martes, 2 de julio de 2019

Algo pasa en Molinoviejo

—¿Va a ser capaz de resucitar el blog desde Molinoviejo, donde nunca pasa nada?, me pregunta Raquel.
¿Cómo puedes decir que no pasa nada? Ahora mismo pasa una brisa nueva, recién nacida en la montaña. Pasa una pareja de tórtolas que se dejan ver por mis prismáticos, y se están acicalando para salir más guapas en la foto. Pasa la voz lejana de una mujer, que charla con alguien el otro lado del muro, y no  sabe que sus palabras llegan hasta aquí con toda nitidez.
Sentado en el jardín con Scripta theologica en la mano, un sombrero Panamá en la testa y un botellín de agua a mi diestra, veo pasar la vida y recuerdo aquel poema de Juan Ramón Jiménez


—No era nadie. El agua.
—¿Nadie?
¿Que no es nadie el agua?
—No hay nadie. Es la flor.
—¿No hay nadie?
Pero ¿no es nadie la flor?
—No es nadie. Era el viento.
—¿Nadie?
¿No es el viento nadie?
 —No hay nadie. Ilusión.
—¿No hay nadie?
¿Y no es nadie la ilusión?


Por la mañana he ido a la ermita. Tenía mucho que pedir, pero nada más encender la luz lo he olvidado todo. He sacado esta foto y me he limitado a contemplar la imagen. Yo sé que es posible rezar sin palabras. Algunas veces basta con mirar y saber que la Virgen nos devuelve la mirada.  Ella recuerda muy bien lo que había pensado decirle y me responde que sí, que no me preocupe. 
Y es que en Molinoviejo pasan muchas cosas incluso cuando algunos piensan que no pasa nada.

5 comentarios:

Antuán dijo...

¡Bonita estampa! Como dicen en mi pueblo. ¿Con que no pasa nada? Le parece poco. Lo que pasa es que a veces tenemos la cabeza hueca por el calor o llena de telarañas. Y hay que limpiar. Y llenar de ilusiones y buenas intenciones. Para cuando estemos en presencia de Nuestra Madre. Y si nos se nos ocurre nada. Pues como Elias que después de varios fenómenos encuentra a Dios en el silencio. A mi tambien me pasa que no se que decir. Pero como el aldeano que cuidaba de la ermita. Se sentaba horas por si venia gente. Que estuviera la casa de su Madre abierta. Y llega uno y le pregunta: ¿Y que haces aquí todo el tiempo? Pues nada : Me mira y yo la miro.Te parece poco. ¡Es una suerte! Nosotros tenemos otras cosas que hacer. Pero que al menos la llevamos en el pensamiento y el corazón. Y decirle: Acuérdate de decirle cosas buenas a Dios de nosotros. Ahora me voy a ver al carpintero y su mujer que está enferma. Le hice un cuaderno de poesías y tablas pintadas. para que disfruten. Adiosle

Isabel dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
goyo dijo...

Molino Viejo, es un lugar de grandes conversiones y¿ que más tiene que pasar? para que un hombre que ha vivido los primeros sesenta años de su vida de espaldas a Dios, vuelva su cara al creador y diga Señor mio y Dios mio ....¿ que más tiene que pasar? decenas de conversiones todos los años que sepamos porque quizas sean cientos o miles, porque todos los que pasamos por Molino nos convertimos de una forma u otra.
En Molino reina el Espiritu Santo y Dios Habla a todas horas.
La naturaleza es una catequesis constante, el descaro de las ardillas, las nanas del cuco al atardecer, la alegria de los jilgueros, los atardeceres rosas y naranjas ¿ que más tiene que pasar en molino ?

Juanma Suárez dijo...

Yo quiero creer, don Enrique, que es cierto eso que dice de que se puede rezar sin decir nada, porque ahora que ya uno va haciéndose mayor, a veces, me da por ir a correr a un parque cerca de casa en el que hay unos azulejos de la Inmaculada en uno de los extremos. Siempre termino una primera parte de mi "footing" allí delante, rezándole el Ángelus y una Salve. Cuando paso por delante la saludo y cuando me voy le digo "hasta el próximo día"..., pero a veces, simplemente, me quedo mirándola a los ojos. Y es verdad que en ese instante, lo de alrededor se difumina. Seguro que ella, como buena madre, es capaz de leer nuestras miradas.

Llumla dijo...

El blog ya resucitó, aunque creo que nunca llegó a estar muerto. Quizá ha estado apagado o fuera de cobertura. O hibernando. O a lo mejor había migrado con alguna de sus aves preferidas. O, como el autillo, se había mimetizado con lo que fuera, para no ser visto durante un tiempo. El caso es que ahora está delicioso. Con unos textos preciosos. De esos que, cuando se va llegando al último párrafo, se lee más despacio para evitar que llegue el final.