viernes, 12 de julio de 2019

"No llores"





El ruido de una multitud despertó al búho aquella tarde. El sol golpeaba con fuerza en la entrada de su guarida, y él trataba de hacer sombra con las alas para no deslumbrarse; pero algo le llamó la atención. Vio  un tropel de gentes muy variadas. Había muchos hombres, pero también mujeres y niños. Todos escuchaban a Jesús que caminaba en medio y gastaba bromas, y sembraba risas a su alrededor.
El oído penetrante de Homero detectó el eco de otros pasos que se acercaban en dirección contraria. Se oía también una melodía suave, como la que interpretaban los flautistas en las comitivas fúnebres. Pronto apareció el segundo cortejo. Sobre unas parihuelas, envuelto en un lienzo blanco, iba el cadáver de un joven de apenas quince años, el rostro descubierto, sin el sudario. Su madre, acompañada por un grupo de amigas y plañideras, no dejaba de acariciarlo y de regarlo con sus lágrimas.
Al encontrarse las dos caravanas, se hizo silencio. El llanto de la mujer congeló las risas de los que acompañaba a Jesús. Todos se detuvieron  menos el Señor, que por un momento pareció estar también al borde del llanto. Se acercó a la madre del muchacho, y le dijo solo dos palabras:
—No llores.
Los judíos tenían prohibido por la ley tocar un cadáver, pero el Maestro, agarró con fuerza la mano del muchacho y le ordenó:
—Joven, yo te lo mando: levántate.
Me dice el búho que Jesús algunas veces hace milagros raros, que  concede favores a quienes no los piden como ocurrió en este caso, que atraviesa lagos caminando sobre el agua y utiliza al barro como colirio para curar a los ciegos…, cosas así.
Tiene razón Homero; pero este milagro era inevitable. Es sabido que un hombre enfrentado con las lágrimas de una mujer se siente indefenso, no sabe qué hacer. Todos darían cualquier cosa con tal de poder secar esa fuente, que es el arma más poderosa que tienen ellas. Y Jesús, Perfectus homo, es decir verdadero hombre, podía conseguirlo con solo un gesto.
Si los hombres supiéramos llorar como la Viuda de Naim, como la pecadora en casa de Simón el Fariseo o como María Magdalena, junto a la tumba del Señor, no necesitaríamos palabras para conmover el corazón de Cristo y alcanzar todo lo que necesitemos.
Lágrimas de arrepentimiento, lágrimas de abatimiento, lágrimas de soledad, lágrimas de ausencia, lágrimas de congoja, lágrimas de desconsuelo, lágrimas de agradecimiento, lágrimas de encuentro, lágrimas de abrazos, lágrimas de niña chica… Todas las lágrimas valen, salvo las que nacen del odio, del rencor, de las heridas sin cicatrizar, de la soberbia herida, del fracaso no asimilado, de la frustración.
Hace años estaba yo en la capellanía de Aldeafuente cuando entró sin llamar una niña de 7 u 8 años. Recuerdo muy bien su cara y su nombre, pero no os lo contaré. Trató de decir algo, pero se puso a llorar con tal desconsuelo que me dejó sin palabras. Hice varios intentos por calmarla; le ofrecí un caramelo y un pañuelo de papel; traté de contarle algo gracioso, pero fue inútil.
Al fin le dije:
—Cuéntame un chiste.
—¡Buaaa!
—Uno pequeñito, anda.
Y empezó a contarlo entre jipíos y pucheros:
—A que no sabes cuál es el animal que tiene más dientes
—¿El cocodrilo?
La cría soltó una carcajada empapada en lágrimas y saliva:
—¡Noooo! ¡El ratoncito Pérez!
Al final no me quedó claro por qué lloraba.



        

3 comentarios:

Antuán dijo...

Hola. ¡Buenas noches! "No voy a llorar... pues no merezco esto" Así canta Marta me parece. Pues yo si he llorado alguna vez por cada uno de esos motivos que dice. Lágrimas de todo tipo. Y entiendo perfectamente a esa madre y las mujeres que la acompañan porque es un dolor. Y a Jesús que se pare conmovido y se meta con perdón donde no le llaman. ¿Que no se puede tocar a un muerto? Yo después de una noche gélida del 31 de diciembre tuve el valor de subir a despedirme de mi hermano y me entró un escalofrío por todo el cuerpo. Y con mi padre no tenia consuelo, en Misa lloraba y cantaba a la vez esa canción que tanto le gustaba: "Yo quiero ser un vaso nuevo" Y lágrimas de agradecimiento ¡cuantas veces! Porque no merezco esto. Que quien soy yo para tener tanta suerte. Me digo muchas veces. Pido a Jesús que nos saque de esa modorra. Que nos de ganas de vivir. ¡Hay tanto que hacer! Y me voy que ya va siendo hora de recogerse. Que estoy palaraste. Adiosle

Merche dijo...

¡Muchas felicidades, don Enrique! Que pase un día estupendo, con muchos pájaros y poco calor. Y con mi oración y muchas más.

Fernando Q. dijo...

se me pasó felicitarle don Enrique, sorry.
Recuerdo una lágrima de felicidad en una ocasión. Fue un beso del Señor en la frente. beso de de Padre. Ocurrió en Medjugorje y jamás lo olvidaré...