que leyerais este espléndido artículo de García-Noblejas, y que todos los lectores de mi blog hiciésemos el propósito de rezar por el Papa, de venerar al Papa, de hablar con afecto del Papa.

Y es que, frente a los insultos, infamias y descalificaciones de quienes le atacan, el Santo Padre no se defiende, ni se querella. Es el blanco perfecto como Cristo también lo fue.


3 comentarios:

Marite dijo...

Muchas felicidades al Santo Padre, que nos da un maravilloso ejemplo de como con todo respeto debemos los catolicos defender nuestra postura en todos los ambitos, el respeto a la vida tanto del no nacido como del enfermo terminal. Gran sucesor de Juan Pablo II tenemos en el Papa Benedicto.

Saludos y oraciones por el.

Isa dijo...

Claro que rezaremos por él, y ya lo hacemos algunos, pero siempre se puede hacer más...
El símil que ha hecho del Santo Padre con Jesucristo me ha gustado mucho; él calla, reza y perdona. Menudo ejemplo.
Es una clara muestra de que Dios tiene unos planes para nosotros, aunque no sean siempre los nuestros...él se iba a retirar y Dios lo llamó para Papa, contestando con un "sí" lleno de abnegación, servicio y amor.
Qué todos seamos como él.

Anónimo dijo...

Hermosa la reflexión: Oración al silencio de Jesús en su pasión de San José María Escrivá. Esa hermosa palabra no pronunciada ni para defenderse, ni vindicarse, ni regresar por la honra de los suyos...
Hemos rezado por nuestro Santo Padre en su cumpleaños, en su elección y lo haremos el próximo 24
Diana