domingo, 30 de diciembre de 2007

Solemnidad de la Sagrada Familia



El villancico
italiano más conocido fue compuesto por San Alfonso María de Ligorio en el siglo XVIII y su música llena las calles de Roma durante estos días de Navidad. Comienza así:

Tu scendi dalle stelle o Re del cielo,
e vieni in una grotta al freddo e al gelo,
e vieni in una grotta al freddo e al gelo.
O Bambino mio divino, io ti vedo qui a tremar.
O Dio beato!
Ah! Quanto ti costò l'avermi amato.
Ah! Quanto ti costò l'avermi amato.


Bajaste de las estrellas, Oh Rey del Cielo,/ y vienes a una cueva, al frío y al hielo,/ y vienes a una cueva, al frío y al hielo./ Oh, niño mío divino, te veo aquí tiritando./ Oh Dios, bendito,/ ¡Cuánto te costo haberme amado!/ ¡Cuánto te costó haberme amado!

Los que hemos vivido algunos años en Italia tenemos grabada en la memoria esa bellísima melodía. Pero ahora, al recordarla, pienso que Jesús no bajó de las estrellas (por supuesto que es sólo una metáfora), sino que nació, como todos, en el seno de una mujer y en una familia.

Dios “quiso necesitar” una familia: su madre no es un adorno, una figura inútil del belén. Jesús necesitó de verdad una mujer que le abrigara con sus brazos y con el sonido de su voz, que le hiciera sentirse seguro y querido, que le enseñara a fijar la mirada en los ojos de los demás, a agarrar los objetos con las manos, a sonreír, a balbucir las primeras palabras. Ella y José le hicieron caminar y le levantaron del suelo, le ayudaron a utilizar los instrumentos domésticos y de trabajo…

Jesús aprendió a ser niño y a ser hombre. Conoció un idioma y un acento, un modo de expresarse, unas voces y unas tradiciones familiares. En una ocasión casi nos da la receta del pan que elaboraba María diariamente, cuando asegura que el reino de los cielos es semejante a la levadura que tomó una mujer y la mezcló con tres medidas de harina.

Sólo un niño que crece por dentro y por fuera, que aprende, que hace travesuras, que se ensucia, que obedece a la primera o a la segunda, que se equivoca y que rectifica, puede llegar a ser verdadero hombre. Y Jesús lo fue. Perfectus homo!, dice un viejo símbolo de nuestra fe, es decir hombre de una pieza.

Hace algunos años, un domingo como hoy celebré una Misa larga, solemne, con toda clase de cantos. Y me pidieron que fuera muy breve en la homilía. Se conoce que no les importaba demasiado lo que yo pudiera decir. Tanto me insistieron en la brevedad, que batí el record mundial de concisión. Dije lo siguiente:

—Sentaos…, si os da tiempo. En Belén ha nacido el Rey del mundo. ¡Viva su Madre! Amén.

Y continuamos con el Credo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Feliz Año Nuevo!!!!!.

Le felicitamos por adelantado pero es que nos "mola" poner un comentario en eta entrada!!!

Feliz Año Nuevo otra vez!

ayco dijo...

Ojalá tenga un feliz año nuevo!! Esa misa sí que fue corta y precisa