viernes, 14 de diciembre de 2007

Frente al Serantes



Lo veo ahora a través de mi ventana, envuelto en una bruma tenue que se va disipando conforme avanza la mañana. Es el Serantes, el único monte de mi infancia.

Hay otras muchas montañas al alrededor y la mayoría son más altas que ésta, pero cuando yo era pequeño suponía que los montes tenían que tener forma de monte, es decir, acabados en punta y con un castillo en lo alto. Así los dibujábamos siempre en el colegio. ¿Quién iba a pensar que existían montes sin aspecto de monte ni de nada?

El Serantes, además nace en el mar y allí vive, cambiando de color con las estaciones y con las horas del día. Desde Gaztelueta, el colegio donde estudié y en el que ahora me encuentro de paso, he visto centenares de Serantes, siempre distintos. Por las mañanas se desprende poco a poco de la sábana de niebla con la que se cubre todas las noches. Durante el día, si sopla viento del Sur, aparece nítido, limpio y resplandeciente, pero eso ocurre pocas veces; lo propio del Serantes es la bruma, las nubes negras o blancas que lo enmarcan en el Cielo y, sobre todo, los atardeceres rojos, violetas, cobrizos.

El Serantes era nuestro único meteorólogo antes de que llegaran los odiosos hombres del tiempo con sus isobaras. En verano, si estaba limpio de nubes, íbamos a la playa. Si aparecía cubierto, nos quedábamos en casa. El sistema no era menos fiable que otros.

Con el Serantes compartí todas mis crisis de melancolía durante la edad del pavo. Sentado en la campa de Negurigane, con Cucho —un gran pastor alemán— a mis pies, lo veía a lo lejos tan triste y deprimido como yo mismo o con colores risueños de esperanza.

Un día descubrí que el Serantes no era tan alto como yo creía: apenas 400 metros, y cuando propuse a los demás miembros del Sherpa Club hacer una excursión hasta la cima, se rieron de mí. Prefirieron subir al Ganekogorta, que es una birria de 999 metros con una piedra encima para llegar a los 1000.

No sabían ellos que el Serantes tiene una larga historia de batallas y de héroes. La perspectiva que se divisa desde su cima le ha hecho ocupar un lugar preferente en la defensa de la entrada de la Ría. Queda constancia de esa historia los restos de diversas instalaciones militares que se remontan a los tiempos de Felipe V y la Guerra de Sucesión, al comienzo del siglo XVIII.

El Serantes es un álbum lleno de recuerdos, lo único que permanece intacto de aquellos años. El resto del paisaje está irreconocible: lo han llenado de edificios, antenas, torres, carreteras.

Ahora, al descubrirlo desde la ventana me imagino que San Pedro, Santiago y San Juan sintieron algo parecido a lo que yo siento cuando, a la vuelta de los años, contemplaron la silueta del Monte Tabor, donde estuvieron aquella madrugada con Jesús, Elías y Moisés.

Kloster me dice que no me pase…

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Es chulo el limonlogio.

Pasacalles por la vida 2008 dijo...

por favor, ¿nos ayudas a difundirlo?
http://pasacallesporlavida.blogspot.com

c3po dijo...

Off Topic:
La amatxo de Sinretorno está pachucha y Dani pide oraciones por ella en su Blog.
Me pareció que debía avisarle.

Anónimo dijo...

Sé que no le gusta que se lo digan, pero... MIL GRACIAS POR EL BLOG!!!