He encontrado a Kloster extrañamente eufórico:
—Colega, acabamos de dar un paso de gigante para erradicar el divorcio.
Sin darme tiempo a rechistar me pone un periódico delante de las narices y lo abre por la sección de “Ciencia y Tecnología”. Allí leo lo que sigue:
WASHINGTON. El aumento de los divorcios en todo el mundo tiene un impacto negativo para el medio ambiente, según asegura un estudio publicado en los Estados Unidos. Tal afirmación se basa en el hecho de que «el divorcio generalmente provoca el traslado de uno de los ex cónyuges y la creación de un nuevo hogar, por lo que hay un aumento de los terrenos y materiales dedicados a la vivienda», tal y como sostienen investigadores de la Universidad del Estado de Michigan. Estos últimos constataron que las tasas de divorcio más elevadas «condujeron a un aumento del número de hogares» y eso supone más derroche energético.
Sin darme tiempo para leer el segundo párrafo, Kloster remacha:
—¿Lo ves? Lo dice la prensa, o sea que a lo mejor es verdad. Nuestros amados líderes se disponen a suprimir el divorcio.
—¿Tú crees?
—Desde luego. ¿No has leído que, en la próxima legislatura, la lucha contra el cambio climático será “una prioridad insoslayable”?
—Sí, pero no me parece que…
—Si no suprimen el divorcio de alta velocidad, moriremos abrasados.
Y, ante mis gestos de incredulidad, Kloster toma de nuevo el periódico:
— Mira, chico, a ver si te enteras: en el año 2005, los hogares de divorciados estadounidenses gastaron un 56% más de electricidad y agua por persona que los hogares de casados, y utilizaron un 61% más de recursos energéticos por persona que antes de su separación. Si los hogares de divorciados funcionaran con una eficiencia similar a la de los hogares de los casados, en Estados Unidos se hubieran podido ahorrar «más de 73.000 millones de kilovatios/hora de electricidad y 2, 3 billones de litros de agua», añade el estudio, publicado en la revista científica «PNAS».
—Bien, ¿y qué concluyes de todo esto?
—Concluyo que a los que han elaborado este informe les importa un rábano el divorcio y sus repercusiones en las familias, en los hijos y en la sociedad en general. El mundo es consciente de que el divorcio ya no es un remedio para situaciones límite —así se nos vendió la ley—, sino una banalidad. La mentalidad divorcista ha creado un matrimonio frágil y quebradizo, que a su vez multiplica los divorcios y contribuye a trivializar de la sexualidad y el amor. Todo esto constituye una de las mayores lacras de nuestro siglo, que ya nadie niega. Sin embargo tampoco resultaba fácil atajar el problema. Ahora, por fin, descubrimos cómo hacerlo.
—O sea, con el cambio climático.
—¡Evidente, mi querido colega! Contratemos a esas lumbreras de Michigan para que vengan a España. Estos muchachos han escrito que « una persona en un hogar de divorciado genera más residuos (sólidos, líquidos y gaseosos, como los gases de efecto invernadero) que contribuyen a las transformaciones del medio ambiente mundial, como el cambio climático y la pérdida de la biodiversidad». De hoy no pasa: voy a escribir a la ministra de medio ambiente para que tome medidas cuanto antes. La neurosis meteorológica al fin servirá para algo.
—No te fíes. Lo más probable es que se limiten a crear un impuesto ecológico para compensar el daño medioambiental. Claro que si pudiéramos hacer algo semejante con el aborto…
—Por supuesto. Y con más razón. A los abortistas parece traerles sin cuidado que esos “desechos orgánicos” que incineran después de sus carnicerías sean, en realidad, pequeños cadáveres humanos. Un güisquicito a media tarde tranquiliza bastante la conciencia. Pero ya verás cuando los chicos de Michigan les digan que están contaminando la atmósfera. ¡Se les caerá la cara de vergüenza!
—No sé, no se…
12 comentarios:
La noticia es curiosa, aunque dudo mucho que se molesten en difundirla.
Estaría bien redactar un informe y enviárselo a la ministra de Medio Ambiente.
Un saludo
Leí la noticia en Yahoo news! y creo que también en hotmail o algo así...
Qué bien me cae Kloster!!.
Don Enrique, intento acceder al blog de Ricardo (desde su enlace) y no puedo. ¿no estará mal el enlace?
Yo tampoco consigo entrar. Parece que ha suprimido el blog. Investigaré
Pues esa noticia tambien ha salido en los periódicos de estas tierras; y un plumífero ha escrito un artículo comentando la ocurrencia.
Aunque, personalmente, estoy con Don Enrique en lo del no se, no se...
Lo siento por Kloster, pero me temo que la cosa va para largo.
Y yo daría un euro por saber quien se oculta detrás de c3po
Aquí se explica muy por lo menudo porque no se puede acceder al Blog de Ricardo-
Está en inglés, pero ese no es unn problema para los de Bilbao, ni para l@s asidu@s de este Blog. ¿no?
Y en cuanto a mi identidad, Don Enrique, es un secreto celosamente guardado en las Galaxias. La última vez nos vimos en la explanada de Torreciudad, y Vd estaba contempando un quebrantahuesos. Tambien hablamos de pa Princesa Asavis Duyatulac.
Sólo una vez en mi vida he visto un quebrantahuesos y ni siquiera estoy seguro de que no fuera un sueño.
Cuando divisé aquella cola fusiforme y el cuerpo anaranjado se me nublaron los ojos de la emoción.
No recuerdo que aquel día estuviese acompañado en la explanada de Torreciudad y mucho menos por un androide.
Seguro que esos investigadores tienen conexiones con la CIA y con el Vaticano.
Por cierto, el reloj de hoy me gusta mucho. Suizo al "estilo Heidi".
Ricardo parece que missing total. Espero que no haya dado al botón de "suprimir".
La verdad es que los estudios/estadísticas de los americanos me infunden recelo, pero el divorcio me parece una cuestión muy seria para relacionarla con el medio ambiente. Por lo menos hay dos vidas de seres humanos sometidas a un gran sufrimiento, aunque no lo quieran admitir. Y si hay hijos son más los que sufren, el divorcio de los padres marca para toda la vida y casi siempre para mal.
Al principio me dio algo de rabia leer algo tan banal sobre el divorcio y el aborto, pero lo triste es esa idea de fondo. Es una auténtica pena que a la gente le importe más la ecología del medio ambiente que la ecología humana.
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